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La consigna del corsario inglés Raleigh.¡Seguir el modelo Español!

La consigna del corsario inglés Raleigh.¡Seguir el modelo Español!
Javier Noriega el

“Quien posee el mar, posee el mundo entero”

Walter Raleigh

Escudo real policromado de Felipe II. Retablo catedral de Pamplona. Navarra.

Como poder dominante de Europa, España era una fuente de fascinación hipnótica para otros estados del Continente. Aunque su hegemonía política no se veía acompañada por la cultural en ese principio del siglo XVI, firmemente basada en Italia, su influencia en este plano (expresada en la lengua la moda, la literatura, el teatro y los tratados devotos) estaba muy extendida por buena patre del mundo conocido. España estaba de moda, imponía los ritmos del poder y de la sociedad en el siglo XVI y no era para menos. Uno de los mayores descubrimientos de la historia de la humanidad hasta entonces la pondría en el top mundial. Si bien hemos podido comprobar en el futuro que muchos líderes gobernantes hablaban diferentes idiomas en la intimidad, bien sabemos por las fuentes históricas que los grandes Inglaterra,  Isabel I, Lord Burghley y sir Robert Cecil dominaban el español tranquilamente. En el caso del secretario de Estado, a la sazón el señor Burghley, el verdadero artífice de la imponente monarquía Isabelina (junto a su gran amigo y protector, Walsingham, jefe de los espías), era una persona fascinada por España y su literatura,  parece que poseía la mayor colección privada de libros Españoles en la Inglaterra del momento.

William Cecil, Baron de Burghley. Por ser el consejero privado más intimo de la reina Isabel I puede considerársele su mano derecha y verdadero artífice de la Inglaterra protestante isabelina

A partir del decenio de 1590,  se puso de moda aprender la lengua y de hecho que apareció el Dictionarie in Spanish and English. “Un diccionario de Español a Inglés” de John Misheu. Ya que estaba el castellano imponía sus letras en el mundo, también de esta época es cuando nos encontramos en la isla de su majestad, la primera versión de la primera parte de Don Quijote a cargo de Thomas Shelton en 1612. Las élites en torno al Támesis buscaban libros con caligrafía castellana y no sólo eran muy apreciados los libros qu llegaban a la capital inglesa desde España, también los testimonios de los viajeros y embajadores adquirían gran importancia. Incluso el imponente palacio del Escorial era objeto de estudio. Lord Burghley, nuestro conocido secretario de estado, poseía un dibujo con el edificio en proceso de construcción durante la década de 1570, anotado con su propia mano como “La casa del rey de España”. Cuando Carlos I pensó en reconstruir el palacio de Whitehall, parece haber tenido en mente El Escorial . Este Príncipe de Gales, no podemos olvidar, se vio notablemente influido por el favorito de su padre, un tal Villers, el cual lo llevó a una expedición a España para buscar una alianza con este país. En nuestra tierra pudo maravillarse de un país en pleno apogeo, tras más de un siglo siendo hegemónico en ultramar.

El Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, complejo que incluye un palacio real, una basílica, un panteón, una biblioteca y un monasterio fue objeto de admiración por Carlos I, rey de Inglaterra, gran amante del arte y que pudo contemplarlo en su visita a España. El Escorial, construído por Felipe II sería el omphalos de Europa por mucho tiempo.

En buena parte del siglo XVI, con sus enormes recursos militares y financieros, ejercía el poder y la hegemonía sobre el mundo occidental. Eran varios los países, que junto al antagonismo veían a la corona de los austrias, con cierta admiración. España estaba de moda. Giovanni Botero y Tommaso Campanella, avivaban un debate entre los siglos XVI y XVII  que tenía como eje la ascensión de España en el ranking mundial y su liderazgo y dirección, y especialmente con una cuestión, la de aspirar a monarquía universal. ¿Como había alcanzado tal posición de preminencia en el mundo los hispanos?. ¿Como se podía poner freno a su expansión hegemónica?. ¿Que podían aprender otros de los logros y de los fracasos españoles?. Se trataba e rumores, de premisas que a medida que Inglaterra avanzaba hacia su enfrentamiento con la España de Felipe II en la segunda mitad del siglo XVI, iban preocupando cada vez más a la clase dirigente inglesa y Francesa.

Astrolabio universal hispano del siglo XVI. El descubrimiento, conquista y dibujo del Nuevo mundo supuso una revolución tecnológica y del pensamiento en su momento, un cambio de era, en la que los nuevos descubrimientos geográficos impulsaban el crecimiento de las ciencias para poder medir, contar y vislumbrar que se encontraban ante sus ojos los hispanos. Sus nuevos hallazgos cambiaron el mundo de forma ya, y por primera vez en la historia, global.

