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El último truco de Esquerra

Salvador Sostres el

El último folclore catalán es el de las firmas solidarias. Lo ha puesto de moda Esquerra para engañar a Convergència y Convergència lo ha convertido en gran éxito mordiendo el anzuelo. En los últimos años la relación entre Junqueras y los convergentes recuerda a aquella tira cómica en que Lucy aguanta la pelota y cuando Charlie Brown va a chutar se la aparta. La gracia no está tanto en que siempre se la aparte sino en que cada vez Charlie acaba creyendo a su amiga cuando le promete que no lo hará más.

El llamado proceso no acabará con la independencia de Cataluña sino con Convergència -y sus grotescos restos del PDECat- desangrada y Esquerra ocupando la centralidad de la política catalana.

Cientos y miles y millones de catalanes pueden firmar solidariamente lo que quieran pero la única responsabilidad la asume quien tiene el rango político correspondiente para tomar aquella decisión. Este último truco de ERC tiene el encanto del ilusionismo simple, emocional, sin complicaciones pedantes y demuestra que no hay mejor magia que la que un público sugestionado está dispuesto a creerse.

Junqueras sabe que las decisiones fundamentales y fundamentalmente ilegales para organizar el referendo de octubre no le corresponde a él tomarlas y asiste encantado al folclore de las firmas solidarias, quedando como un valiente ante su público más exaltado, asumiendo un riesgo a lo sumo moderado y con los convergentes contentos y engañados creyendo que le tienen atrapado.

Desde la misma distancia y con el mismo cinismo, Santi Vila, que ni es independentista ni quiere quedar mal con ellos, ha optado por ser fiel a Puigdemont, quedarse en el Govern al frente de la muy pomposa consejería de Empresa pero que no se verá forzada a cometer ninguna ilegalidad para el referendo y tirar a partes iguales de folclore “indepe” y de buena relación con el Estado para recoger los restos de Convergència cuando todo este lío pase y sea necesario construir y articular desde el centro derecha político un proyecto de sociedad lo más parecido a el que el presidente Pujol desarrolló para Cataluña y que es el único que ha funcionado porque el expresident fue el único que entendió y tuvo en cuenta cómo somos los catalanes.

Un proyecto en el que Esquerra fue siempre el enemigo, los límites del Estado y sus normas jamás se cuestionaron, y el PP y el PSOE -como ha vuelto a entender el PNV de Urkullu tras la ruina de Ibarretxe- eran con los que indistintamente se pactaba en Madrid, dependiendo de quién mandaba.

Pero de momento las cosas tienen que empeorar antes de mejorar y mientras Convergència acude inconcebiblemente dispuesta y encantada al sacrificio, Junqueras con su ojo a media asta afila paciente los cuchillos para entrar a por las butifarras.

Tal vez algún día la derecha catalana por fin aprenda que cuando se mueve de su centro exacto sólo le espera sangrar.

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