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Un tesoro cartográfico de Giovanni Vespucci en el Museo del Prado

Un tesoro cartográfico de Giovanni Vespucci en el Museo del Prado
Jesús García Calero el

Además de un tesoro cartográfico de la humanidad, esta carta es tal vez uno de los regalos de boda más hermosos de la historia. Mide 85 por 262 centímetros y está hecho en pergamino. Se trata de una copia decorada del Padrón Real, el mapa en el que los cosmógrafos iban anotando los descubrimientos, realizada en 1526. Se debe a Giovanni Vespucci, o Juan Vespucio, sobrino del célebre Américo que dio nombre al Nuevo Mundo. Y puede verse excepcionalmente en Madrid, en la nueva exposición del Museo del Prado: «Visiones del mundo hispánico. Tesoros de la Hispanic Society of America», patrocinada por la Fundación BBVA, que reunirá durante cinco meses (del 4 de abril al 10 de septiembre) dos centenares de piezas, que abarcan 4.000 años de nuestro pasado y que acabaron en las colecciones de la institución neoyorquina que fundara Archer Milton Huntington (1870-1955).

Vista general del mapa de Giovanni Vespucci de 1526

El mapa que nos ocupa data de 1526 y seguramente le fue ofrecido a Carlos V como regalo de su boda con Isabel de Portugal. En él, Giovanni Vespucci consigna los dominios descubiertos en nombre de la Corona hasta esa fecha. No se conoce aún buena parte de la costa americana del Pacífico, pero los barcos españoles surcan el océano en una incesante corriente de conocimiento que llevó a los pilotos enviados por la Casa de la Contratación a dibujar el mundo mientras navegaban en latitudes desconocidas.

La Casa de Contratación fue fundada por los Reyes Católicos con el fin de poner orden y controlar el tráfico, la exploración, el comercio y todo lo relativo al Nuevo Mundo descubierto por Colón. Además del Factor, el Tesorero y el Contador-Escribano, que pusieron las bases de una burocracia que permitiera a la Corona gestionar una empresa inédita, la decisión más importante fue cómo organizar la parte científica, la cosmografía, la mejora de los instrumentos de navegación y cómo recopilar todos los datos de la continua exploración en una cartografía que era, desde sus inicios, alto secreto de Estado. Al frente de toda esa maquinaria científica con la que España respondió al desafío, Fernando el Católico puso al Piloto Mayor, el primero de los cuales fue Américo Vespucio, tío del autor de este mapa que ahora se expone en Madrid. Bajo sus órdenes había todo un elenco de personal científico que mantenía en marcha y actualizados los logros de esa exploración.

La especiería con las rutas portuguesas (bandera azul del barco) y la presencia española en el Pacífico, a la derecha

 

Giovanni fue nombrado piloto a la muerte de su tío Américo en 1512. Además recibió en herencia las cartas y secretos del Piloto Mayor. Él mismo participó en diversos viajes, como el de Pedrarias Dávila en 1514, con destino a Panamá, gracias al cual Vasco Núñez de Balboa pudo ser el primer europeo que contempló el Mar del Sur, el Pacífico. En esa ocasión fue piloto del buque insignia.

Allí donde hay secretos surgen los espías. Las cortes de media Europa pagaban grandes sumas por cualquier dato que se filtrase sobre las actividades de España en el nuevo continente recién descubierto, o sobre sus planes. El propio Giovanni Vespucci fue relevado en 1525 de su cargo acusado de espiar para los Médicis y de venderles mapas. Prueba de su importancia hasta entonces, y de su acceso a la información más confidencial, fue que un año antes había participado en la comisión de demarcación de 1524, que debía concretar lo acordado en Tordesillas entre España y Portugal. Por España estaban el hijo de Colón, Hernando; Juan Sebastián Elcano, un año después de su vuelta del primer viaje de circunnavegación global; Juan Sebastián Caboto, otro polémico cosmógrafo y espía de la corte británica que tuvo las más altas responsabilidades y lanzó las más terribles intrigas dentro de la Casa de Contratación, y Giovanni Vespucci. Dos de cuatro tenían la sombra del espionaje sobre sus actividades. Así eran las cosas cuando el mundo, como bien escribió Enriqueta Vila Vilar en una Tercera de ABC, era nuestro.

