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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Los asesinos de Rajoy

Salvador Sostres el

Dos resentimientos fundamentales alumbran la miseria moral del pueblo español. El primero es el de los asesinos de Franco y el segundo es el de los asesinos de Rajoy.

Franco murió en la cama y sus asesinos, los de la izquierda antifranquista, comunista y más totalitaria que el Régimen, no sólo hicieron el ridículo de no conseguir su objetivo, sino que fueron tan brutos y miserables que cualquiera que no sea un ignorante ha podido darse cuenta, con el tiempo, de que la Guerra Civil no la ganó el peor bando.

Los asesinos de Rajoy han asistido también, con toda su impotencia, y con todo su resquemor, a la evidencia de que no sólo el presidente continúa perfectamente vivo, sino que ellos están bastante peor. Los socialistas, con Pedro Sánchez a la cabeza, han sido doblemente despreciados por los españoles, y aunque todavía se crean con derecho a dar lecciones, el ridículo que están haciendo es tan espantoso como el que hicieron durante el antifranquismo; y han dejado la izquierda en manos de Podemos como durante la dictadura la dejaron en manos del Partido Comunista, y no tienen ni una sola idea ni atractiva ni válida que les permita reformularse, reinventarse o lo que sea que les permita escapar de su tedioso charco de irrelevancia. Un Sánchez rabioso intenta a la desesperada llegar a acuerdos imposibles con Iglesias y con los independentistas. El PSOE es mucha desorientación y mucha rabia. Asesinos de Rajoy, asesinos de Franco.

Ciudadanos, con Albert ensimismado en su espejito mágico, se veían vencedores en el primer asalto y se tuvieron que conformar con 40 tristes diputados, que administraron tan mal, y de un modo tan mediocre y traicionero con sus propios votantes, que en la repetición electoral se quedaron con 32. Es tal la pataleta de niño mimado de Albert, es tal el odio contra el mundo que le provoca que su espejito le diga que no es la más bella, que se comporta como una madrastra intentando pactar “contra natura” con los socialistas, que es lo mismo que intentar asesinar a Blancanieves. ¿De qué honradez, de qué transparencia, de qué regeneración democrática podrá presumir a partir de ahora Albert, después de haber intentado condenar a los españoles a un gobierno presidido por la inmensa nulidad intelectual y moral de Pedro Sánchez, e integrado por el PSOE, el partido más tóxico de nuestra democracia? ¿No es esto corrupción, no es ésta la más terrible y abyecta corrupción, aceptar el precio de devolver a España a la crisis y al al atraso por un ataque de cuernos mal llevado? Albert, el presumido enfadado. De insigne asesino de Rajoy, a patético rabiosín al que el resentimiento no le deja ver que todavía puede perder mucho más, y hacer un ridículo más grave, aunque haya protagonizado ya espectáculos que en cualquier otra persona serían difícilmente superables.

Pero mis asesinos preferidos son los intelectuales. Los de la izquierda también, pero estos son los tontos habituales, que en todo se equivocan y se han equivocado.

Los que en verdad me apasionan son los que van de liberales, y no son más que unas histéricas. Algunos fueron comunistas durante el franquismo -histéricas, histéricas- y ahora continúan instalados en el totalitarismo con el liberalismo como pretexto, tan falso.

Estos son los que más hicieron porque Rajoy cayera, los que más le insultaron, los que desde su misma -o parecida- posición ideológica quisieron “cargárselo” para aupar a Ciudadanos y que Albert les debiera la vida. ¡Qué estrepitoso fracaso! ¡Qué ridículo tan extraordinario!

Gallitos tullidos de amaneceres que nunca llegaron, son los que querrían que Rajoy no fuera presidente aunque ello supusiera que Podemos entrara en el gobierno. Es el resentimiento más brutal, el que puede destruir países, familias o proyectos desde dentro, desde las propias entrañas, con mucha más eficacia que cualquier enemigo armado.

España entre dos resentimientos, entre tanto rabioso que siempre perdió y que sigue intentando ganar los partidos cuando ya han terminado, y que con su odio venenoso todo se lo llevarían por delante. Éste es el el auténtico atraso de España, el que no nos permite avanzar, el que nos mantiene atados a la cueva, el que nos aleja del progreso, de la higiene moral, y de la prosperidad.

Asesinos fallidos, iracundos, fracasados. Invertebrados haters sin otra causa que la de su insufrible vanidad herida: es esta España amarilla, biliar, sin esperanza.

Los asesinos de Rajoy. Por suerte perdieron, como los de Franco. Pero ¡es tan frágil el equilibrio y tan incendiaria la pulsión de la barbarie! Salvados, sí. Pero sólo de momento, y por la campana.

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