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La Constitución y el mito

Federico Ysart el
Guía para la democracia

Un mito se ha posado sobre la Constitución del 78: su reforma. Quienes hablan de reformarla no aclaran ni cómo ni cuándo; es el mito de la reforma que ha sustituido al de la permanencia. Los mitos tienen la peculiaridad de que ellos mismos se generan y regeneran sin necesidad de intervención ajena. Del federalismo se habla, por ejemplo, porque se habla del federalismo. Y cuesta menos hablar que trabajar por resolver los problemas que alientan el mito.

Los socialistas se han aplicado al cuento. Rubalcaba en Madrid, escribiendo en su periódico amigo que la reforma es necesaria “para clarificar nuestro intrincado reparto competencia actual”, dice hablando del sistema autonómico. ¿No sería más sencillo, a la par que eficiente, comenzar por clarificar ese reparto de competencias cumpliendo las leyes y jurisprudencia ajustada al caso?

La tensión creada por el secesionismo con que amenaza esa institución del Estado obligada a cumplir las leyes, a lo que se comprometieron sus gestores al ocuparlas, no se ataja cambiando el membrete del papel timbrado del Estado. Pero, sobre todo, ¿con qué mimbres piensan hacer el cesto?

Porque parece claro que la reformada debería contar con un grado de consenso similar al que hizo posible la vigente; difícil empresa cuando los mismos proponentes de la reforma sistemáticamente recurren al Constitucional todas las leyes de alguna relevancia que la mayoría aprueba en el Congreso. ¿Consenso?, responsabilidad compartida, por supuesto, pero el cuadro no anima precisamente a pensar en la seriedad de la propuesta.

Los mimbres y la forma. Sostiene Rubalcaba que habría que recoger en una nueva Constitución “todo lo que hemos aprendido a lo largo de estos últimos 35 años”. Y cita la sanidad, avances en materia de familia y de igualdad de derechos entre hombres y mujeres… Si ya están asumidos no se adivina la necesidad de citarlos en el texto constitucional, salvo que se pretenda tener la Constitución más prolija del planeta. Él mismo lo aclara: “para que la Constitución siga incluyendo unos valores compartidos por la gran mayoría”.

Y en la misma línea, González, el líder máximo, escribe desde México: “introduciría algunos cambios, no solo por reconocimiento y respeto a la realidad presente, sino por el valor que le doy a que las generaciones actuales se sientan representadas en esta nueva etapa de la historia de España”.

La RAE comienza definiendo el mito con las palabras siguientes: “Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico… “. Pues eso; maravillosa idea fuera de la realidad. Porque hay reformas por hacer, sí; el para qué ya no está tan claro, y el cómo, aún menos.

Además, por la libertad y la justicia la vida se puede dar, como don Alonso decía a Sancho, pero ¿por el federalismo?

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