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Los mapas magnéticos y cartas esféricas. Sus verdaderos orígenes.

Los mapas magnéticos y cartas esféricas. Sus verdaderos orígenes.
Andrea Zucas el

Los viajes de exploración y descubrimiento dieron lugar a que muchas de las páginas de la historia de España, se escribieran en el mar.

Navegantes que desde la cubierta de sus navíos, presenciaban en primera línea los cambios que la apertura de las rutas marítimas estaba propiciando.  Se llenaban la vista con las imágenes de los nuevos mundos y de las desconocidas realidades geográficas llevando el confín del mundo, mucho más lejos de lo que jamás había sido imaginado.

Encontraron un nuevo continente intentando un paso hacia las islas de las especias. Luego un enorme océano muy pacífico era en realidad el verdadero obstáculo hacia las deseadas Indias.  No tardaron en superarle. Agudizaron todos sus sentidos para observar las inclemencias de la naturaleza, descifrarlas y abordarlas consecuentemente. Y en el principio de toda esta efervescencia viajera, geográfica y cartográfica estuvieron el interés comercial y los progresos técnicos aplicados a la navegación.  Sabiduría que pronto se transformaría en Ciencia y arte de navegar. Surgirían las instrucciones en manuscritos que serían sus mayores tesoros y cuidarían muy bien cada una de sus copias. (Uno de los primeros da nombre a este blog.) El mundo de la navegación y sus aledaños fue durante la era de las exploraciones un espacio muy influyente e incluso, la prosperidad del imperio dependió de los pilotos y de ciencias colindantes.

 

Otras naciones también se echaron a la mar y con el paso de los siglos hicieron suyos muchos de los aprendizajes y conocimientos que en gran parte habían nacido de entrañas españolas. Solo que supieron valorar su historia como nación a través del tiempo, ilustrándola en su literatura e historiografía consiguiendo conservar su pasado.

En el contexto de la España renacentista  un «arte» era un tipo de conocimiento que no podía ser conocido sin la ayuda de otra persona que lo enseñase. Desde que en el siglo XVI comienzan a plantearse en la navegación problemas científicos y tecnológicos de primer orden como el de la declinación magnética o la determinación de la longitud, problemas que requerían del subsidio de otras ciencias como la aritmética, la navegación deja de ser un oficio (tarea que podía hacerse sin instrucción), para convertirse de forma obligada en un arte, el arte de marear o de navegar.

A partir de 1503 la actividad náutica y cartográfica española se organizó en la Casa de la Contratación de Sevilla, donde sus miembros oficiales impartían clases de navegación, diseñaban instrumentos y construían mapas al tiempo que la información procedente de las Indias era centralizada y sistematizada. Durante cuatro décadas, la monarquía española intentó combinar la experiencia de la práctica con los datos científicos de la teoría. Si la cartografía poseía la virtud de abrir las ventanas del imperio, la navegación constituía el auténtico ojo del reino.

Conocían las limitaciones y errores de la navegación por estima. También sabían que la declinación magnética no era constante sino que variaba con el lugar y con el tiempo. De hecho, la primera referencia escrita a la declinación magnética se encuentra en el diario del primer viaje de Cristóbal Colón. Sabían que la estrella polar no estaba situada justamente sobre el polo celeste y sabían cómo corregir el error que introducía en la medición de la latitud mediante la observación de la estrella cercana (“las guardas”). Sus instrumentos en constantes adaptaciones y estudio eran – la corredera y ampolleta para determinar la velocidad del buque (para navegación de estima). La sonda para determinar la profundidad y naturaleza del fondo.

Las brújulas muy rústicas para determinar el Norte magnético (inventada por los chinos y utilizada por los navegantes árabes quienes la introducen a Europa; los venecianos  cuentan su leyenda de que alrededor del 1300 se habría perfeccionado por  Amalfi).

La ballestilla, astrolabio y cuadrante para medir la altura de un astro sobre el horizonte. (Estos instrumentos, a menudo debían ajustarse ya que por ejemplo en el caso de las ampolletas, naturalmente la arena se iba desgastando) Cuando comenzaron a usarse las brújulas en el Atlántico, los nombres de los vientos carecieron de sentido y se sustituyeron por los puntos cardinales, distinguiendo los intermedios y los de estos, hasta llegar a las denominaciones de las cuartas.

 

La aparición del compás azimutal hizo que se empezaran a utilizar rosas con escalas en grados, además de tener sus correspondientes cuartas. Antiguamente, cuando los buques carecían de puente de mando cubierto, la brújula se colocaba en un armario llamado bitácora que le protegía de los vaivenes del barco. Solía guardarse además en el interior, el llamado cuaderno de bitácora, para preservarlo de los deterioros propios del clima.

