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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Volvemos

Salvador Sostres el

Anna me ha dicho que si tú y tu esposa volvierais a Barcelona estaría encantada de que formarais parte de nuestras vidas. “Cenaríamos mucho”. Es curioso como dicen a veces nuestras mujeres las cosas. Me lo ha dicho así, esta mañana en el hotel, mientras yo trataba de escribir algo y ella hacía las maletas.

Digo que es curioso que me haya dicho esto sobre ti, y sobre tu mujer, que mejor no le pudo caer, porque es la sensación exacta que yo tuve a la salida del restaurante, aunque en el taxi sólo supe decir que me lo había pasado muy bien.

Ahora hacía años que no teníamos una noche tan agradable. Cuando hace dos veranos nos vimos en Barcelona estuvo bien, pero sólo superficialmente bien; estuvo bien como dos equipos que salen a empatar, y a cero, con más miedo a que su estrella caiga lesionada que esperanza en la victoria. Mira si estoy contento que hasta acabo de permitirme una metáfora futbolística, que espero que no me tengas en cuenta.

Aquel par de noches en Barcelona fueron no más que un tanteo, algo un punto forzado que ya fue mucho que no terminara mal. Ayer fue para mí muy distinto. Mientras la noche fluía, fluían también los sentimientos como si no hubiera habido vacío ni hubiera pasado el tiempo, y se me hicieron otra vez obvias las razones por las que empecé a quererte, y esa alegría; y parecían menores hasta la insignificancia los motivos -¿qué motivos?- que nos distanciaron.

Tenía que haberlo dicho yo, lo que mi mujer me ha dicho esta mañana, pero estaba tan a gusto, y disfrutando de un modo tan absoluto de la velada, que ni tuve tiempo para pensarlo. Te juro que ni un sólo instante durante la cena pensé que acabaría escribiendo este artículo, porque estuve demasiado ocupado pasándolo bien, y para que yo no piense en el artículo que hay en lo que en cada momento vivo, tengo que estar pasándolo -y tú lo sabes- realmente bien.

Si Manhattan me pareció excesiva para la edad que ya tengo, demasiado destartalada ahora que ya nada temo más que mis cuidados, pienso que tal vez nuestra amistad, para ser perfecta, necesitaba una edad que no teníamos; una madurez, o mejor dicho, una maduración que nos hiciera capaces de decantar las impurezas con más paciencia, con más amor, ese amor que parece secundario pero que es de una gran ternura y que surge de haber podido constatar que tus defectos -y espero que para ti los míos- no son ni de largo lo más exasperante in this crazy world, y que en cambio la calidad de tu hi-fi -y te lo digo en científico porque la comprobación ha sido también científica- es mucho más inusual, y con los años cuesta acostumbrarse a menos de lo que una vez tuviste. No digo que entonces no tuviéramos momentos de perfección, porque los tuvimos, pero creo que dos como tú y yo, si se quieren y se admiran sólo por las virtudes, al final no funciona porque somos demasiado inteligentes para no anticipar el pequeño fraude, la disimulada mediocridad que hay días que no es tan diminuta como la querríamos imaginar, la tara de la soledad, el ansia que es la misma y que por eso podemos ver cómo nos desfigura aunque los demás no sepan de qué estamos hablando. Dos como tú y yo, hasta que no descubren la compasión, la piedad, y lo jodidamente vulgar que es la vida sin el talento que da sentido a la verdad, no pueden quererse como ayer te quise por primera vez; yo a mis cuarenta años, con mi mujer y mi hija, y tú con tu esposa, que pronto seréis padres.

El avión está a punto de despegar y siento dejarte atrás. Mañana tendré ganas de almorzar contigo y alguien me recordará lo que te dije y lo que no te dije cuando hacíamos ver que no nos queríamos demasiado, porque la velocidad a la que la gente establece sus conexiones mentales es de correo ordinario en la era del 4G. Hay que ser comprensivos. Mañana tendré ganas de almorzar contigo, y serán unas ganas sinceras, incluso descontando mi épica de lo excesivo, mis súbitas expansiones de nuevo rico en euforias, and you know, ese gusto algo cursi por que rimen las canciones.

O sea que, en el fondo, nada nuevo. Tal vez algo, pero poco. Se ha terminado el recreo. Me ha costado un poco, lo siento. Volvemos.

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