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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Un universo llamado cómic

Un universo llamado cómic
Pablo Delgado el

El universo, es ese gran desconocido y conocido. Es esa totalidad en la que se encuentran el espacio y el tiempo, de todas las formas de la materia, la energía, el impulso, las leyes y las constantes físicas que las gobiernan. El universo lo conocemos como un todo del que forman parte múltiples elementos que hasta ahora nos son conocidos. A gran escala, está formado por galaxias y agrupaciones de galaxias.

En las artes podemos incluir la metáfora de que están compuestas de múltiples universos. Multiversos de los que sales ideas, filosofías, pensamientos, trabajos que se dan a conocer en múltiples formatos, etc. Uno de ellos es el cómic. El cómic como universo fantástico. Luis Gasca (1933), editor, estudioso español del cómic y Román Gubern (1934) escritor e historiador de medios de comunicación español, singularmente de cine y cómic (destaca su famosa Historia del cine en Anagrama), son dos fuentes de sabiduría de un soporte como es el cómic, y por tanto dos voces más que reconocidas para dar su sabiduría sobre el tema. Con El universo fantástico del cómic (Ediciones Cátedra) han arrojado más luz sobre un medio, como es el cómic, que a día de hoy va perdiendo esa vergüenza infantil para irse convirtiendo en un soporte válido, tanto de entretenimiento, como de ensayo, de denuncia, de transmisión de conocimientos e historias de escritores y dibujantes, con el valor añadido de la imagen como representación y atractivo principal.

Haciendo un poco de historia, los egipcios fueron el primer pueblo que produjo manuscritos ilustrados en los que combinaban palabras con imágenes para transmitir una información o incluso una historia. Su majestuosa cultura sobrevivió más de tres mil años. Los jeroglíficos, los papiros y los manuscritos ilustrados son el legado de su comunicación visual. Junto con los logros de Mesopotamia, estas innovaciones desencadenaron la evolución del alfabeto y las comunicaciones gráficas en civilizaciones venideras como la Fenicia y en el mundo grecorromano.

En la antigüedad clásica, los griegos y los romanos diseñaron e ilustraron manuscritos, aunque son pocos los que se conservan. En los pocos que se han ido conservando el método de diseño consistía en numerosas ilustraciones pequeñas, hechas con una técnica sencilla, distribuidas por todo el texto, cuya frecuencia crea una secuencia gráfica similar a lo que ocurre con el cómic actual. Por tanto, esa forma de expresión gráfica viene ya desde muchos atrás. No es una invención de la revolución industrial, ni de la época dorada de los periódicos y sus tiras cómicas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

Will Eisner bautizó al cómic como «el arte secuencial», unas narraciones gráficas que, haciendo uso de una secuencia de bloques llamadas viñetas, las acompañan -en algunos casos- con textos dentro de una nube que recibe el nombre de bocadillo. El bocadillo fue un dispositivo formal muy utilizado por los caricaturistas ingleses de la primera mitad del siglo XIX, y en especial por George Cruikshank, quien les dio la forma de nube que es a lo que hoy estamos acostumbrados. Entonces, como todo, ha ido sufriendo una evolución para irse adaptando a las culturas y a esas personas que las forman.

La narración gráfica en el medio impreso es uno modo expresión tan antiguo que esa forma de narrar una historia con imágenes y textos no siempre ha llegado a ser la misma. Desde la invención de la imprenta las viñetas han funcionado como unas estampas individuales cuya disposición en las páginas dependía del texto que las acompañaba. En el siglo XVIII, se desarrolló un sistema de elementos gráficos que permitían dar orden y coherencia a esa secuencia de imágenes. Entonces Rodolphe Töpffer (1799 – 1846) pedagogo, escritor, pintor y caricaturista suizo, considerado el padre de la historieta moderna, acercándose más sus obras a lo que conocemos hoy como novela gráfica que a las manifestaciones que le seguirían, introdujo el libro como soporte de las historietas, acabando así con las limitaciones de espacio y haciendo así posible una segmentación de las escenas y el desarrollo de estas a lo largo de un número variable de viñetas. Poco después de que el diferente modo visual de Töpffer se extendiera a otros soportes condicionados por los límites de espacio, apareció la cronofotografía, dotando a la narración gráfica de la posibilidad de representar secuencialmente el movimiento y potenciando sus recursos expresivos.

En El universo fantástico del cómic, podemos apreciar de una forma estructurada y didáctica esa evolución que ha sufrido el cómic con las imágenes representadas de cómics históricos, pero el núcleo de la obra está en esos componentes que dan vida al fantástico universo del cómic. Brujería y artes mágicas, divinidades, fantasías oníricas, criaturas extraordinarias, objetos fantásticos y otros lugares y otros tiempos, han dado vida a una comunicación visual expresiva y evocadora de la imaginación. «La cultura de la imagen, desarrollada meteóricamente en las industrias culturales desde el siglo XIX (el siglo del nacimiento de la fotografía, del cartel, del cine y de los cómics) daría nueva presencia a estos arquetipos míticos. La imagen figurativa, añadió un plus de presencia a los mitos, más allá de la vida de sus creadores, pues a su muerte otros artistas heredaban sus personajes. En el caso de los cómics, la libertad creativa del dibujante era muy superior a la del fotógrafo o a la del cineasta primitivo. Con su plumilla podía crear sin dificultad civilizaciones perdidas en medio de la selva o guerras intergalácticas. El cine primitivo todavía no podía hacerlo. Y así desfiló por sus viñetas tempranamente una extravagante taxonomía de sujetos imposibles surgida del imaginario de sus creadores».

El universo de los cómics ha generado en poco más de un siglo una espectacular constelación de fantasías y mitos, que unas veces procedían de la tradición artística multisecular, pero en otras se forjaron como invenciones específicas para el nuevo medio. Así se codearon, desde sus primeras décadas, los seres fabulosos de la arcaica tradición grecolatina con los héroes lanzados a viajes espaciales, los centauros con los primeros astronautas, las walkyrias con los científicos perversos que aspiraban a destruir la civilización, por no mencionar el temprano despliegue de barrocas fantasías oníricas. Coetáneos del cine, los cómics gozaron de la ventaja de no estar sujetos a los imperativos del naturalismo fotográfico, que sólo podía eludirse con laboriosos trucajes. De este modo forjaron sus estirpes visionarias que hoy nos siguen deslumbrando.

Un libro que hace posible contar el tiempo de la construcción simbólica de iconos gráficos que dependen de culturas en las que se producen, teniendo una amplia gama de variantes. A partir de una abstracción del pensamiento y de el entorno gráfico que rodea al universo visual, se produce una eclosión en paralelo de las formas y mundos dónde se sitúa el nacimiento de un arte como es el cómic. Un imprescindible en nuestro idioma para querer y entender el cómic clásico y sobre todo actual.

El universo fantástico del cómic // Luis Gasca y Román Gubern // Ediciones Cátedra // 2015 // 31,10 euros

 

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