Si el presidente Rajoy no tiene el voto de Ciudadanos y la abstención del PSOE debe abstenerse de acudir a la investidura. Por respeto al Rey y por respeto a los españoles. Que Pedro Sánchez quisiera jugar con nosotros con aquel fallido y ridículo intento de investidura que ya se veía que no iba a ninguna parte, no significa que el presidente del Gobierno tenga que rebajarse a hacer el monigote para contentar a la grada.
A nadie que tenga dos dedos de frente se le puede escapar que el texto de la rueda de prensa que dio Rajoy anunciando que aceptaba con condiciones el encargo de la investidura, lo leyó el Rey con anterioridad, de modo que ni hubo trampa ni hubo engaño.
Con 137 diputados y la negativa de los demás no puede uno ni soñar la investidura, pero tampoco tiene que ofrecerse al linchamiento de los que pretenden asaltar el poder con todavía menos escaños.
Nuestras instituciones han sido ya suficientemente pisoteadas como para que tenga que contribuir a su descrédito ni más ni menos que el presidente del Gobierno. Los que tantas lecciones dan de democracia, podrían demostrarlas estando a la altura de las circunstancias, pactando con el ganador de las elecciones las cesiones y concesiones que hagan falta, y permitiendo que de una vez el Gobierno se pueda poner a trabajar para consolidar la recuperación económica, que a tantas personas ha aliviado.
Lo demás es comedia, ganas de hacernos perder el tiempo, triquiñuelas de presumidos que sólo piensan en ellos mismos y que no tienen ni idea de cómo funciona un Estado; y tanta, tanta, tanta tantísima irresponsabilidad de los que nunca han hecho nada y han tenido todos los gastos pagados.
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