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Blogs Escuela de padres con talento por Óscar González

Consejos para educar la gratitud en tus hijos

Óscar González el

En esta entrada me gustaría tratar un tema que es necesario abordar. En la actualidad son muchos los padres que se quejan de que sus hijos son unos desagradecidos. Es importante saber que, como todo lo demás, la gratitud es un sentimiento que se desarrolla gracias a la educación que nuestros hijos reciben. Si quieres que tu hijo sea agradecido, comienza por dar ejemplo desde ahora mismo.

 Según el filósofo Robert C. Roberts “la gratitud contrasta con tres sentimientos que son el origen y raíz donde se asienta la tristeza: el resentimiento, el arrepentimiento y la envidia”. Vemos pues, la gran importancia y necesidad de educar este sentimiento en nuestros hijos desde bien pequeños ya que les va a ayudar a ser personas felices.

¿Se puede educar la gratitud?

Como cualquier otro sentimiento, la gratitud también se puede (y se debe) educar. Los padres tenemos que hacer lo posible para potenciarlo y educarlo, fomentando al máximo este sentimiento en nuestros hijos.

En un principio, como el resto de los sentimientos, la gratitud es muy inestable e intermitente y dependerá de si le gusta o no hacer algo o si lo hace para agradar al adulto. Si esto es así, no pasa absolutamente nada; los padres con mucha paciencia y constancia trabajaremos este sentimiento para que vaya quedando asentado formando parte de su personalidad, como una cualidad estable.

Podremos decir que ha quedado consolidado del todo cuando el niño sea capaz de comprender que, aunque no se le complazca en todo lo que hace o dice, lo hacemos por su bien. Antes de conseguir esto, podremos observar como la gratitud irá siempre de la mano de la gratificación positiva. Por eso es importantísimo que continuamente reconozcamos a nuestro hijo lo bien que hace las cosas, haciendo uso frecuente de los refuerzos positivos.

 

¿Qué podemos hacer? Tareas para los padres

En primer lugar es necesario señalar que vamos a educar este sentimiento (o el contrario) tanto por acción como por omisión, es decir, a través del ejemplo¿Cómo vamos a esperar que nuestros hijos agradezcan a los demás las cosas si nosotros somos los primeros que no lo hacemos?

Debemos abrir los ojos de nuestros hijos, a través de nuestro ejemplo, y hacerles ver que ser agradecidos no es simplemente pronunciar unas palabras de manera automática y mecánica. No basta con un simple gracias y ya está. La gratitud nace del corazón, de nuestro interior, del aprecio a lo que alguien hace por nosotros. Por eso, cuando alguien haga algo por nosotros, tenemos que mostrarles a nuestros hijos cómo actuamos nosotros para que también ellos empiecen a obrar de ese modo.

Veamos con detenimiento algunas ideas para trabajar la gratitud con nuestros hijos de una manera práctica y útil:

 

1. Habla sobre la gratitud

¿Qué entiende tu hijo por gratitud? ¿Sabe identificar ese sentimiento?

Averigua lo que sabe acerca de esta virtud para poder explicarle muchas más cosas de las que ya conoce. Es importante que tu hijo comience a poner nombre a este sentimiento y aprenda progresivamente a identificarlo y relacionarlo con otros.

Podemos comenzar por hacerle al niño las siguientes preguntas:

*  ¿Sabes qué es la gratitud?

*  ¿Cómo puede una persona demostrar la gratitud a los demás?

*  ¿A quiénes demostraremos gratitud?     

*  ¿De qué forma?

Deja a tu hijo que conteste abiertamente. Luego, explícale con tus palabras y en un lenguaje sencillo y adaptado a su edad, qué es la gratitud. Por ejemplo, que apreciar y querer mucho a quiénes nos cuidan es una manera de agradecer lo que hacen por nosotros: el profesor nos ayuda en el colegio, el médico cuando vamos al centro de salud, los padres en casa cada día, etc. Les explicaremos que la gratitud se demuestra con expresiones de afecto, cariño, portándonos bien con esas personas, etc.

2. Escribe una carta para alguien especial

· Pide a tu hijo que escriba una carta a quién él considere que tiene algo que agradecer, por ejemplo a los abuelos, a su profesora, al amigo especial que siempre le ayuda, etc.

· Debe escribir cómo se siente por lo que ha recibido de esta persona a la que está escribiendo. Esta carta se la enviará o, si es posible, buscará a la persona a la que ha escrito y se la leerá personalmente.

