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Blogs El pintor de batallas por Augusto Ferrer-Dalmau

Una frontera que divide hasta las tumbas

Una frontera que divide hasta las tumbas
Augusto Ferrer-Dalmau el

Llega el alba en la Base “Miguel de Cervantes” en Líbano y suena el toque de corneta con el lema de La Legión “legionarios a luchar, legionarios a morir”, seguido del toque de Diana. Los legionarios se despiertan día tras día oyendo esos toques de tal forma de que no se olviden cuál es su deber, cuál es su eterna promesa: servir, luchar y, si fuera preciso, morir defendiendo a España.

Salimos como siempre muy temprano con nuestro conductor, una cabo legionaria veterana de Irak y muy buena gente. Le supo mal que el día anterior pillara un mareo morrocotudo con tantos baches y curvas en el camino de regreso.

Tengo en la recamara dos temas muy interesantes para el cuadro de la misión que he visto en los días anteriores. Ya veremos si en esta salida han salido candidatos mejores.

Visitamos el monolito que rinde homenaje a los 6 paracaidistas españoles asesinados mientras cumplían con su deber por un artefacto explosivo colocado por el terror hace ya casi diez años. Continuamos por el valle de El Khiam hacía la “Blue Line”, la línea que separa Israel del Líbano. Esta “Línea Azul” intensamente vigilada por ambas partes no es una  frontera entre ambos países, ya que formalmente siguen en estado de guerra, sino una línea que marca el repliegue del ejército israelí. En esa Blue Line es donde prestan servicio para evitar un repunte de las hostilidades nuestros soldados españoles.

Hicimos una patrulla muy cerca de la “Blue Line” y pudimos ver los barriles de color azul que marcan esa línea imaginaria, la “Blue Line” que separa ambas partes y los campos de minas y la valla plagada de sensores de todo tipo que los israelíes han construido en su lado para impedir la infiltración de comandos que puedan golpearles en su propio suelo. Es una valla absolutamente impresionante, dos vallas que bordean casi toda la “Blue Line”, cientos de kilómetros de alambrada, con campos de minas, plagadas de radares, cámaras de vídeo y posiciones defensivas del ejército judío, un paisaje espeluznante.

Allí compartimos una patrulla con legionarios a lo largo de los campos de minas, donde tropezamos con una tortuga de tierra, y no sabíamos decir si era libanesa  o israelí, pero el bicho atraviesa los campos minados, como Pedro por su casa, hasta el día que sea más grande y pesada.

Posteriormente nos dirigimos al pueblo de Kafer Kela, pueblo mayoritariamente chiíta que durante la guerra se  resistió fuertemente a la invasión israelí. En ese pueblo, símbolo por antonomasia de la guerra, pude ver con mis propios ojos el famoso Muro que separa durante cientos de metros el centro de Kafer Kela de la población israelí de Metullah. Este muro lo construyeron los israelíes para evitar más enfrentamientos entre ambas poblaciones, ya que Kafer Kela fue durante muchísimos años el punto más caliente de todo el sur del Líbano.

Me contó mi buen amigo, el comandante Alfonso Ruiz de Oña, que día tras día se producían manifestaciones, disturbios e incluso enfrentamientos armados entre Líbano e Israel. Hoy debido a la construcción del muro se ha calmado la situación pero fue preciso llegar a esta solución draconiana de construir de esta barrera física  que impide que dos poblaciones no se puedan ni siquiera ver.

Es tal el absurdo de esta situación que han llegado a dividir con una alambrada una tumba por la mitad, sí, como suena. La mitad del féretro en la zona israelí y la otra en la mitad en la libanesa: cada uno de ellos reclama la identidad del inquilino que yace  en esta tumba sencilla de piedra y argamasa. Solo nos dejaron estar cinco minutos para verlo, entre grandes medidas de seguridad, puedo asegurar que es lo más Kafquiano que he visto en mi vida.

Pincha en la foto para ver el boceto ampliado

El comandante de Nepal que custodia la zona me regalo un Kukri nepali, el arma clásica de los Gurhkas, qué grandes y nobles son estos soldados. Allí hicimos una patrulla y tome diversos apuntes de este simbólico muro que impide que el odio entre ambas poblaciones se convierta en un mal aún mayor la violencia o incluso la guerra.

Viendo todo esto, me reafirmo en mi  “antiseparatismo”, juro defender la unidad de España hasta el fin de mis días,  invitaría a todos aquellos que se empeñan en  dividir  a los españoles  con odio y rencor, que se den un paseo por estos andurriales, para que se les caiga la cara de vergüenza y vean hasta qué extremo se puede llegar con egoísmo y victimismo

Más tarde nos dirigimos a otro tramo de la “Blue Line” donde pudimos pintar un campo de minas y una posición israelí que defiende un tramo en la cercanía de desembocadura del río Wazzani; en ese río la gente come o se baña en piscinas y restaurantes que están allí construidos, mientras los  solados españoles, libanes e israelíes vigilan desde sus posiciones fortificadas la Línea Azul. Es una situación  surrealista ver a civiles bañándose o pescando en el río mientras desde ambas riberas soldados armados hasta los dientes vigilan para que el bañista no ponga un pie en la orilla contraria: ojo, estamos hablando de un río de solo diez metros de ancho, vamos, en mi pueblo se llama riachuelo… suma y sigue.

Por último compartí un cocido madrileño, creo que el mejor cocido que he comido en mi vida (¡¡viva España!!) con los legionarios en la posición de la ONU UNP 9-64 al lado del Muro de Kafer Kela. Vi cómo viven y cómo trabajan nuestros muchachos y pasé un rato magnífico que me rejuveneció, que me retrotrajo a mis tiempos de milicia. Hasta pegué una cabezadita en un rincón, como si fuera una boa constrictor después de comerse un burro.

En la 9-64 tomé unos apuntes de varios centinelas en su cansada y abnegada labor de vigilancia. Ellos vigilan de noche, de día, truene, nieve, haga frío o calor, ellos permanecen siempre en vigilancia.

 

(FOTOS: LUCAS MOLINA)

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