Decoración africana del mapa, con animales, y un barco portugués

Posteriormente, a Giovanni se le dejó navegar en 1526 a lo que pocos años después se llamaría Venezuela, a la costa de las Perlas. Y en 1527 de nuevo a las Indias en carabelas desarmadas. A partir de entonces no se sabe nada más de su existencia en los documentos. Desde las acusaciones de espionaje para los Médicis, a Giovanni debieron apartarle de los mapas y del Padrón Real.

Pero no antes de dibujar la preciosa carta que puede verse durante unos meses en el Museo del Prado de Madrid, que se debió hacer para la boda de Carlos V con Isabel de Portugal, celebrada el 10 de marzo de 1526. Es decir que esta carta pudo ser fruto del último contacto de Giovanni Vespucci con un Padrón Real, seguramente mientras se decidía que hacer con él tras caer en desgracia. Ese Padrón Real pudo ser el primero realizado por Diego Rivero, que recogía los datos de la circunnavegación global tras el viaje de Magallanes-Elcano, una empresa netamente debida a la Corona española y más importante aún que la de Colón, puesto que demostró que la Tierra era redonda y llegó a la especiería que había sido, en 1492, el objetivo del genovés.

A punto de conmemorarse el V centenario de aquella gesta, España ni tiene conciencia de que fue una de las más importantes páginas de su Historia ni del papel negativo que el Rey de Portugal tuvo, negándose a contratar a Magallanes y persiguiéndole hasta el punto de que cuando llegó a España era casi un prófugo. Sin embargo, el gran navegante portugués era un entusiasta de Carlos V, para quien hizo posible su gran sueño, convertido en una hazaña y que hoy España debería conmemorar como se merece.

Zona de Oriente Próximo, con la Torre de Babel quebrada a la derecha, Mesopotamia y el Mar Rojo de color bermejo

En la parte superior del mapa de Giovanni Vespucci, junto a la parte Norte de América, puede verse el águila del blasón imperial de los Habsburgo. Y hay una inscripción en la parte inferior que dice: “Juan Vespuchi piloto de sus ma[ges]ta[des] me fecit en sevjlla [a]ño d[e] 1526”. Según se indica en el catálogo de la exposición del Prado, este planisferio tiene dos círculos de rosas de treinta y dos vientos, que irradian nudos de rumbos sobre toda la superficie del mapa. Utiliza banderas españolas y portuguesas para dar cuenta de las reivindicaciones territoriales y rutas marítimas a partir de la disputa por la línea de demarcación, que no aparece en la carta, y que dividía Brasil.

México-Tenochtitlán, la ciudad lacustre (a la izquierda) y Nueva España

Vespucci consigna en esta carta curiosidades en el interior de las tierras, como la cosecha del palo de Brasil en esa costa, camellos y elefantes en las de África, la Torre de Babel desmoronándose en Oriente Próximo y el mar rojo dibujado en color bermejo. También indica los últimos descubrimientos de los españoles como el Estrecho de Magallanes (1520), la ciudad de México- Tenochtitlán (1521) y la expedición costera desde el norte de la Florida hasta la Carolina del Sur que organizó Lucas Vázquez de Ayllón en 1521, en cuyo honor Vespucci bautiza estas tierras como “Tierra nueva de Ayllón”.

Para conocer mejor las intrigas de aquellos años en la Casa de la Contratación, en los que hubo una verdadera guerra entre los cosmógrafos y los pilotos, conviene leer la historia del Mapa de Alonso de Chaves, de 1533, uno de los primeros en los que se reflejan perfectamente los avances de la exploración, los secretos y traiciones y, por supuesto, el acuerdo sobre la línea de demarcación del Tratado de Tordesillas. Pueden leer la historia completa de aquellas intrigas aquí, con el aliciente de una versión interactiva y gigante de aquel mapa que se conserva en la Herzog August Bibliothek de Wolfenbüttel, Alemania. En cuanto al de Giovanni Vespucci, nos espera a todos en el Museo del Prado desde el 4 de abril, la semana que viene, junto con las grandes maravillas de la colección de Huntington y la Hispanic Society.

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