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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Cascanueces y el Rey Ratón

Cascanueces y el Rey Ratón
Pablo Delgado el

El lunes es nochebuena. Día en el que muchas familias se reúnen para cenar y compartir historias, recuerdos, anécdotas, etc. Aunque las costumbres varían de unos países a otros, en principio era una celebración cristiana que ha ido perdiendo el sentido inicial para convertirse en una tradición. Una fiesta de carácter cultural y familiar en la que también se reúnen las familias aunque no haya celebración religiosa para intercambiarse regalos.

A lo largo de la historia de la literatura, la nochebuena ha servido como recurso narrativo histórico para contar historias apasionantes y fantásticas como el cuento de E.T.A. Hoffman (Königsberg, 1776 – Berlín, 1822)  llamado Cascanueces y el Rey Ratón. Ahora en estas fechas Nórdicalibros ha realizado una nueva edición en tapa dura de este cuento que ha tenido múltiples interpretaciones. Con la nueva traducción realizada por Isabel Hernández y las ilustraciones de Maite Gurrutxaga (Amezketa, Guipúzcoa, 1983), hacen de este clásico un imprescindible en toda biblioteca que se precie a tener buena literatura en sus estantes.

Las ilustraciones de Gurrutxaga aportan una calidez y belleza en la que representan una noche especial, y sobre todo mágica, ya sea porque viene Papá Noel o por la magia de poder reunirse las familias y poder intercambiar esos regalos que se han cuidado en recopilar para sus seres queridos.

El cuento comienza:

«Durante todo el día 24 de diciembre los hijos del consejero médico Stahlbaum no habían podido entrar en la sala principal y menos aún en el salón de gala contiguo. Fritz y Marie estaban agazapados en un rincón de la salita de atrás; el oscuro crepúsculo había hecho ya su aparición y sentían mucho miedo, pues, como solía ser habitual ese día, no les habían llevado ninguna luz. Fritz, susurrando en secreto, le contó a su hermana pequeña (acababa de cumplir siete años) que, desde por la mañana temprano, había estado oyendo ruidos, murmullos y suaves golpes en las habitaciones cerradas. Que no hacía mucho un hombrecillo oscuro había pasado por el pasillo a hurtadillas con una gran caja bajo el brazo, pero que él sabía de sobra que no era otro que el padrino Drosselmeier. Entonces Marie, de pura alegría, empezó a dar palmadas con sus manitas y exclamó:

—¡Ay! ¿Qué cosa tan bonita nos habrá hecho el padrino Drosselmeier?».

Una noche en la que se mezcla ilusión y miedo entre los más pequeños. Una ilusión por los regalos, pero un miedo a lo desconocido a la incertidumbre de quién o qué pueda entrar en su casa y no pueda verlo, pero en definitiva una noche cargada de magia, en la que los juguetes son los protagonistas. Se puede pensar que es muy materialista solo pensar en el regalo, pero más allá de esto está la ilusión, la imaginación, la creación de un mundo diferente al real en el que incluso los juguetes cobren vida (sí, no lo inventó Pixar con Toy Story) y tengan sentimientos y puedan moverse en el a través de personajes como el Cascanueces o un ejército de húsares, e incluso el padrino Drosselmeier «la personificación de lo fantástico», el precursor de una cadena de acontecimientos que se proyectan en Marie -la pequeña protagonista-, «pués a través de él, irrumpe en la realidad un hecho extraño que hace vacilar al personaje y al lector a la hora de valorar la extrañeza y la inexplicabilidad de los hechos». Un personaje -el de Drosselmeier- que hace evidente la fragilidad que existe entre un mundo de ficción y un mundo real, explorando de forma magistral la dimensión de un universo totalmente fantástico al que Hoffman envía a su lector, proyectando tanto alegrías como miedos ocultos que puedan haber en un ser humano.

Una obra en la que el cruce de fronteras entre lo real y lo imaginado es una constante, y se personifica en acontecimientos psiquicos hasta entonces inauditos, casos extremos de experiencias humanas y misterios del alma. Afirma Isabel Hernández en en el epílogo de la edición que «se respira el espíritu inconfundible de un autor de temperamento extremadamente nervioso (…) que se convirtió en el poeta de lo enigmático, lo misterioso, el único capaz de dar forma a la dualidad del yo, al tremendo poder de los sueños, a las enigmáticas fuerzas del subconsciente, siempre con una tremenda habilidad psicológica y una magnífica clarividencia». Un cuento que transmite mucho más que la propia historia, una historia que comienza cuando la joven Marie recibe como regalo la noche de Navidad un muñeco, Cascanueces, que cobrará vida después de derrotar al Rey Ratón, con el que entablará una dura batalla. Tras todo esto, viajará a un reino mágico poblado por muñecos a través de la manga del abrigo de su padre.

Hoffman hizo suya la aplicación de teorías sobre el magnetismo animal -cuenta Hernández-, en el que el médico Franz Anton Mesmer afirmaba haber encontrado el principio vital secreto por el que se podían remediar y prevenir enfermedades con imanes que revitalizaban la fuerza magnética latente en el interior de los seres vivos. Por tanto, «la naturaleza sensible de los jóvenes y los artistas que pueblan sus textos le permitieron reflejar en ellos la aplicación de esa teorías y los consiguientes estados de sonambulismo que permitían asimismo una división interna del yo. Son siempre individuos muy concretos a los que Hoffman abre la puerta a estos estados tan particulares: jóvenes dotados de talento poético, incapaces de adaptarse a la banalidad de la vida cotidiana, niños que tienen en sus manos el mundo de la poesía, o entusiastas de la individualidad sin más», como la pequeña Marie, que al romper sin querer la vitrina de los juguetes y se hiere pierde el conocimiento y; mientras está en cama curándose, Drosselmeyer aprovecha para contar otra historia, la de la princesa Pirlipat, que fue embrujada por la señora Ratona para vengarse de la reina por no haberla dejado comer todo el tocino. Solo puede salvar a la princesita un joven capaz de romper con los dientes una durísima nuez. Quince años después la princesa es curada, pero su salvador se transforma en un ser deforme igual al Cascanueces y la princesa se rehúsa a casarse con él.

Dos historias mágicas en una. Cascanueces y el Rey Ratón es uno de los clásicos de navidad y sobre la navidad por excelencia, impulsado también, en principio, por la versión para ballet que hizo Chaikovski, tomando como base principal, no el texto escrito por Hoffman sino la versión que hizo del mismo Alexandre Dumas en 1845.

Es una de las obras más populares de la literatura romántica alemana, editada por primera vez en 1816, y de la que surgió la discusión si era una obra para niños o para adultos, ya que algunos críticos pensaban que es imposible que un niño pueda seguir los trabajados e intrincados laberintos del argumento, una idea que fue rechazada por el propio Hoffman ya que veía en los niños «la capacidad elevada para entender la dualidades del mundo», afirma Hernández.

En definitiva, una historia para regalar y leer en esta fechas tan señaladas, y poder disfrutar de un legado narrativo excepcional así como el valor añadido de las ilustraciones de Gurrutxaga, en las que parece que el tiempo se paralice, en un despliegue de imaginería formalista en el que se arranca en cada una de las páginas dibujadas un destello metáforico, que aporta una nueva gráfica navideña y de especial sensibilidad hacia una naturaleza de colores terrosos y una actitud humanista, vital, pero sin dejar de lado lo mágico de los lápices y las palabras.

Cascanueces y el Rey Ratón // E.T.A. Hoffmann // Nórdicalibros// Traducido por Isabel Hernández / Ilustrado por Maite Gurrutxaga // 2018 // 22,50 euros

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