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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Cataluña, País Vasco y el precio que hay que pagar

Salvador Sostres el

La fallecida Muriel Casals tuvo, ya como presidenta de Òmnium, la idea de que Cataluña renunciara a su autonomía para ejemplificar que “no sirve para nada” e insistir de este modo en la propaganda secesionista, y aunque evidentemente nadie le saludó la ocurrencia, es verdad que el independentismo basa su estrategia en que los catalanes se crean que su autogobierno es una pantomima y que vivir en España conduce a la asfixia.

El PNV de Íñigo Urkullu está en el proceso contrario tras el fracaso de Ibarretxe, que también creía que la autonomía no servía para nada, y que llevó al límite de la tensión la convivencia entre los vascos además de propiciar que su partido pasara por primera vez a la oposición desde la recuperación de la democracia.

A diferencia de Convergència, que en su alocado afán por echarse al monte ha acabado sin nombre, sin vida inteligente entre sus cuadros, y casi sin votantes; el PNV abandonó a su propio lehendakari, aceptó sin estridencias que Patxi López gobernara con el apoyo incondicional del PP -un apoyo que por cierto nunca se ha visto en el sentido contrario- y aprendió en la oposición la lección de los excesos, hasta que Íñigo Urkullu ganó las elecciones poniendo en valor lo mucho que la autonomía le aporta a sus conciudadanos y la suprema importancia de no ponerlo en riesgo.

En este sentido fue significativa una conversción que tuvo con Josep Antoni Duran i Lleida, cuando CiU todavía existía pero Mas ya había empezado a resbalabar por el tobogán de intentar parecerse a Esquerra y del enfrentamiento total con el presidente Rajoy. “Os equivocáis”, le dijo el lehendakari, “el enemigo no es el PP ni el PSOE. El PP y el PSOE son con los que pactamos cuando están en el Gobierno. Nuestro enemigo es Bildu y el vuestro, Esquerra”.

Duran no podía estar más de acuerdo con su interlocutor, pero no pudo corregir la deriva de Mas y CiU saltó por los aires. Urkullu siguió su camino, procurando sacar partido de cada escenario, y ha llegado a este domingo electoral con unos pronósticos electorales que no sólo le dan la victoria sino que sugieren que podrá elegir socio para gobernar. Convergència, en cambio, ha perdido el nombre y la camisa, y todo parece indicar que Oriol Junqueras será el próximo presidente de la Generalitat.

¿Y qué necesidad había? Cualquiera que viva en Barcelona o en San Sebastián, en Gerona o en Bilbao, en Verges o en Oyarzun, sabe perfectamente lo mucho que la autonomía y sus prestaciones han ayudado, y aunque es verdad que Cataluña no tiene el concierto económico del País Vasco -porque Miquel Roca lo rechazó cuando graciosamente se lo ofrecieron-, también es irrefutable que uno de los grandes motivos por los que Cataluña nunca será independiente es porque no bajará a la arena de lo que tendría que hacer para lograrlo: y si cada vez que se cuentan los asistentes a la manifestación de la Diada se contaran también los catalanes que hay en las playas, la radiografía de lo que en realidad quieren “los catalanes”.

Exactamente lo mismo sucede en Euskadi. No hace falta ser vasco para darse cuenta y comprobar, cuando vas a visitarles, que es mucho más inteligente conservar lo tantísimo que tienen que quemar carísimas naves para acabar igualmente quedándose sin lo que no consiguieron ni matando.

Cualquier indignación es exagerada en un País Vasco donde todo o casi todo es hermoso, fértil y próspero; y lo es además sin contradicción desde que ETA se rindió. Ahora están estos chicos entre Bildu y Podemos, con más problemas personales que legítimas reivindicaciones políticas. Habrá que incorporarlos al sistema y ponerlos a trabajar, como a la legión de catalanistas que han vivido del “procesismo” y a los que habrá que canalizar cuando se topen con la realidad y dejen de tocar la pandereta.

No hay mejor antídoto contra el fanatismo que el bienestar, sobretodo para pueblos que están mucho más interesados en tener razón que en ganar, en regodearse en su superioridad moral que en vivir sin otro escrúpulo que la independencia, que es como de verdad se puede llegar a romper un Estado. No es el caso de Cataluña ni del País Vasco, que prefieren mil veces vivir de la queja de ser españoles que pagar el precio para dejar de serlo.

Urkullu ya lo sabe, basta con ver lo que está haciendo. Junqueras lo descubrirá el año que viene. Al final lo arreglaremos con unos cuantos sueldos de 1.200 euros para que los “ni-nis” de la independencia dejen de enredar. ¡Qué baratos nos acaban saliendo siempre los que dicen que ellos nunca se dejarán comprar!

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