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Blogs La viga en el ojo por Fredy Massad

Meditar y escribir. Entrevista a Santiago de Molina

Meditar y escribir. Entrevista a Santiago de Molina
Fredy Massad el

El blog múltiples estrategias de arquitectura surgió como fruto de la inquietud de Santiago de Molina por poder extender el aprendizaje de la arquitectura fuera de los límites del aula. «Como restos de clases, apéndices» fueron surgiendo textos en los que de Molina reflexiona, medita, sobre «los mecanismos y procedimientos internos de la generación de la forma de la arquitectura».

Una selección de esos escritos ha sido publicada recientemente en un volumen a través de Ediciones Asimétricas. Clasificados en veintinueve conceptos, susceptibles de ser leídos en continuidad o bien «a saltos», cada uno de ellos es una lección erudita e inteligente, transmitida con suma delicadeza, que inspira a recorrer hacia lo profundo del propio pensamiento, abriendo preguntas e ideas.       

La ocasión da pie a conversar con este arquitecto en torno al ejercicio de pensar y escribir sobre la arquitectura.

Uno de los textos que incluye el volumen, Arquitecturas simuladas, aborda la simulación que altera «la causa de la arquitectura». Habla de una realidad que acaba viéndose obligada a asemejarse a la seductora simulación que posibilitan las actuales técnicas de representación, que muestran al edificio en su estado final. «El presente ya no anticipa un futuro puesto que amputa a priori el mismo proceso de gestación de una obra, donde los inconvenientes y dificultades constructivas y técnicas lograban desplegar la forma de nuevos desarrollos», escribes.

Quisiera relacionar de alguna forma esta visión, que comparto, con el hecho de escribir y pensar dentro de ese contexto de simulación, de efectismos, de urgencia… En contraposición a esto último, el conjunto de tus escritos, aun en su brevedad de extensión y su origen como publicaciones en un blog (lo que les permite una cierta inmediatez),  parece cobijar una reivindicación del pensar desde el sosiego, desde la serenidad, desde la contemplación inquieta.

¿Crees que dentro del ámbito de la opinión, de la reflexión existe una simulación comparable, se encubre la inexistencia de un verdadero ejercicio del pensamiento? Frente, o en oposición a, esta sinergia de la prisa y de la necesidad del impacto directo e inmediato, ¿proveería de esta actitud de calma de una particular forma de libertad para analizar, para meditar…para generar ideas, conceptos capaces de imbuirse de una cierta permanencia para que contribuyan a construir la «forma de nuevos desarrollos», también  para el pensamiento sobre la arquitectura?

Aunque sea una obviedad, las palabras arquitectura y prisa son contradictorias. Conviene subrayarlo. Es tal el tiempo de desarrollo de la arquitectura, de gestación y de construcción, que la prisa solo parece posible en el momento de su consumo como imagen. Sin embargo esa urgencia, la inmediatez de las redes y las publicaciones parecen distorsionar esa realidad palpable. Creo que la calma provee, como tú dices, de libertad. La calma permite que el pensamiento y las obras se decanten.

Aprecio mucho los procesos de maduración de las cosas, desde los objetos cotidianos, de un simple texto, de la arquitectura o, si me apuras y siendo más prosaico, del vino. Me interesan porque el tiempo y la exigencia de reposo les añaden valor y posibilidad de mejora. En los “posos” se concentra mucha de la verdadera profundidad del pensamiento de la arquitectura.

De hecho, y tal vez exagerando, son los posos los que construyen los sabores de las obras, los que imponen el tono general. Es decir, veo en esa especie de calma el único modo de “contemplación” y de pensamiento posible para alguien que quiera seguir llamándose arquitecto en el sentido que este oficio tuvo en el pasado. Sin embargo vivimos atenazados por esta cuestión y el modo en que se produce la difusión de la arquitectura. ¿Cómo ser capaces de producir espacios de sosiego y de pensamiento en medios que no parecen adecuados para esto?. Esta pregunta seguramente es el problema fundamental al que se enfrenta cualquiera que publique. (De hecho es más que probable que ya con un texto de esta extensión muchos lectores hayan abandonado nuestra conversación, o saltado al último párrafo, en una lectura diagonal). Decíamos, ¿cómo huir de la superficialidad en un medio que tiende a la superficialidad?

El libro que ha publicado Ediciones Asimétricas es una traslación de material digital a un soporte físico. ¿Qué significación tiene ese paso? ¿Transforma de alguna manera la dimensión de estos escritos escogidos para el volumen? ¿Supone proponer otra forma de lectura o de permanencia para ellos?

