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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Los enemigos del Kru

Salvador Sostres el

Kru. Lleida, 7
934234570
08004 

Cocina: 9,5 (Cuando Ever no está, 6)
Sala: 4
Servicio: 3

El Kru es uno de los restaurantes de pescado más brillantes del mundo y a la vez uno de los peor tratados por su propio chef y sus propietarios. El talento de Ever Cubilla, el jefe de cocina, unido al criterio de los hermanos Iglesias -socios de Ferran y Albert Adrià en Hoja Santa, Pakta, Bodega 1900, Enigma y Tickets- tendría que dar como resultado un restaurante invencible pero hay muchas más expectativas de las que logran concretarse porque nadie se toma el maravilloso Kru tan en serio como necesita y merece.

Si Michelin no estuviera en manos de una siniestra colección de ignorantes resentidos que odian a Ferran Adrià y todo lo que tiene que ver con él, hace años que el Kru sería un tres estrellas clarísimo por su elegante, estilizada, precisa interpretación de la cocina del frío. Alcanza niveles de tal finura que puede decirse sin exageración que se aproxima a la genialidad de El Bulli mucho más que su outlet oficial, el Tickets.

Pero luego el servicio no es profesional y depende siempre de “minyones” que por buena voluntad que pongan -que la ponen- no están ni remotamente a la altura de la cocina que transmiten. Servicio inane, inculto y lento. El chef está cuando está y un restaurante de tan alta fidelidad le necesita siempre. A Ever le queremos y le hemos celebrado siempre el talento y la delicadeza pero es a todas luces inadmisible que desatienda al Kru y a sus clientes para estar en su propio restaurante: no nos lo merecemos. Ni el altísimo nivel que el Kru podría y tendría que alcanzar ni los que acudimos y pagamos lo que pagamos para recibir a cambio semejante demostración de desinterés y de desprecio.

También los hermanos Iglesias -a los que más no puedo querer y admirar- tienen que reflexionar sobre si el Kru y nosotros merecemos este trato. Siempre he creído que para ellos Rías de Galicia (su primer restaurante) sigue siendo el más importante y que el Kru lo ven como no más que un divertimento, cuando buen marisco hervido puedes comerlo en muchos restaurantes y en cambio la explosión de sensibilidad del Kru en muy pocas casas del mundo puedes encontrarla. La decoración de marisquería moderna -apréciese mi tacto de dejarlo aquí- es también un tanque contra su excelencia culinaria.

Ni el Kru es mío ni hay mucho más que pueda hacer que escribir este artículo de manifiesta protesta para intentar que de una vez dejen sus dueños de maltratarlo y pueda el mundo entero gozar en plenitud de la más alta cocina del frío; aunque lo más probable es que no sólo no consiga ningún efecto sino que además el chef deje de hablarme, como ya casi pasó la última vez que fui a comer, después de que en la penúltima expusiera mis exclamaciones a los hermanos propietarios. Decir la verdad duele más que escucharla y es cínico decir que quieres a alguien y, por comodidad, callártela.

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