Hemos abierto nuestro cuaderno de bitácora, su léxico se convierte en sonido y aún desprende aires marinos. Hay muchos nombres, todos ellos son realmente importantes porque marcaron el rumbo de la historia. Vamos a leer algunos datos de “quien hizo que” en el capítulo de: La cartografía magnética, las cartas esféricas… dentro de la historia de la navegación a principios del siglo XVI.

Esta es una tarea arduamente difícil, así es que les propongo solo uno de esos tantísimos nombres. Es clave: Alonso de Santa Cruz. Trabajó por Orden del Rey  en la Casa de Contratación, aquel primer centro europeo de navegación.

En 1526 participó como «veedor» designado por los armadores en la expedición de Sebastián Caboto, que se proponía alcanzar las Islas de las Especias. La expedición concluyó en Río de la Plata, donde Caboto abandonó la expedición. Viajó a Lisboa para recabar información de mapas portugueses donde mantuvo relación con Joao de Castro y Pedro Nunez.

En 1554 viajó a Valladolid para una reunión de cosmógrafos, a fin de examinar algunos famosos  instrumentos hechos por Pedro Apiano. En 1557 envió al rey su plano de Toledo, que probablemente es el mismo que aparece en el cuadro de El Greco. 

En 1563, sería el primer Cosmógrafo Mayor de la Casa.  Trabajó durante años en la elaboración del Padrón Real en donde se plasmaban todos los descubrimientos geográficos de los marinos españoles en el nuevo mundo. Fue designado por la reina Juana como “nuestro cosmógrafo” examinando cartas náuticas e instrumentos de navegación.

Alonso de Santa Cruz también enseñó astronomía y cosmografía en la corte de Carlos I (1563-1567).

 Algunas de sus obras:

Por encargo de Felipe II hizo en 1560 el “Islario General de todas las islas del Mundo”, que contiene 97 cartas y cuyo manuscrito original se conserva en la Biblioteca Nacional de Viena. (Su sucesor, Andrés García de Céspedes, intentó adjudicarse el crédito por este trabajo. En la portada, el nombre de Alonso de Santa Cruz ha sido borrado y sustituido por el de García de Céspedes como si él fuera el autor. La obra está dedicada al rey Felipe III. Al manuscrito mismo se han superpuesto textos apócrifos a los originales, con el fin de ocultar la fecha de creación y la autoría real.)

El “Libro de las longitudes”, “Libro de Astronomía”; Planisferios con diferentes proyecciones; Mapamundi (Conservado actualmente en la Bilioteca Real de Estocolmo, archicosmographum);

Demarcación de la islas Molucas; Plano de la ciudad de México; Historia Universal. 1546; Geografía Universal; Crónica del Emperador Carlos V.1550-1552; Crónica de los Resyes Católicos; Árboles de los linajes; Geografía del Perú, 1555.  Comenzó una “Geografía de las Indias”, que terminó López de Velasco. La publicación  algunos de estos manuscritos fue prohibida por Felipe II, que en un informe remitido al Consejo de Indias, exponía: “podría traer mucho inconveniente en que los dichos libros se imprimiesen por la noticia y claridad que por ellos hallarían extranjeros y otras personas, que no fuesen súbditos ni vasallos nuestros…”siendo protegidos del espionaje.

De especial importancia es el ya mencionado “Libro de las Longitúdines y manera que hasta ahora se ha tenido de navegar” donde se detallan diferentes maneras de determinar este tipo de información en travesías marítimas. Señaló en el la necesidad del uso de relojes para la medición de las longitudes, diseñó un instrumento para medir la longitud por las distancias de la luna y los planetas además de inventar otro instrumento para calcular la longitud mediante la desviación de la brújula.

-La manera de determinar la longitud es, teóricamente, muy sencilla: basta con conocer la diferencia horaria entre el meridiano cero y el meridiano del lugar en el que se encuentra el barco. Sin embargo, diversas circunstancias de índole mecánico ambiental dificultaban la determinación de la hora exacta en el  mar. Esta dificultad derivó en graves problemas en los levantamientos de cartas náuticas de la época, donde hubo sendas disputas por espacios marítimos incorrectamente delimitados. La búsqueda de un reloj, que no fuera afectado por las fuerzas terrestres sobre una plataforma flotante, duró cuatro siglos y obligó a generaciones de científicos europeos a su exploración y experimentación. España, Inglaterra, los Países Bajos e Italia comenzaron a ofrecer suculentos premios en moneda oro a una solución viable.-

Santa Cruz fue quien plasmó la primera carta de carácter magnético en 1533, una especulación teórica basada en el supuesto de una constancia de la variación en relación con las longitudes geográficas. “Presuponiendo en mi que la misma diferencia quel aguja hacía a la parte de poniente noruesteando, que la misma haría de la parte de levante nordesteando, y puse de 15 en 15 grados muchos meridianos y debajo de cada uno dellos, fuera de la carta, escrebí lo que en cada uno noruesteaba o nordesteaba allí el aguja tocada con el magnete o piedra imán”. Lamentablemente  esta carta no se ha conservado. Ello significó un enfoque para el estudio estadístico del fenómeno geomagnético, anticipado en más de ciento cincuenta años a los trabajos de Gilbert y Halley. Finalmente fue Halley a quien se le adjudicó el mérito de ser el primero en desarrollar la cartografía magnética para el año 1700.

