La caída de Fernando de La Rúa vino acompañada de un “efecto dominó”. En apenas trece días, entre el 20 de diciembre del 2001 y el 2 de enero del 2002, la Casa Rosada (sede del Ejecutivo) tuvo al frente a cinco presidentes incluido el que acababa de dimitir: Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Camaño y Eduardo Duhalde.
Los chistes y las bromas sobre Argentina cruzaban fronteras. Arnold Schwarzenegger hoy no estaría en condiciones de hacerse el gracioso pero entonces, entrevistado por un periodista local, se atrevió a exclamar: Usted es de Argentina…, ese país que tuvo diez presidentes en una semana. El ex marido de Maria Schriver se equivocó en la cifra pero la imagen de república bananera para una Argentina históricamente orgullosa fue demoledora.
Diez años más la tarde la debilidad presidencial es apenas un recuerdo y la alternancia en el poder algo parecido a un espejismo. Desde mayo del 2003 el sillón de Rivadavia, como se conoce la butaca de los presidentes argentinos, ha estado ocupado por el matrimonio Kirchner. El difunto Néstor Kirchner cedió la banda presidencial a su mujer en el 2007 y ésta se la prestó a su hija hace díez días para que se la devolviera, en una ceremonia de investidura, cuando menos surrealista. Sin reelección posible, de acuerdo a la Constitución, cuando Cristina Fernández de Kirchner termine su mandato, en el 2015, el apellido Kirchner habrá estado más de doce años consecutivos en el poder. Será el fin de una dinastia política… Salvo que Máximo o Florencia, los hijos de la presidenta, intenten recuperar como herencia el bastón de mando de sus padres.
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