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Una derrota naval de Nelson

Una derrota naval de Nelson
Retrato de Horatio Nelson. Museo Marítimo de Greenwich. Londres
Agustín Ramón Rodríguez González el

Cuando se menciona una derrota del gran marino británico, se suele pensar en su fallido intento contra Tenerife en 1797, que además le costó su brazo derecho. Pero hubo otra ocasión, al menos, en que resultó derrotado, si bien de forma incompleta y muy honrosa para él.

A fines de 1796, el ya capitán de navío Horacio Nelson, con el cargo de comodoro, izaba su insignia en la fragata “Minerve”, acompañada de la “Blanche”.

A eso de las 11 de la mañana del 19 de diciembre de 1796, se topó, no lejos de Cartagena, con otras dos fragatas españolas, la “Matilde”, al mando de Miguel Gastón de Iriarte, jefe de la agrupación española, y la “Santa Sabina”, al de Jacobo Stuart.

La “Matilde” y la “Blanche” pronto se perdieron en el horizonte, mientras combatían, pero la lucha principal fue entre la “Santa Sabina” y la “Minerve” con Nelson al mando, aunque su comandante fuera George Cockburn.

La superioridad británica era más que evidente, pues la “Minerve”, de origen francés, pues se botó en Tolón en 1794, siendo apresada por los británicos al año siguiente, llevaba 28 cañones de a 18 libras de bala, seis de a 6 y 16 carronadas de a 32, con una andanada de  526 libras, mientras que la “Sabina”, botada en Ferrol en 1781, llevaba 28 de a 18, doce a 6 y otros tantos pedreros de a 3, inútiles salvo a bocajarro en caso de abordaje y contra el personal, con apenas 306 libras de andanada, y de menor calibre máximo.

Pese a la superioridad en artillería de la fragata de Nelson, de más de 5 a 3, el combate se prolongó por tres horas y media, debiéndose rendir la española, con dos muertos y 48 heridos,  el palo de mesana abatido y los otros dos a punto de caer, contra siete muertos y 33 heridos de la británica, pero con más suerte en la arboladura. Las cifras de bajas respectivas y la duración del combate muestran tajantemente el valor y la pericia de los españoles en el combate, pese a tópicos tan repetidos como inexactos y pese a su gran inferioridad.

Nelson quedó impresionado al saber que el comandante enemigo era nada menos que un Stuart, descendiente de los reyes de Escocia y de Inglaterra, por lo que le trató con toda consideración y respeto, devolviéndole la espada. Para tomar posesión de la apresada “Sabina” destacó en ella a dos tenientes de navío y 40 hombres, poniéndola al mando de su fiel amigo y subordinado Hardy.

Pero a eso de las cuatro y media de la madrugada, apareció la “Matilde” al mando de Gastón, que había conseguido despegarse de la “Blanche”,  y acudía en auxilio de su compañera, pese a ser un barco muy inferior a los dos británicos, de 34 cañones y 12 libras de calibre máximo, con lo que de nuevo se reanudó el combate.

A la media hora de fuego, y reincorporada a Nelson la “Blanche” se divisó otra agrupación española atraída por el cañoneo: las fragatas “Ceres” y “Perla”, seguidas a distancia por el gran navío de tres puentes “Príncipe de Asturias”.

Ante aquello, Nelson comprendió que no le quedaba sino retirarse a toda vela, maniobra facilitada por su fiel Hardy (en cuyos brazos murió en Trafalgar) que retrasó lo que pudo a los españoles con la “Sabina”, que fue recuperada, cayendo prisioneros Hardy, el otro oficial y los cuarenta marineros británicos de la dotación de presa, mientras que las otras dos fragatas perseguían a las de Nelson, causándolas otras diez u once bajas. Pero disparar en persecución hacía perder velocidad, por el retroceso de los cañones, y los ingleses pudieron finalmente huir. Sin contar que las fragatas españolas, de portes de 40 y 34 cañones, eran inferiores a las británicas, de 50 y 38, si bien la de Nelson había sufrido cuantiosas bajas y notorias averías. Aparte de que sospechaban que otros buques ingleses estarían cerca, volviéndose a cambiar las tornas.

Un caballeroso Nelson, que había conservado como único prisionero a Stuart, escribió a Gastón, su jefe, al ponerle en libertad y ser canjeado por Hardy y los demás prisioneros ingleses:

“No puedo permitir que don Jacobo vuelva a su lado sin expresarle mi admiración por su valeroso comportamiento. A usted, que ha visto el estado de su nave, no es necesario demostrarle la imposibilidad en que se halló de prolongar la defensa. Yo he perdido en la lucha muchos hombres valientes, pero en nuestros mástiles fui el más afortunado, de no haber sido así, es probable que hubiera tenido el gusto de conocerle. Pero Dios ha dispuesto las cosas de otro modo, por lo que le estoy agradecido.”

Lo cierto es que los marinos españoles y británicos, recientes aliados en la guerra contra la Convención, habían aprendido a respetarse y valorarse mutuamente, aunque los avatares políticos volvieran a enfrentarlos en sangrientos combates.

En resumidas cuentas, aquella fue una muy honrosa derrota naval de Nelson, pero indudablemente un duro revés, que ya hubieran querido apuntarse otros enemigos del genial marino británico, ya fueran franceses, holandeses o daneses, lo que muestra de nuevo y palmariamente lo injusto, inexacto y parcial de muchos juicios sobre los marinos españoles de entonces y su pericia en el combate. Y bueno es recordar estos hechos para valorar debidamente la historia y logros de unos y de otros.

Agustín Ramón Rodríguez  González          

Batallas
Agustín Ramón Rodríguez González el

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