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Blogs El talón de América por Carmen de Carlos

Páez Vilaró, adiós a un maestro

Carmen de Carlos el

Ha muerto Carlos Páez Vilaró. Quizás, en el mundo, se hizo famoso por ser el padre de Carlos Miguel, uno de los jugadores de rugby que sobrevivieron, en 1972, al trágico vuelo de los Andes que dio pie a la película, ”Viven”. Pero en Uruguay y buena parte de América, Páez Vilaró era conocido como un magnífico artista (multifacético) que poseía “Casapueblo”, un museo vivienda construido sobre las rocas de Punta Ballena, cercano al balneario de Punta del Este, la versión marbellí –en sus mejores tiempos- de Sudamérica.

Pintor, escultor, escritor, compositor y realizador Paéz Vilaró murió a los 90 años. Su corazón había hecho escala varias veces en el quirófano y aguanto hasta aquí. Su secretaria personla, María Dezuliari, dio detalles: Venía con insuficiencia cardiaca severa, su corazón estaba muy mal, tenía las aurículas dilatadas. Luchó hasta el final”.

El cuerpo del artista será trasladado a Montevideo. En su despedida, “como él quería”, contó su secretaria, sonarán los tambores. Será el adiós definitivo de un artista que encontró en las raíces africanas de la población uruguaya un filón para crear murales, frescos, textiles o cualquier pieza que se le pasara por la cabeza. La sede de la OEA en Washington, el Hotel Conrad de Punta del Este o los aeropuertos de Panamá y Haití pueden presumir de tener sobre sus paredes un Páez Vilaró.

Padre de seis hijos el día que le dijeron que el avión en el que viaja Carlos se había estrellado en la cordillera y no había rastro de supervivientes, Páez Vilaró se resistió a aceptarlo. Convencido de que estaba vivo movió cielo y tierra para encontrarles. Hasta se sirvió de un vidente que le aseguraba que su hijo y algunos compañeros, estaban vivos. El artista se instaló en Chile y encabezó  una delegación que terminó dando sus frutos. Lo contaría en el libro, “Entre mi hijo y yo, la luna”.

El resumen de su historia lo explicó él mismo: “Mi vida ha sido siempre un intento. Intenté la pintura sin maestros, intenté la cerámica sin ser alfarero, intenté la arquitectura sin ser arquitecto, intenté la música y la cinematografía sin sabe filmar. De golpe, en África me vi con una cámara en la mano tratando de capturar imágenes de sus revoluciones. He sido una aspiradora”. Descanse en paz.

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