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Pujol, el patriarca estafador

Federico Ysart el
De tal palo…

Conocí a Jordi Pujol en 1976. Le visité en su despacho del Paseo de Gracia. No recuerdo el contenido de aquella conversación, sí que la entrevista resultó agradable. Acababa de fundar Convergencia Democrática de Cataluña y estaba a punto de dejar de ser el primer ejecutivo de la Banca Catalana para dedicarse a fer pais.

Le preocupaba el control que los comunistas del PSUC ejercían sobre los movimientos de oposición al régimen agonizante. Y dentro de éste algunos pensaban que Pujol era el hombre a promover con la discreción necesaria para que no quemarle. Recuerdo a Samaranch, entonces presidente de la Diputación de Barcelona, comentándome con picardía tras pasear por las estancias del recién restaurado Palacio de San Jorge, hoy Palau de la Generalitat: “Le estoy dejando una buena sede a Pujol para el día de mañana”.

Dentro del nacionalismo histórico, Pujol, extraña mezcla de joven cristiano, médico y banquero, era poco menos que un arribista pese a los dos años que vivió en prisión por cantar La Senyera en el Palau de la Música ante unos ministros de Franco.

Josep Tarradellas, presidente de la Generalitat en el exilio durante más de veinte años no le tenía el menor respeto. Me lo hizo saber tras un almuerzo familiar en su casa de Saint-Martin-le-Beau, rodeada de viñas en la Loire francesa, en el verano de 1976. “No saben nada; enredan y discuten entre ellos. Parece que no se han enterado de que el poder sólo vale para ejercerlo”.

En cualquier caso, en 1980 Jordi Pujol i Soley ocupó la sede acondicionada por el ex falangista Samaranch para desempeñar la presidencia de la Generalitat que recibió de manos de Tarradellas, cofundador de Esquerra Republicana. Durante los veintitrés años de mandato ininterrumpido logró engañar a muchos. Algunos no salen hoy de su asombro. Pocos políticos han llegado a mentir con tanto descaro. ¡Pujol estafador!

No sólo ha estafado al fisco, como un Bárcenas cualquiera o cualquiera de los chorizos que está enlatando la jueza andaluza; ha estafado a todo un país llamado España que creyó en su papel moderador –sin advertir la quiebra que ha venido alentando con sus planes de enseñanza-, a la más alta magistratura del Estado –aquello de “tranquilo, Jordi, tranquilo”, en una noche de febrero cuando llevaba poco más de un año al frente de la Generalitat-, a los seguidores de su partido –millares de bautizos y bodas compartidas a lo largo y ancho de Cataluña para que no olvidaran quien manda-.

Y al autor del libro que presentó en el madrileño restaurante de Lhardy en la primavera de 1984, Quién hizo el cambio. Yo también me siento estafado.

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