A José Manuel Sánchez le conocían en Las Ventas como “Pajarita” por su afición a las corbatas de lazo cuando presidía las corridas de San Isidro. En Buenos Aires, en sus tarjetas de visita, el cargo que figuraba era el de Consejero de Interior pero aquí, para la mayoría de los españoles, era “El Comisario”. Escribo en pasado porque José Manuel ya no está entre nosotros. Se fue a pasar las navidades a España y no volvió. Cruzó por última vez el charco y nos dejó esperando su vuelta. Se retrasaba porque había decidido aprovechar la visita para operarse en Madrid. Tenía un estómago de cristal por culpa de la enfermedad de crohn, o algo muy parecido a ésta, y había dejado para después de las fiestas la intervención. Como era un hombre bueno, no quería amargarle a su familia la despedida de año con postoperatorios, bisturíes y médicos por los pasillos de un hospital.
Su mujer y sus dos hijas seguían con preocupación su salud desde que un marcapasos le dictara los tiempos del corazón. En Paraguay, país que también pertenecía a su jurisdicción, ya tuvo un susto con el tic tac de la vida pero el reloj, donde se le paró de golpe, fue el domingo en Madrid, cuando soñaba con que le dieran el alta. Había superado el quirófano sin dificultad aparente y, en teoría, estaba fuera de peligro. El embajador, Rafael Estrella, lo había comprobado en una charla con él. También otros amigos y compañeros suyos de la Embajada. Por eso, la noticia de su muerte pilló desprevenidos a todos. La recibió Alfonso Anaya (consejero de Agricultura y Pesca), pasado el mediodía del domingo cuando, una vez más, le daba otra llamadita para animarle. Desde entonces, los recuerdos de José Manuel, “el comisario”, compañero de mus ocasional, excelente fuente policial y tertuliano de RNE, se suceden entre los que le conocimos. Los amigos, los corresponsales en Argentina, todos los que le apreciábamos, nos seguimos llamando y repetimos la noticia para convencernos de que es cierta. Ojalá no lo fuera.
