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Las diez y diez

Salvador Sostres el

Hace ya algunos años el exlíder de Esquerra Republicana Carod-Rovira dijo que Dalí había dimitido de su catalanidad por haber expresado su profundo sentimiento español. Dalí es un estado emocional permanente, naturalmente catalán y naturalmente español, de luminosidad ampurdanesa y de proyección universal. Cuando en el último examen de la carrera de Bellas Artes le tocó a Velázquez como tema, abandonó el aula argumentando al tribunal que sabía tanto del autor de Las Meninas, tanto más que cualquiera de ellos, que no eran nadie para poderle examinar. Los tribunales de catalanidad palidecen igualmente ante los genios y ayer supimos casi al mismo tiempo que mientras el independentismo recula en las encuestas del propio gobierno de la Generalitat, el bigote embalsamado de Salvador Dalí continúa marcando las diez y diez tal como cuando fue enterrado. Hay una Cataluña genial, profunda, eterna, capaz de dictar la ley del mundo y su perspectiva. Hay una Cataluña encantadora, irresistible, libre, que con un talento desbordante y letal convierte su progreso en el progreso de la Humanidad. Le preguntaron a Cocteau qué cuadro se llevaría si se incendiara El Prado, y citando una frase clásica contestó: “me llevaría el fuego”. El marido de Gala, allí presente, apostilló: “Dalí se llevaría el aire, nada menos que el aire y específicamente el aire contenido en Las Meninas de Velázquez, que es el aire de mejor calidad que existe”.

Limita con este espíritu de todos los tiempos, con esta alma portadora de todas las almas del mundo, la mediocridad de los que rebuscan propinas en las tumbas eternas para justificar la caducidad de su vida fracasada y la terrible miseria moral de los que condenan a Cataluña a un plus de intemperie bajo el pretexto de querer salvarla. La misma ignorancia que lleva a la los independentistas a odiar a Dalí por sentirse español es la que padecen sobre qué es un Estado, qué representa y cómo se defiende cuando se siente amenazado.

La mala noticia, constatada a lo largo de los siglos, es que ni los genios pueden redimir a los estúpidos. La buena noticia, también confirmada desde el principio por la Creación y sus designios, es que la Belleza permanece en su incorruptible exquisitez: como el bigote de Dalí, magnífico y sereno, marcando para siempre las diez y diez.

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