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Elecciones y 4: Podemos con el resto

Federico Ysart el
J. Villarejo en Podemos

Basta con leer el microprograma del movimiento Podemos para aventurar su futuro. Tirará de los comunistas refugiados en las diversas encarnaciones de Izquierda Unida y poco más. El paraíso representado por la Venezuela de Maduro o la Bolivia bolivariana no parece que aquí pueda levantar demasiadas pasiones.

Una parte de los jóvenes socialistas sentirá cierta envidia de la soltura con que se despachan, algo parecido a aquello de “seamos realistas, pidamos lo imposible” que cantaron los jóvenes cuando en la pequeña revolución del 68 del pasado siglo pintaban por las paredes “no te fíes de alguien que tenga más de treinta años”.

Ese es el aroma de podemos, un movimiento acaudillado por un profesor de Geografía Política en el tercer curso del Grado de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense. Pero no ha sido la cátedra su trampolín sino una tertulia televisada de la extinta cadena ultraderechista Intereconomía. De ahí dio el salto Pablo Iglesias a la Sexta, televisora del grupo mediático del señor Lara, que tampoco es un progre reconocido.

En cualquier caso, el flamante dirigente ha sabido recoger los vientos del 15-M de hace dos años para transformarlos en poco menos que una tempestad. Pero también es cierto que con ello ha encauzado la revuelta hasta el sistema. De momento aquel movimiento de protesta tiene asiento en el Parlamento Europeo. De poco servirá pero por algún sitio hay que empezar.

Como tampoco servirán de mucho los votos depositados a favor de los nacionalistas más o menos radicales, pero nacionalistas a la postre, y tan antisistema como los anteriores. No cabe olvidar que la Unión Europea se estableció a raíz de la segunda guerra mundial para cortar de raíz la tentación de repetir revoluciones impulsadas por radicales izquierdistas o nacionalistas.

La sociedad catalana se va a ver sacudida por la inconsistencia política del presidente de la Generalitat, personaje que parece haber escogido como brújula la sombra de Companys. La lectura que hizo de las elecciones su socio Junqueras es un engañabobos del que Mas se constituye en primera víctima. Aducir que los catalanes están por la independencia porque  la suma de republicanos y convergentes representa el 45,5% de los votos emitidos está bien para discutir jugando al dominó con un postre de músic sobre el mármol, pero poco más. Porque tan brillante porcentaje no pasa de un modesto 21,6% sobre el total de los electores de la región.

Y de los comunistas, qué decir. Los ingenuos que de entre sus votantes piden primarias van apañados. Si las elecciones ya son complicadas para elegir sus mandamases, el concepto de primarias va contra las mismas esencias del partido. Nada que hacer, pues. Lo que pudo haber recogido del PSOE se ha escurrido hacia Podemos.

Las minorías restantes, incluida la de la señora Díez, son irrelevantes en el concierto europeo. Y en el nacional acabarían siéndolo si los grandes partidos tomaran bien nota de lo sucedido.

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