· Si el niño es todavía muy pequeño y no sabe escribir, ayúdale a escribirla. Deja que te diga lo que quiere trasmitir. Incluye al final de la carta un dibujo hecho por tu hijo.

· Para educar con el ejemplo, tú también puedes escribir una carta de agradecimiento, por ejemplo al profesor de tu hijo por su esfuerzo durante todo el curso escolar.

 

3. Escribe un diario de gratitud

Anima a tu hijo a que, cada día, antes de acostarse dedique unos minutos a escribir acerca de tres cosas por las que está agradecido. Estas cosas pueden ser de dos tipos:

· Generales: estar vivo, poder ver, contar con la amistad de las personas que el niño aprecia, etc.

· Concretas: aprender algo nuevo, recibir un elogio, la ayuda de un compañero, etc.

Si no sabe escribir, dile que te diga cuáles son sus motivos de agradecimiento y los anotas en su diario de gratitud.

Según M. Selligman, “escribir este diario nos ayuda a fortalecer el agradecimiento a la vida y de este modo, cultivar el hábito de ser feliz”.

4. ¿Qué harías tú? Empatía

En esta actividad debes proponer a tu hijo una situación concreta que en un futuro podría encontrarse en la vida real. Le diremos lo siguiente:

Imagina que estás llorando en medio de la calle porque te has perdido y empiezas a asustarte porque pasa mucha gente pero nadie te hace caso. No sabes como volver a casa. De repente, aparece una señora que se acerca y te pregunta qué es lo que te pasa y cuando se lo cuentas te ayuda y te trae hasta casa.

Seguidamente le diremos que nos conteste a estas cuestiones:

*  ¿Qué harías tú si te pasara eso?

*  ¿Qué le dirías a esa señora que te ha ayudado?

*  ¿Qué sentirías por ella?

*  ¿Le agradecerías el favor que te ha hecho?   ¿De qué forma?

A continuación, seguiremos hablándole pero cambiando la historia:

Ahora imagina que otro día estás jugando al fútbol con tus amigos en el parque y se acerca esta misma mujer preocupadísima porque ha perdido a su perrito cuando lo estaba paseando.

Entonces, pregúntale: ¿Tú qué harías?, ¿seguir jugando el partido o ir a ayudarla?, ¿de qué forma la ayudarías?

Esta actividad te servirá para trabajar el concepto de la gratitud y también de la empatía.

5. La paloma y la hormiga

Enséñale a tu hijo la importancia, no solo de ser agradecidos, sino también de devolver los favores que recibimos. Para ello, léele la siguiente fábula de Esopo, “La paloma y la hormiga”.

Obligada por la sed, una hormiga bajó a un manantial; arrastrada por la corriente, estaba a punto de ahogarse.

Viéndola en esta emergencia una paloma, desprendió de un árbol una ramita, la arrojó a la corriente, montó encima a la hormiga y la salvó.

Mientras tanto un cazador de pájaros se adelantó con su arma preparada para cazar a la paloma. Lo vio la hormiga y lo picó en el talón, haciendo soltar al cazador su arma. Aprovechó el momento la paloma para alzar el vuelo.

Debemos ser agradecidos y devolver los favores que recibimos.

 Errores comunes

Como hemos visto, educar la gratitud no es nada sencillo. Necesitamos ser constantes y evitar cometer algunos errores que son bastante frecuentes. Veamos con detenimiento algunos de ellos:

– Restar importancia al sentimiento de gratitud cuando nuestros hijos son pequeños. Solemos decir “si total, nadie da las gracias por nada… ¿para qué se lo voy a enseñar?”. A medida que crecen y llegan a la temida adolescencia decimos: “que desagradecidos son estos jóvenes de hoy en día”. Entonces es cuando deberíamos preguntarnos con toda sinceridad: ¿qué he hecho yo para que esto sea así?

– En ocasiones, tampoco sabemos aceptar el agradecimiento de nuestros hijos y les contestamos con un: “no es nada” o “no es necesario que me lo agradezcas”. Al contrario, debemos estimularlo y decirle: “Muchas gracias a ti, hijo. Significa mucho para mí que estés agradecido”.

–   No siempre educamos dando verdadero ejemplo ya que en ocasiones tampoco agradecemos a nuestros hijos lo que hacen por nosotros.

Quizás si todos nos aplicásemos a diario la siguiente máxima hebrea nos irían mejor las cosas y podríamos adecentar un poco este mundo:

“ El que da no debe volver a acordarse, pero el que recibe nunca debe olvidar”

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