Después de Santa Cruz, fueron muchos los cartógrafos españoles que analizaron la declinación y elaboraron cartas magnéticas, como fue el caso de Diego Ramírez de Arellano en la expedición de García Nodal, que levantó las líneas isógonas en el Mar del Sur sobre el Cabo de Hornos en 1621.

-Se entiende por variación magnética, la diferencia entre el N geográfico y la dirección indicada por la brújula; esta magnitud varía de un año a otro, ya que la posición del Polo Norte magnético se va moviendo alrededor del Norte verdadero. La diferencia entre ellos es la variación o declinación, que difiere de un lugar a otro; las cartas marinas y las aeronáuticas indican su valor mediante líneas isógonas.-

Nuestro maestro cartógrafo, abrió el camino al estudio de la cartografía magnética y junto a Martín Cortés de Albacar, la invención de la proyección cilíndrica en cartografía o cartas esféricas marinas, fundadas en la separación progresiva de los paralelos.

“…E si en los caminos de la tierra ay cuestas y asperezas, la mar los paga con las setenas de las tormentas. Siendo este camino tan dificultoso, sería difícil dar lo a entender con palabras o escribir lo con pluma. La mejor explicación que para esto han hallado los ingenios de los hombres, es dar lo pintado en una carta…” (Martín Cortés de Albacar Breve compendio de la sphera y del arte de navegar, Sevilla, 1551)

Santa Cruz elaboró en 1542, la carta en usos de proyección polar.  Una referencia de Alejo de Vanegas indica que Alonso de Santa Cruz intentó mejorar las cartas ideando una proyección esférica, de la que dice que es “abierta por los meridianos, desde la equinoccial a los polos, en la cual sacando por el compás  la distancia de los blancos que hay de meridiano a meridiano, queda la distancia verdadera de cada grado, reduciendo la distancia que queda a leguas de línea mayor”. Basándose en este párrafo se le ha atribuido el empleo de la proyección de latitudes crecientes, también supuestamente ideada por García Torreño, cuarenta años antes de la publicación por Mercator.

Existen divergencias acerca de la invención de las cartas esféricas, cuando los ingleses se las atribuyen a Wright y los españoles a Alonso de Santa Cruz y Martín Cortés, aunque finalmente recae el mérito en el holandés Mercator quien no tuvo una idea surgida repentinamente, pues algunos antecedentes gráficos le ayudaron a su concepción. 

-Estos hallazgos fueron muy importantes, ya que el desconocimiento del fenómeno físico de la declinación magnética y la correlativa variación de la aguja así como el incremento de una y otra magnitud con la longitud geográfica, provocaron que los nortes magnéticos de la carta fueran paralelos  en toda su extensión. De modo que se empleaban los Nortes magnéticos como si fueran astronómicos y las distancias sin corrección alguna, construyendo la carta en proyección topográfica, como si la tierra fuera plana. El antiguo portulano es una proyección topográfica, su metodología de observación y representación considera la superficie terrestre plana. Las cartas portulanas son inservibles fuera del Mediterráneo. Se hace necesario proyectar la esfera en un plano, y teniendo en cuenta que la esfera no es desarrollable directamente en un plano, es preciso acudir a una adecuada transformación geométrica proyectiva. Las cartas esféricas mantienen los ángulos por medio de un ingenioso espaciamiento de los paralelos por lo que las trayectorias de los barcos que marchan en un rumbo constante aparecen como rectilíneas.-

Alonso de Santa Cruz es uno de los autores más olvidados de España, de hecho hay fuentes que destacan  la posibilidad de existencia de obras inéditas de este autor. Falleció en 1567. Entre los papeles que dejó se encontraba el borrador de un detallado atlas de la península Ibérica, que hoy se denomina el Atlas del Escorial y es uno de los únicos mapas de la época que existen de España. El inventario de sus mapas realizado a su muerte reseña 47 cartas.

La evolución tecnológica en navegación, astronomía, geodesia y cartografía en la historia de la Marina española, ha dejado nombres de referencia y no cabe duda que nuestro cosmógrafo haya sido uno de ellos.

Un testigo viviente a bordo de viajes de exploración en épocas de expansión geográfica. Aquellas singladuras donde la atemporal crudeza de la vida en el mar, le desafiaba a comprenderla, a resolver sus secretos. Cuestión de deber. Hombres de mar y sus aportes de valor científico para la Humanidad. Así, en esta partida de ajedrez entre naciones, el juego no hacía más que empezar. 

 

 

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