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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Míriam

Salvador Sostres el

El Maravillas
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Cócteles: 10
Bartender (Míriam): 10
Sala: 7

Tengo mis dudas de que beber compense pero si todavía los destilados guardan alguna proporción con la edad que ya tenemos hay que sin duda tomarlos en El Maravillas, bajo el cuidado de Míriam Campa. Hace más de un año que tenía que haberlo contado, pero lo fui dejando y ahora sólo disponemos hasta el viernes 4 de agosto para beber de ella porque luego se marcha al extranjero -lejos, muy lejos- a trabajar. Son pocos días pero los que nunca fueron al Tirsa podrán aprovecharlos para beber como Dios manda por primera vez en sus vidas y los clientes de Manel Tirvió para sumergirse en la ensoñación de recuperar la mejor coctelería que jamás haya conocido la Humanidad.

Míriam Campa es su única heredera y hace un merecido honor a la gloria del Tirsa. Tiene el carácter de Manel y su orgullo puesto en el afán de perfección. Sabe lo que quiere y cómo hacerlo. Su educación es clásica pero su estilo es único. Conoce la tradición pero también los gustos de cada cliente. Su simpatía es legendaria pero sabe marcar los límites.

Todos los cócteles sabe prepararlos con acierto y genio pero la gran aportación que el Tirsa hizo a la historia de la coctelería fue el gintónic british style. Cuando empezaban a proliferar las ensaladas con ginebra y el gintónic empezó a convertirse en la piscina de los delfines para que cualquier majadero lanzara su bolita, el doctor Tirvió fue radicalmente innovador por la vía de regresar a la fórmula original.

Y para innovar -que es hacer algo nuevo con criterio porque sin criterio no es una innovación sino una porquería- es necesario tener la información, es decir, la cultura. Manel sabía que los británicos destinados a la India solían tomar quinina por prescripción médica, como medicina preventiva contra la malaria, sobre todo en las zonas frecuentadas por el mosquito propagador de la enfermedad. La fórmula consistía en mezclar la quinina con agua, aromatizantes para disimular la amargura de la medicina y a menudo también acohol, principalmente ginebra.
El grado de aceptación de la bebida creció muy rápido y ya en 1870 era muy celebrada la mezcla de Indian Quinine Water con ginebra, no sólo como prevención contra el paludismo sino como copa refrescante y social que los colonos británicos siguieron bebiendo y la popularizaron en su regreso a Londres.

Fue a partir de estos conocimientos que Manel entendió que la revolución culta del gintónic tenía que basarse en estilizarlo hasta su sobriedad primera, con las únicas aportaciones modernas del hielo y de un twist de piel de limón -ni zumo de limón ni el limonero entero.

Vaso de tubo no muy largo: es una copa, no un abrevadero y la idea es que el hielo aguante sólido hasta el final del trago sin aguarlo.

El día 4 de agosto, cuando Míriam se marche de El Maravillas, probablemente dejará de tener sentido -y pretexto culto- beber en Barcelona. Los que quieran recordar qué se siente ante un gintónic verdadero tienen nueve días para despedirse con honor de los años en que fuimos.

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