Ultramar marca la diferencia

“La posesión e un Imperio de ultramar, rico en metales preciosos, hizo a España distinta de sus rivales Europeos“, setencia inteligente John Elliott, uno de los arquitectos de la historia más importantes de la actualidad.  Una posesión que se basaba en una red de distribución comercial mundial imponente. Que conectaba a Sevilla, omphalos comercial mundial con los puertos de Veracruz, Portobelo y Nombre de Dios entre otros y en aquella ribera del Atlántico. Una posesión que en el siglo XVI situaba a  Sevilla, como la capital comercial mundial. La creación inteligente desde un principio, en 1503, de la casa de la contratación, encargada de organizar, planificar y aprovechar los nuevos e impresionantes descubrimientos de España en las Indias Orientales, es un claro ejemplo de temprana eficacia para la administración de un nuevo territorio de dimensiones colosales. Así pues, el comercio con las Indias (la llamada Carrera de Indias) se inaugura con un claro propósito. De hecho, desde el segundo viaje de Colón, por lo menos a nivel administrativo, Sevilla ya funcionaba como el centro de decisión en la mayoría de los aprestos de expediciones a cargo de la Hacienda Real y algunas de particulares.

Atribuido a Alonso Sánchez Coello, Vista de Sevilla, 1576-1600. Una capital que sería el centro de espías, comerciantes, curiosos, embajadores y comerciantes que querían ver de primera mano lo que alí se cocía. En este ambiente, y en la actualidad, en pleno 2016, el escritor de best seller, Ken Follet, prepara su siguiente novela. Tenía que asemejarse en su estampa a la establecida por el cuadro.

 

La casa de contratación de Sevilla desde luego, era uno de los centros neurálgicos y de poder del mundo, sirva como ejemplo un interesante testimonio que nos entresaca John Elliott en su gran y obligado estudio de referencia de la época; ”  España y el mundo de Ultramar”.  El historiador inglés, nos recuerda la historia del piloto principal de la compañía de Moscovia, Stephen Borough, que debido a las buenas relaciones diplomáticas del momento, obtiene permiso para visitar la casa de contratación en Sevilla. Tras la visita de rigor a lo que por entonces tenía que ser uno de los lugares más vigilados y seguros del mundo, (precisamente las excelentes medidas de seguridad y prácticamente el ambiente de “secreto de estado” y de confidencialidad que impregnaban todos los procesos de aquellos muros, fue la clave del predominio hispano de los mares durante un siglo) el tal Borough, se quedó sencillamente alucinado. Lo que se dice boquiabierto por la instrucción sistemática, por la profesionalidad, método y rigurosidad que recibían los marinos españoles en lo referente a las técnicas de navegación y todo lo concerniente a la ciencia y el “arte de marear” hispano en el momento. Al volver, anhelaba por una enseñanza similar para los navegantes de su país. Como eran las cosas. Eso si, además de alucinar el tipo con las escuelas, no esta de más recordar que de vuelta a Inglaterra, se llevó una copia del Breve Compendio, la obra de 1551 del cosmógrafo español Martin Cortés de Albacar.

Los manuales de navegación Españoles de la época eran los más avanzados en la materia, especialmente en relación al conocimiento de ultramar. Aquí el Regimiento de navegación de Pedro de Medina. Sevilla, 1563. Como hemos podido ver con anterioridad, a pesar del gran recelo y seguridad existente en torno a la “casa de contratación”, centro de conocimiento naval de la época.

 

En 1561, Richard Eden, a instancias del “sespabilado” Borough que veía en lo hispano la ciencia para navegar más avanzada de su momento, traducía para los ingleses el “Breve compendio de la esfera y del arte de navegar”, el manual publicado por Martin Cortés en Sevilla diez años atrás. Por medio de estas y otras traducciones Eden trató de proporcionar información para sus compatriotas sobre las actividades en ultramar de los Españoles y ojo,  lo más curioso que nos legan las fuentes históricas. Eden deja bien claro que hay que seguir la estela que dejan los hispanos, ¡a seguir encarecidamente sus pasos¡. Y no era de extrañar. Mientras los Españoles van descubriendo y dibujando el Mundo Nuevo, ya desde bien temprano en el siglo XVI, no es hasta 1607, más de un siglo después del descubrimiento de América, cuando los ingleses realizan la primera fundación en tierra norteamericana. Una tal,  Jamestown, el primer asentamiento con empalizadas, viviendas, una bandera y un oficial al mando, es decir lo que se dice un primer asentamiento permanente británico en el nuevo continente. Casi un siglo después que la bandera de Castilla.

Jamestown colony buildings, Virginia-1622. Grabado de la época que nos muestra el primer asentamiento inglés en norteamérica.

