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Blogs French 75 por Salvador Sostres

El Barça factura al Osasuna

Salvador Sostres el

Osasuna siempre ha sido mi segundo equipo, por noble y batallador, por un cierto espíritu inglés, por el Cuco Ziganda y porque el chófer Miguel Ángel de mi abuela era del Osasuna y era un señor que me caía francamente bien. Así que la idea de mandarlo a Segunda no me hacía ninguna ilusión, pero estaba claro que los tres puntos los necesitábamos. Confraternizar con el servicio nos acaba volviendo rehenes de un sentimentalismo desordenado que luego nos lo hace todo muy incómodo. Es como vivir en el campo y adoptar de mascota a un animalillo destinado a la matanza; está servido el drama.

André Gomes salió tan elegante y fallón como siempre, acrecentando si cabe la leyenda de su despropósito con pases fallidos, transiciones desafortunadas
y una falta de precisión de partido de pachanga. Quien no falló fue Messi, que aprovechó un error trágico de Fausto, corrió hacia Sirigu y cuando lo tuvo a la distancia que halló inoportuna le elevó el balón para conseguir su gol 501 como jugador azulgrana. El argentino dio gracias a Dios y a su familia, que había acudido al estadio. Se agradece un poco de higiene cristiana en estos tiempos tan descreídos y vulgares. Lenta la lluvia empezó a caer sobre el Camp Nou, insólitamente vacío. Poco más de media entrada. Frío.

Osasuna no acababa de comparecer pero el Barça atacaba con la luz apagada. Sólo Messi generaba expectativas de algo y el público le aplaudía cada vez que tocaba el balón para expresarle su gratitud por lo del Bernabéu. Los de Pamplona, por exigencias televisivas, vestían camiseta naranja y pantalón blanco: estaban irreconocibles. El partido era un monólogo del Barça, pero un monólogo poco brillante. Hasta el fútbol puede ser aburrido si el talento no nos recuerda que estamos hechos a la semejanza de nuestro Creador. Sopor. Y quien nos hizo regresar a la tensión fue André Gomes, rematando de bolea un buen centro de Rakitic. Buen gol del portugués, que llevaba cuatro balones perdidos y una racha estrepitosa que prácticamente le sitúa fuera del equipo. Efusivas felicitaciones de sus compañeros, conscientes de su calvario.

En la reanudación, magnífico gol de falta de Roberto Torres. Buenas noticias -y parecía imposible- para Pamplona. Ter Stegen se la comió, dejando desprotegido su palo, tal vez porque Torres con el movimiento del cuerpo le engañó, simulando que apuntaba al lado contrario. Osasuna tensaba el partido y el Barça se veía obligado a algo más que a pasear para asegurarse los tres puntos. Mi segundo equipo se vino arriba e intentó ir a por el empate. A mi primer equipo empezaba a desperezarse pero le costaba. Piqué casi consigue el tercero primero de cabeza y luego de un disparo que fue al palo, pero quien realmente lo consiguió fue André Gomes, que parecía tener su noche de reconciliación con la afición, que le aplaudió. Me alegro por el pobre chico. Pero cuando pinchas en la Champions y te luces contra Osasuna tu equipo no es el Barça.

Quien sí se quedará en Barcelona será Messi, que desde el balcón del área marcó el cuarto ajustando el balón al palo en hermosa parábola. Justo después fue sustituido por Aleñá y el Camp Nou coreó su nombre y le ovacionó como diciéndole que su único amor es él. Sin solución de continuidad, Alcácer consiguió el quinto con más fortuna que estilo. En el 65 Digne fue objeto de un claro penalti y aunque por galones le correspondía tirarlo a Rakitic, el croata se lo ofreció generosamente a Mascherano, que tras 319 partidos consiguió su primer gol como azulgrana. Alguien quiso ver en esta anécdota que el vestuario es consciente de que el argentino está jugando sus últimos minutos con el Barça y la grada le tributó un homenaje que efectivamente pareció una despedida. También la noche fue propicia para Paco Alcácer, que en el 85 marcó su segundo gol y el séptimo del equipo.

Osasuna -lo siento- sólo tuvo dos minutos.

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