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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

«The black holes» no son cárceles eternas

«The black holes» no son cárceles eternas
Pablo Delgado el

¿Un ideal romántico? Que exista un reino de la libertad absoluta. ¿Un principio de ética romántica? La libertad formal en el arte, rechazando la tiranía de las reglas entendidas como una necesidad del individuo para explorar el mundo exterior así como el mundo interior, sin cortapisas, en pura esencia y expresión del ser, para que sienta y experimente más allá de todo aquello que le rodea.

Bajo estos parámetros, a mi modo de ver, el ilustrador Borja González (Badajoz, 1982), está empezando a destacar con diferentes obras ya realizadas, en las que muestra y transmite una sensación, más allá de lo puramente visual. Con sus dibujos y sus dos ultimas obras consigue transmitir una evasión temporal o espacial, que adquiere especial importancia con una huida de la realidad mediante el refugio introspectivo de sus personajes.

Hace unos dos años, publicó su primer cómic, La reina orquídea (El verano del cohete) una historia diferente que, tras su apariencia de cuento de hadas era una reflexión sobre la creatividad. Ahora, está confirmándose su gran talento, un talento que está dando de que hablar con The Black Holes (Reservoir Books).

El libro narra la historia de tres jóvenes (Gloria, Laura y Cristina) que, en 2016, quieren montar una banda de punk llamada The Black Holes. Tienen todo lo que se precisa: actitud, presencia, instinto… y una escasa formación musical. Apenas empiezan con los ensayos, un aura extraña invade su día a día: la reminiscencia de algo que ocurrió 160 años atrás (1856) y persigue a una de ellas.

Con un punto anacrónico, en el que en la actualidad tres chicas jóvenes quieren formar ese grupo de punk, que cuando se dio el movimiento musical, seguramente ni habían nacido, González desarrolla esa libertad formal, creativa y narrativa en la que entreteje dos realidades distintas, la que ya pasó, y la presente que viven las tres chicas. Pero a lo mejor nos podríamos preguntar si realmente el eje es el pasado y las chicas del presente pueden ser el futuro. Esta es la maravilla de la obra de González, que se abre a la interpretación de una trama sucinta y escueta en la que no destaca un argumento, ni un desarrollo y un desenlace, sino logra un cierto clima, un ambiente, unas sensaciones únicas, representadas en esos dos ejes principales, con esas dos historias en las que resaltan inquietudes de un futuro grupo juvenil de punk que se mezclan con las de Teresa, una joven de 1856 que parece sacada de una novela del romanticismo inglés, y esos personajes de 2016 que miran al pasado mientras que la protagonista de 1856 mira al futuro. Unas sufren de cierta ansiedad y la otra todo lo contrario, busca y se queja, es inconformista. Es optimista por naturaleza y solo quiere descubrir cosas nuevas, se revela contra la vida establecida; mientras que las chicas de 2016 acomodadas, solo son capaces de construir sus futuras canciones con los retales de un pasado que ha estado ahí, pero que no son del todo conscientes de ello.

La exagerada afirmación del Yo conduce al romántico al aislamiento, a la soledad. Para escapar de ese mundo en el que no encuentra cabida su idealismo extremo, el romántico opta por escapar de esa realidad inmediata que no le gusta. González traslada esta idea con unos dibujos evocadores de los que no necesita mostrar las expresiones faciales de sus personajes. Una de las principales herramientas de los dibujantes de cómic, a la que Borja ha renunciado a ellas por completo. En esa búsqueda de la síntesis general de las imágenes usa planos generales, fijos, que le dan un aire cinematográfico y de lienzo enmarcado a cada viñeta, y que cuentan más del personaje a través de su entorno y su composición corporal que de sus expresiones.

The Black Holes en una clara alusión a los agujeros negros descubiertos por Stephen Hawking, no son las cárceles eternas que se pensaban que eran. De un agujero negro pueden salir cosas, hacia el exterior y, posiblemente, hacia otro universo, y González consigue en una excelencia secuencial indudable, tanto literaria como gráfica, mostrar una salida diferente, primando los lugares solitarios como, jardines, espacios recónditos, el bosque, lagos, etc, en donde los silencios hablan a través de la quietud de unas viñetas bañadas en los tonos pasteles y azulados que utiliza el ilustrador, que hacen aún más si cabe que la historia recoja matices a lo Lovecraft, el punk, literatura gótica, la ansiedad juvenil, y los universos paralelos, en una manera de sentir y de concebir al ser humano, la naturaleza y la vida.

Claramente influenciado por el dibujante francés Moebius, expresa mucho su línea clara a través de él, de la que surge como resultado una obra de una clara sensibilidad melancólica, que cuenta lo suyo de manera no lineal y a través de puntos de vista alternativos, con una fuerte carga enigmática, caracterizada por la búsqueda constante de la originalidad, aumentando así el lirismo y la espontaneidad de un cómic que está llamado a ser de los que dejen en este 2018, una reverberación gráfica permaneciendo así en el imaginario del lector.

The black holes // Borja González // Reservoir Books // 2018 // 16,90 euros

 

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