En mi caso el paso de esos textos al libro es un regalo, por muchos motivos. Por un lado porque la mera recopilación y organización de los textos me ha permitido imaginarlos como si ya no fuesen míos. El hecho de publicarlos inicialmente en red tiene algo de liberador. Retomarlos después te permite contemplarlos como piezas con las que poder jugar y tratar de abordar la construcción de un conjunto con aspiraciones de unidad. Ver los textos con algo de distancia y reescribirlos tiene que ver, por tanto, con la decantación de la que hablábamos al principio. Tú señalas además el tema de la permanencia. Es curiosa la imposibilidad de olvido que nos muestra internet a diario, donde borrar una información o un dato es una tarea heroica, y no obstante confiamos aun en la probada permanencia del papel como lugar de la memoria, como archivo, más fiable en el tiempo. (Más incluso, que la propia arquitectura).

Podría decirse que, aun en su aparente similitud, se distinguen varias categorías de textos entre los que componen el volumen. Algunos podrían denominarse «piezas», ya que –aun en su breve extensión−constituyen la elaboración completa de un pensamiento. En otros casos, la sustancia del texto parece ser la del apunte o la anotación –un esbozo de unas líneas claras y concretas, sugerencias, divagaciones que surgen e de un hilo de pensamiento−, y en otros la del fragmento –una porción elaborada de un pensamiento−.  ¿Sería esto así? ¿Efectúas algún tipo de distinción entre el carácter de tus escritos?

La verdad es que la taxonomía que estableces no me la he planteado. Siempre he visto cada uno de los textos como fragmentos. Aunque es interesante esa clasificación que propones en torno a su posibilidad de desarrollo, creo que todos conforman una colección de miradas fragmentarias que, de tener valor, lo tienen por su carácter, sin más. Casi como las cuentas de un collar. Por separado pueden tener el valor de un cierto brillo individual, pero es su conjunto lo que las hace valiosas.

Lucien Hervé, Las manos de Le Corbusier, en el cabañon de Cap-Martín.

 

Mencionas a Italo Calvino recalcando que se trata de una figura a la que «la arquitectura debe tanto». ¿En qué sentido consideras a Calvino y otras figuras, externas a la arquitectura, particularmente relevantes?

Seguramente estamos de acuerdo en el valor de la obra de Calvino como escritor. Su importancia para la arquitectura es más incierta, claro, pero no así el interés de sus textos para la formación de generaciones de arquitectos. Sin entrar en un análisis de su obra desde el punto de vista estrictamente literario, desde Las ciudades invisibles, El barón rampante, las Cosmicómicas, sus escritos reunidos en Colección de arena o sus Seis propuestas para el próximo milenio me parecen ejemplos de ensoñación y a la vez de coherencia muy útiles para un arquitecto joven y para la enseñanza. O dicho de otro modo, creo entonces y después de lo dicho antes, que es posible ver en otras disciplinas sugerencias y riquezas, incluso cierta capacidad de provocar ensoñaciones, pero no creo en la eficacia de la trasposición de sus métodos o sus formas de la manera en que se ha producido en el pasado cambio de siglo. Sin embargo no soy capaz de culpar a la hibridación disciplinar de ser el origen de los males de esa arquitectura que hemos padecido. Es un problema, -como el de la propia arquitectura-, de “cómos”, no de “qués”.

¿Cómo encontrar el nivel de sinceridad, coherencia, a la hora de manejar las referencias procedentes de la poesía, o de un campo más profundo de lo subjetivo – como las que aparecen a lo largo de tus escritos? En otras palabras, ¿cómo evitar el riesgo de incurrir en la complacencia o la trampa a la que éstas pueden inducir – cómo ir hacia una profundidad auténtica, no una que quede camuflada entre el juego de palabras altisonantes o una apariencia de complejidad?

 Seguramente esta es la cuestión más incisiva y difícil de contestar por cuanto atañe a lo más personal. ¿Cómo pensar en la arquitectura sin dejarse atrapar por el encanto del propio lenguaje?, ¿cómo huir del estilo a la hora de escribir sobre arquitectura? En mi caso se trata de una cuestión puramente práctica. El forzar la escritura hacia imágenes y formas que no son propias de la exposición de las ideas de la arquitectura, y que la acercan a territorios de otro orden es un recurso eficaz frente al contexto de velocidad y superficialidad que impone la lectura en el mundo digital. Si el contexto de la red parece reclamar textos cortos, mi postura consciente fue la de ofrecer esos textos cortos pero emplear un lenguaje que requiriera de mayor calma para su comprensión real. Efectivamente puede acusarse al resultado de haber logrado esa calma a costa de dar la sensación de una falsa profundidad.

Es un tema verdaderamente complejo el de la profundidad. Creo que hay profundidad en las cosas más obvias y basta contemplarlas con tiempo para cerciorarse de ello. Es decir, creo que hay profundidad en la forma de ver las cosas más que en las cosas mismas. Tal vez me equivoque.

Al hilo de tu respuesta: creo que no hay en tus escritos nada de falsa profundidad. Al contrario, logran transmitir una sensación de profundidad sincera, honesta. Planteas en alguno de los textos el hecho de imbricar la arquitectura con otros campos, eso que en uno de ellos denominas Intercambios, señalando cómo filosofía, sociología o biología no han acabado siendo sino ‘sugerencias que apenas han logrado traspasar la gruesa piel disciplinar de la arquitectura’. En ese mismo texto señalas que «cuando la sabiduría aún era posible, los trasvases entre disciplinas eran moneda de cambio habitual. La verdadera hibridación disciplinar es cosa del pasado».