Los Ingleses que acometen dicha colonizaciónal amparo de toda la información que les pudiese llegar, y lo más actualizada posible de los éxitos hispanos. Por supuesto y a ser posible en su lengua. Y así, en este interés por adquirir las pistas hispanas hacia las Américas, resulta que sir George Peckham, un destacado promotor de los viajes de sir Humphrey Gilbert, tenía en su momento y como referencia a las “décadas de Pedro Martir de Angleria”, así como las respectivas historias de Gomara y Zárate sobre las conquistas de México y de Perú. La ansiosa lectura de estos nuevos manuales, tan importantes para la política y la geoestrategía de la época, hacían a nuestro querido amigo Peckham, declarar nada más y nada menos que lo siguiente:

“Deseo de corazón, que al verlo Dios Todopoderoso, con su misericordia infinita, se complazca por fin en despertar a algunos de nuestros eminentes compatriotas de la pesada modorrra en la que durante tanto tiempo han estado sumisos, de modo que ahora no tengamos que sufrir el temblar por falta de mantenimiento”. Que curioso eso del amodorramiento.

Arriba, cuadro del pintor Español Ferrer Dalmau, con sus valiosas pinturas históricas, está dotando desde el rigor histórico de un nuevo corpus documental y gráfico de episodios tan importantes de la historia de España. En este caso expediciones que nada más y nada menos llegaban incluso al propio cañon del Colorado. Imagen de detalle del preciado óleo del 2015. Abajo, imagen de la Tudor, que si bien sofocó la presión instaurada por España para la conquista de Inglaterra, no pudo conocer en su nombre, debido a su muetre, la existencia del primer asentamiento estable en Norteamérica.

La perseverancia y la determinación; ejemplo de los Españoles

“La perseverancia y la determinación eran necesarias si Inglaterra había de emular a España en la fundación de un Imperio colonial“. Toma ya, no es es poca cosa lo que sentencia el siempre meticuloso y objetivo John Elliot. Y lo más curioso, lo que nos hizo recordar el presente “fragmento de la historia”  hoy en espejo de navegantes, fueron las declaraciones, de un viejo conocido de la época para todos y con el que encabezábamos el presente artículo. Se trata de Walter Raleigh. Marino, escritor, cortesano y político inglés que junto a Drake posiblemente fuese el corsario más conocido de la época como bien conocieron las naves hispanas en las aguas del mundo. Resulta que en su “Historia el mundo”, cansado y encarcelado en su tierra, este enemigo declarado de España, (que se lo digan al conde de Gondomar que iba tras él como un poseso), escribió este mensaje a sus compatriotas, a modo de mensaje final lo siguiente:

“No puedo abstenerme de alabar la paciente virtud de los Españoles: raramente o nunca se encuentra que ninguna nación haya soportado tantas desventuras y miserias como ellos en us descubrimientos de las Indias; sin embargo perseverando en sus empresas con una constancia invencible, han anexionado a su reino tantas buenas provincias como para enterrar los recuerdos de todos los peligros pasados”.

Tras ser, junto a Drake, practicamente el enemigo número uno declarado de España, con las que se las tuvo y detuvo una y mil veces, causando no pocos estragos, con su declaración; “No puedo abstenerme de alabar la paciente virtud de los Españoles…”descrita más arriba se cierra uno de los más importantes testimonios del horizonte del momento.

El capitán John Smith sigue exigiendo continuar con el modelo hispánico

“La constancia y la perseverancia hispánica como modelos para los pioneros ingleses iban a ser de hecho un continuo estribillo en la temprana empresa colonizadora británica”. Tras Raleigh, llegaría el capitán John Smith, otro de los que se tenría que verlas  en vivo y en directo con la aventura de colonización de Virginia. TRas pasar todas las penalidades inimaginables en aquella tarea de poner la pica “no en Flandes”, sino en “Virginia”, tras consumar la cabeza de puente en aquel territorio desconocido, una vez consegudo se veían a sí mismos en el papel de conquistadores españoles. Se trataba de un papel que exigía coraje y resolución frente a la adversidad. Como hacían los hispanos, como ejemplificaban en aquellos tiempos.  Sobre la colonia de Jamestown que antes apuntábamos se produjo una masacre en 1622. 400 de los 1240 pobladores ingleses murieron a manos de los indios. Edward Waterhouse, un oficial de la compañía de Virginia, publicó un tratado en el que recurriría al ejemplo español para reagrupar a colonos inversores en un momento de desánimo; “Dado que el Español (según vemos) ha pasado por muchos peligros en sus colonias, y por muchas más dificultades de las que jamás hemos tenido nosotros, del mismo modo y con mayor razón no debemos desistir; pues, al considerar lo que ha ocurrido, sino más bien prestarnos a proceder con valor y constancia”.

A ojos de los oficiales de la compañía en Londres, la masacre de Virginia de 1622 subrayaba la necesidad de seguir el ejemplo, el modelo Español.

 

 

 

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