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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Populistas y patanes

Salvador Sostres el

Hay un populismo que es llamar “populismo” a todo lo que no nos gusta. Pedro Sánchez, que además de un incapaz es un patán muy en la línea de Quico Homs, dijo el domingo donde Évole que se arrepentía de haberle llamado “populista” a Podemos, cuando hacía mucho tiempo que no veíamos algo tan populista como el partido de Pablo Iglesias. Pedro Sánchez es tan burro que ni cuando rectifica tiene razón.

Pero lamentablemente, lo de llamar “populista” a tus enemigos ha banalizado de tal modo este concepto que podría parecer que la amenaza del populismo ha desaparecido, y nada es menos cierto. Todo iba bien hasta que la izquierda se apoderó de la palabra, la ensució y la retorció -just like so many times before- para usarla como otra más de sus armas, mezclándola con otro gran concepto como es el de la “extrema derecha”, y la muletilla ya muy gastada, aunque todavía vigente, del “neoliberalismo salvaje”.

Todo ello junto y revuelto le ha caído al Partido de la Libertad de Austria, que de extrema derecha no tiene nada, y de populista menos; o a Víktor Orban en Hungría, por el acertado hecho de discutir las cuotas de inmigrantes que pretendía imponer e imponerle Angela Merkel, que en este particular se ha comportado como una auténtica populista, probablemente por la influencia de las enseñanzas de su padre, el pastor protestante Horst Kasner.

Pero contra quien más ha disparado la izquierda estos falsos conceptos, sin duda ha sido contra el candidato Donald Trump, que por cierto va a ganar las elecciones de la semana que viene y va a demostrar que la izquierda española -y la europea- continúan desconociendo calamitosamente lo que son y cómo son los Estados Unidos de América. Trump no es un populista, ni es de extrema nada, ni es neoliberal “salvaje”. Ni siquiera es neoliberal, como sí lo es su rival. El señor Trump es un bocazas y un hortera, pero nada de lo que ha dicho durante esta campaña electoral ha sido descabellado, en especial sus reflexiones sobre hombres y mujeres. Por mucho que las perritas falderas de siempre se hayan escandalizado, la verdad reluce y queda. Otrosí, que las feministas y los de la corrección política anden con él rabiosos y excitados es garantía inequívoca de que estamos ante un gran candidato.

Populista -y cosas peores- fue la señora Clinton, promoviendo las primaveras árabes que nos llevaron al desequilibrio del mundo. Contribuyó, y nunca se lo perdonaremos, a la caída de nuestro magnífico Mubby, y al subsiguiente caos en Egipto. Neoliberal, o mejor dicho, ultraliberal lo es mucho más Hillary que Trump. Si Hillary trabaja para favorecer a los que los cursis llaman “las élites depredadoras”, que son las que controlan los grandes medios de comunicación, descaradamente contrarios al candidato republicano; Trump es un defensor de la clase media, “a la que promete proteger sus puestos de trabajo, fuertemente amenazados por la globalización descontrolada o la manipulación de los tipos de cambio como hace China”, como muy bien explica Roberto Centeno, a quien también se acusa de ultraderechista por no doblegarse a las estupideces de la izquierda.

Hay un populismo que es llamar populista a cualquiera que no adore a esa condesa de látex que es la corrección política; hay un populismo que ante lo que no le gusta -o ante lo que no entiende- grita “¡populista!”, para no tener que salirse de su zona de confort de tópicos y lugares comunes que es asombroso el éxito que todavía tienen si pensamos que fracasaron siempre.

Puede que Trump no gane el martes. Pero habrá valido la pena aunque sólo sea por el susto que les habrá dado a esta interminable banda de patanes.

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