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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Max dibuja para El Bosco

Max dibuja para El Bosco
Pablo Delgado el

Hace un tiempo no muy lejano, empezó a crearse un debate que consistía en que el cómic se estaba acercando a los museos. ¿Es la ilustración un arte? Creo que cualquier forma de expresión tratada con el debido respeto y sobre todo que transmita la esencia del autor, puede llegar a convertirse en una forma de arte. Pero comparar el ARTE “clásico” con mayúsculas, ese ya es otro cantar. A día de hoy lo que no deja indiferente, es que el cómic ya ha entrado en los museos, y es algo que hay que celebrar. Es otra nueva visión de enfocar y transmitir ese Arte que se encuentra colgado de las paredes de las grandes pinacotecas del mundo, algo que ya se viene haciendo a través de la Historia, la Filosófia, la Ciencia e incluso la Psicología.

Por este motivo y a las puertas de la la exposición que se celebrará en el Museo del Prado por el V centenario de la muerte de El Bosco (del 31 de mayo al 11 de septiembre), en la que supondrá una ocasión irrepetible para disfrutar del repertorio más completo del artista. Una muestra que contará con préstamos excepcionales como el gran Tríptico de las tentaciones de san Antonio Abad del Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa, y otros procedentes de importantes instituciones como la Albertina y el Kunsthistorisches Museum de Viena, el Museum of Fine Arts de Boston, The Metropolitan Museum of Art de Nueva York, la National Gallery de Washington.

Como parte de ese proyecto ha nacido una iniciativa original e inteligente, “El tríptico de los encantados (Una pantomima bosquiana)”, un cómic de Max y editado por el propio Museo del Prado, que abre así la puerta a su primer cómic. Se trata de un libro que propone un acercamiento narrativovisual a la obra de este enigmático e influyente pintor del renacimiento europeo ligado al extraordinario gusto coleccionista por los primitivos flamencos de Felipe II, creando así una visión original e interpretación de la obra del artista flamenco llevada al siglo XXI.

Hieronymus van Aeken Bosch (1460-1516) El Bosco, fue un pintor flamenco que debió aprender el oficio en el taller de su padre.  En 1486 es admitido en la la cofradía de Nuestra Señora, dedicada a la Virgen María, importante y de élite, con miembros en diversas ciudades de los Países Bajos por lo que debía entonces dedicarse a la pintura. Desde su adscripción se mencionan pequeñas misiones y actos en los que participa de forma activa, algunos indicativos de la buena consideración en que se le tenía. En esta primera parte de su vida llevaría a cabo obras como “La extracción de la piedra de la locura” (Prado), en las que ya se manifiesta su personalidad singular. En su etapa de madurez realiza trípticos  entre los que está el más famoso “El jardín de las delicias” (Prado). El padre Sigüenza llama “pintura macarrónica”, a esos trítpticos donde su capacidad creadora y su imaginación es más evidente, basada en el conocimiento del arte de su época manipulado profundamente hasta obtener resultados insospechados.

Sin duda, El Bosco pintó cuadros de altar, como sus contemporáneos, pero muchas de sus pinturas debieron de formar parte de colecciones particulares (“Extracción de la piedra de la locura” se documenta en posesión de Felipe de Borgoña, arzobispo de Utrecht, poco después de la muerte del artista). Si la identificación que se ha propuesto es correcta, “El jardín de las delicias” estuvo en el palacio que Enrique de Nassau tenía cerca de Bruselas y no en su capilla.

Su fama no disminuyó con su muerte, aunque algunos lo consideraban loco o herético, y aún surgió una cierta «boscomanía». Felipe II le apreció mucho, interpretándolo en clave devota, afirmando que si todos pintaban a los hombres como querían ser, él los pintaba como eran.

El dibujante barcelonés Max (1956), autor de historietas e ilustrador, con una treintena de cómics publicados desde sus inicios en los años 80 ha obtenido, entre otros, el Premio Nacional de Cómic en 2007, el Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona en 2000 y el premio Ignatz (EEUU, 1999). A través de su característico estilo gráfico y humor reflexivo, crea un cómic que genera su propio código en el que predomina el espacio en blanco con ausencia de fondos, marcando así la teatralidad de cada viñeta. Centra la mirada de esas viñetas en los personajes de los cuadros, a los que dota de voz y pone en movimiento, en una aproximación inédita y muy poco convencional a los misterios de la pintura del Bosco que han servido de fuente de inspiración para artistas de todo tipo.

Desde la “Extracción de la piedra de locura” hasta “El jardín de las delicias” pasando por “Las tentaciones de San Antonio Abad”, tres de las obras que ha elegido el dibujante, el lector asiste a través de la técnica que el propio autor menciona que ha ultilizado emulando al mismísimo Alfred Hitchcock -“he hecho un Macguffin“-. El Macguffin es un elemento -que acuñó el cineasta- de suspense que hace que los personajes avancen en la trama, pero que no tiene mayor relevancia en la trama en si. Designa a una excusa argumental que motiva a los personajes y al desarrollo de una historia, y que en realidad carece de relevancia por sí misma, en el caso de Max ha elegigo la piedra de la locura. Esta desencadena los acontecimientos ordenados, rápidos y elocuentes de esta obra gráfica generando un significado surrealista al más estilo de El Bosco”. Un periplo por los temas y motivos bosquianos trenzado a partir de la imaginación como tormento, la melancolía como ensimismamiento y la expresión pictórica de la variedad infinita del mundo como pasmo, locura encantamiento. Se visualizan a través de un dibujo enigmático en bicolor que dotan a los personajes de volumen, versionados por parte de Max a algunas de las figuras que aparecen en las obras del pintor como San Antonio, de una forma brillante y sobre todo llevadas al estilo característico de Max que esto las hace aún más grandes si cabe y meritorio.

“El tríptico de los encantados (Una pantomima bosquiana)” // Max // Museo del Prado // 14,25 euros

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