¿Crees que, de alguna manera, esos ejercicios de hibridación entre arquitectura y otras disciplinas del conocimiento o la creación, que finalmente en gran medida no han sido ni están siendo más superficialidad o postura, han contribuido a generar el estado de crisis en el pensamiento de la arquitectura que existe en este momento – donde parece prevalecer un «todo vale», un aplauso a la banalidad mientras venga convenientemente adornada de parafernalia pseudo-intelectual o pseudo-artística?

El discurso de la arquitectura ha estado muy contaminado desde hace mucho tiempo. Hoy contemplamos todas esas injerencias que nombras con escepticismo. En mal lugar queda la aportación de filósofos como Derrida o Deleuze, por ejemplo, si la interpretamos desde lo que algún arquitecto ha producido con ellas como excusa. Las aportaciones de Tafuri o Robin Evans o Wittkower o Banham, por nombrar casos disonantes pero concretos, a la larga han resultado más productivas que toda la injerencia de la semiótica y la lingüística de Chomsky o los trabajos de Lacan… Bien es cierto que esto lo estamos diciendo con la perspectiva que dan los hechos y el tiempo. Por mi parte pienso que los lugares más ricos para el pensamiento de la arquitectura han llegado con verdadera eficacia desde la propia arquitectura. Esto, que se ha entendido durante mucho tiempo como una forma de ensimismamiento disciplinar, hoy se ha vuelto subversivo. Pensar el dibujo o la construcción, o incluso la propia historia de la arquitectura desde sus lógicas es y será una fuente de riqueza. Existen formas de pensamiento de la arquitectura desde la propia disciplina aun inexploradas.

Francesco del Cossa, Fragmento de “Santa Lucia”, 1473-74. (Kress Collection)

 

Retomaríamos en esta pregunta un aspecto que abordábamos en la primera. Dentro de las posibilidades que brinda internet (blogs, redes sociales…), ¿qué tipos de posicionamiento o qué nuevos modos o modos renovadores de elaboración, de plasmación del pensamiento crees que realmente abren caminos para fomentar debates y reflexiones productivas; que aporten nuevos sentidos a conceptos que no deben perder su validez y necesidad como ‘rigor’, ‘responsabilidad’…?

Otra palabra largo tiempo olvidada, y que de alguna manera condensa las anteriores, es la de  “ejemplaridad”, que se ha extendido y universalizado a un ámbito mayor de mano de mi admirado Javier Gomá.

Hoy gran parte de la profesión ha vuelto los ojos hacia la capacidad ejemplarizante de la obra de arquitectura (y hacia todo arquitecto a quien se le encomienda la tarea de construirla), para buscar esa prórroga de sentido de los conceptos de rigor y responsabilidad que aludes. ¿Desde dónde podemos esperar esa discusión?  En arquitectura siempre importó más localizar los ejempos que marcaran el auténtico rasero de su tiempo que los formatos de esa discusión. Lo que parece claro es que será en público y ante la mirada de todos.

¿En qué formas, tanto desde lo construido como desde el pensamiento, la reflexión, la opinión… se ha ido produciendo esa pérdida del sentido de ejemplaridad en la arquitectura a lo largo de este último tiempo?  ¿Afrontan en este momento la arquitectura y el arquitecto la obligación de restaurar –particularmente ante la sociedad− una credibilidad que han dañado excesos y espectáculos?

Tengo la impresión que esa palpable pérdida de credibilidad afecta a los arquitectos más que a la propia arquitectura. Pero fuera de esto, ese desprestigio profesional creo que tiene que ver con esta cuestión de la responsabilidad que aludías antes. Si esos desmanes urbanos o de pensamiento son graves en sí mismos, también lo son para toda la profesión porque ofrecen la idea de un arquitecto “irresponsable”. Literalmente.

El papel del arquitecto en la sociedad es y será siempre valioso por mucho que el panorama hoy sea apocalíptico. Y será un papel necesario, no porque sea capaz de levantar edificios con más o menos habilidad, sino porque  sabiendo hacerlo −esas u otras tareas− lo hará de un modo responsable. Es decir, la utilidad de esta profesión es trascendente en cuanto a la capacidad de asumir ese compromiso intrínseco a lo que en verdad significa ser arquitecto: “responder” de su obra ante la sociedad. En ese sentido se trata de un servicio público por antonomasia. Ese compromiso para “dar respuesta” del trabajo de uno es un factor diferencial que una sociedad siempre ha tenido como insustituible. Creo que desde esa lectura de la responsabilidad cabe algo de esperanza hacia el futuro.

 

Santiago de Molina, múltiples estrategias de arquitectura, Madrid: Ediciones Asimétricas, 2013. (165 páginas)

(Fotografía superior: Frank Lloyd Wright en Taliesin con sus alumnos)

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