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Es caudillismo, no partitocracia

Federico Ysart el
Sólo tú…

Nuestro momento político está acreditando que hay algo peor que la partitocracia, y es el caudillismo. Desde el cierre de la Transición, allá por los primeros años ochenta, los partidos comenzaron a monopolizar la vida política en detrimento de la libre expresión de una ciudadanía diversa que desde entonces se dejó llevar sin demasiadas ambiciones críticas.

Protegidos por unas normas constitucionales, precisas en aquellos albores para el establecimiento de una democracia parlamentaria implantada sobre el secarral del sistema orgánico anterior, las organizaciones partidarias han acabado cerrándose sobre sí mismas, y cada vez más distanciadas de sus soportes, personales e ideológicos.

El pragmatismo, mejor o peor entendido como muestran las sucesivas confrontaciones ante las urnas, es hoy bandera común de todas ellas. Y la promoción y defensa de las ideas e intereses de sus representados, no figura entre los objetivos de sus estrategias. Entre otras razones, porque ya no hay estrategias; el pragmatismo sólo entiende de tácticas.

En ese hábitat ha crecido la especie del caudillismo. Encumbrado por cualquier medio, desde la cooptación, pactos ocasionales e intrigas de camarilla, o incluso la propia fundación del grupo, los líderes acaban siendo inamovibles e irresponsables.

Todos somos contingentes, pero sólo tú eres necesario”, le cantaba, “Amanece que no es poco”, un paisano a su alcalde en la película de Cuerda. Algo así es lo que hoy creen escuchar los jefes supremos de nuestros principales partidos cuando reúnen a sus huestes. El caudillismo en estado puro.

No es preciso ser fascista, comunista o nazi, que ya nada de eso se despacha por aquí; basta con no ser demasiado de casi todo para alcanzar la permanencia en el machito, fin último, y primero también, de todo burócrata o aventurero llegado a más.

Es notable que ahí siga un personaje capaz de arruinar el empleo a miles de militantes de su partido, remunerado naturalmente por los contribuyentes, como es el caso del actual S.G. de los socialistas tras perder diputados, concejales, consejeros y demás. Pero la cosa va a mayores cuando Sánchez amplía su campo de actuación y atenta contra los intereses de todos los españoles; “hoy por hoy…”.

Si el poder radicara en el partido el personaje habría sido laminado por el órgano correspondiente, por muy afinada que fuera la selección de sus miembros. Pero por bajo que haya caído, quien manda es el que está arriba; y el caso del PSOE es un ejemplo extensible a otros.

Esa es la única razón capaz de explicar por qué sigue arriba. El para qué sólo él lo sabe; los caudillos es lo que tienen: poder.

Política

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