A lo nuevo hay que darle tiempo, hasta que no lo sea. Hay que ir al Ritz y dejar de buscar soluciones mágicas. Lo nuevo es de horteras y la derecha es la heroicidad de lo que permanece. No creas que mucho cambiar va a librarte de quién eres. Más bien acéptalo y da las gracias y no te quejes.
Hay que ir al Ritz, y vivir para pagarlo es una misión que ennoblece. Hay que crecer en el movimiento de no moverse, que no es un juego de palabras sino lo mucho que hay que hacer para no acabar como un pobre imbécil a merced del último griterío que haya logrado imponerse. Hay que ser valiente, hay que ir a Bel. Hay que rendir tributo a la gran belleza del mundo y agradecer la luz que nos ha traído hasta aquí.
Hay que salir al encuentro de lo que nos sobrevuela y afirmarnos en este intento. Hay que aguantar el tirón, no responder jamás a los insultos, ser de derechas como quien todo lo comprende y extiende su manto de piedad sobre el gran dolor del mundo.
Lo novedoso es lo que no cuesta ningún esfuerzo, lo que no se basa en ninguna exigencia, lo que no ha conocido la caricia de los años ni de la verdad resbalando sobre su piel cansada. Hay que ir al Ritz, a Bel, a misa, “usted como actor no puede entrar”, le dijeron a James Stewart en el Ritz de Madrid, “porque para furcias y toreros ya está el Palace”. “Pero es que yo soy oficial del ejército americano”, solemne, respondió, y le dejaron pasar, como a la aristocracia madrileña de palacios destrozados por la guerra, como a cualquier turista de chancla y camiseta hoy que en nombre de la democracia hemos renunciado a las categorías técnicas.
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