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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Nuestros fiscales

Salvador Sostres el

Si una nueva sospecha de corrupción, fundada o no, llama a la puerta del PP es que es martes. Si el PSOE cambia a la cúpula fiscal cuando llega al poder es democracia y libertad. Si lo hace el Partido Popular es fascismo y oscuridad.

Nunca a Franco le prepararon tanto los salmones como al presidente Rajoy le “preparan” las sesiones de control de los miércoles, envenenando cada martes con los más truculentos asuntos, de comprobación incierta cuando no imposible. Que el PP haya cometido errores, como confiar en personas que han acabado delinquiendo en su nombre, no significa que sea tolerable esta caza al hombre y al partido que está llevando a cabo nuestro sistema judicial turbio, sesgado hasta el sectarismo y que usa su poder para ganar en los tribunales lo que perdieron en las urnas.

Sí, el Fiscal General Maza ha sustituido al Fiscal Anticorrupción y al Fiscal Jefe de la Audiencia Nacional tal como el Fiscal General de Zapatero, Conde-Pumpido, echó a Eduardo Fungairiño y nadie dijo nada: ni el propio Fungairiño, que elegantemente dimitió por cuestiones personales.

No es razonable la distinta vara de medir para lo que hace la derecha y la izquierda y no es presentable que los fiscales tomen represalias judiciales para resolver sus querellas profesionales y políticas. ¿Alguien en su sano juicio puede creerse que al único que Ignacio González mandó mensajes eufóricos fue al ministro de Justicia? ¿Puede ser casualidad que de los fiscales enfadados no paren de salir indicios -tan incendiarios como insustanciales- contra Rafael Catalá? Lo que en el PSOE es casualidad en el PP es herencia del franquismo. Lo que en la izquierda son derechos conquistados en la derecha son derechos de conquista. Es tan escandaloso que hasta los más sectarios tendrían que sentirse ridiculizados en semejante parodia. Para entender qué es y cómo funciona la Justicia en España basta con retener este dato: todos, absolutamente todos los despidos laborales acaban siendo improcedentes. Los acribillados empresarios, machacados a impuestos, multas por casi todo y otros atracos, saben tristemente de qué hablo.

Somos una ciudadanía mejorable, tenemos una clase política perfectible y nosotros los que escribimos podríamos ser menos vanidosos y pedantes. Pero lo de nuestros jueces y fiscales está tan podrido y es tan grave que no basta con una reforma opinable sino que se precisa el más incisivo bisturí, mano firme, y muchas bolsas de sangre sana preparadas.

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