La señora Merkel resiste porque es conservadora y fiable, fiel a su inteligencia razonadora y consciente de lo perdurable de las categorías fuertes y de que los tiempos mediáticos envuelven el bocadillo de mañana. Ese mañana en el que Cameron amaneció aplastado por el Brexit que él mismo había excitado con la promesa de un estupidísimo referendo; el mundialismo de los Obama y los Clinton arrollado por la realidad nacional de Trump y Hollande ahogado en su mediocridad y en el cinismo corrosivo que es y representa el estatalismo francés.
Sólo la señora Merkel ha resistido a la crisis y al populismo porque ha sabido mantenerse firme en sus convicciones en lugar de buscar el oportunismo de quedar bien todos. Y cuando también su entorno pareció tambalearse insistió en lo que pensaba que era lo correcto y con el tiempo su pueblo ha apreciado los beneficios de su temple: y sobre todo se ha dado cuenta de la trenenda frivolidad de sus adversarios, que cedieron a las alocadas proclamas del tumulto y perdieron el norte del bien común y la indispensable vocación mayoritaria.
Lo mismo hizo Rajoy en España, y por perfectible que sea su gobierno y su partido, resulta más fiable que cualquiera de sus alternativas. La locura marginal del PSOE, el narcisismo de hija de la portera de Ciudadanos y el tercermunudismo venezolano de Podemos convierten al PP -para su propia desgracia- no en el mejor partido político de nuestro país sino en el único, porque el resto no pasan de números circenses previos a la prohibición de los elefantes.
Los atajos de hoy son los cadáveres de las próximas eleccciones generales. Pedro Sánchez y sus 70.000 militantes creen que con el facilismo de la demagogia y del odio llegarán antes a La Moncloa tal como Mas creyó que abrazándose a la CUP conservaría el poder.
Sólo la señora Merkel repite en la foto del G7 y junto con Rajoy son los dos únicos mandatarios renarcables de La Civilización que continúan mandando pese a las dificultades de estos años y a las veleidades de unos contrincantes que más que como gobernantes sólidos y merecedores de la confianza ciudadana, se han comportado como bailarinas acomplejadas.
Los conservadores cuando están quietos y perseveran dibujan su perfil aburrido y parodiable pero la gente tiene mucho más que perder de lo que grita cuando sale a manifestarse y por eso casi siempre les acaba votando.
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