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Nos ha caído Panamá (Leído en Herrera en COPE)

Salvador Sostres el

Asistimos al final de un mundo que ha sido extraordinario. Un mundo delimitado por las clases socialies pero dinamizado por el esfuerzo personal; basado en la Ley pero matizado por los paraísos fiscales. Hasta hace dos días, el blanqueo de capitales era una hipérbole que sólo se aplicaba al dinero procedente del narcotráfico y de la trata de blancas. Those were the days cuando teníamos confesor en lugar de psiquiatra e íbamos a Ginebra siempre entre semana, a ver lo nuestro cómo estaba.

A mí me gustaba pellizcar algo, tampoco demasiado, para tomar el TGV de las 15:30 a París, y poder hacer un par de benéficas antes de volver a casa. Hoy Ginebra parece un supermercado de clase media baja, colapsado de espías de Hacienda.

Somos ya las últimas viudas de un mundo en que los ricos lo pagaban todo pero se les dejaba respirar; un mundo en que los pobres podían vivir sin hacer nada, pero ese nada incluía no molestar. Un mundo que guardaba las formas pero con espacio detrás del escenario de la gran farsa para poder pasear con el pie cambiado.

Este mundo se hunde sin remedio y los bárbaros han llegado hasta Panamá, donde todo lo teníamos tan bien organizado. Hasta Panamá ha caído, que era nuestro secreto mejor guardado. Un mundo sin secretos no es un mundo, sino una cama redonda en un burdel sin normas y sin horarios.

No voy a negar que hemos perdido. Ni que la turba nos ha ganado imponiendo su paradigma, y sobre todo, sus modales. Pero dentro de no demasiado tiempo volverá a haber una aristocracia, con sus secretos muy bien guardados, una aristocracia formada por muchos de los que hoy juegan a bárbaros y que van a volverse los más reaccionarios.

Porque las masas son botellas que se llenan con el uso, domésticas sin otro instinto que el de servir, conductores que no saben imaginar ningún destino sin la ruta de cada mañana.

Los que aspiran a cambiar el mundo, que sepan que como mucho van a sustituirlo. Ésta es nuestra victoria, y es de fondo la única que importa, aunque si he de ser sincero, me deprimen hasta tal punto los esfuerzos que me obligáis a hacer para volver a adaptarme que no sé ni si la diversión de volveros a someter va a ser una compensación suficiente.

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