Buena noticia, los argentinos están contentos. La goleada a la selección española (4-1 y pudo ser más) les ha dado una alegría enorme. El equipo con mayor número de jugadores estelares del mundo demostró que puede ser equipo. Sin Maradona de seleccionador la victoria entierra las aspiraciones de regreso del Pelusa. También esto es buena noticia, aquí y en cualquier lado. La imagen del estadio Monumental, lleno hasta la bandera, es inolvidable. Lo mismo se puede decir del cachondeo y las burlas, merecidas, del público con el plantel español.
La albiceleste es bicampeona del mundo, exporta jugadores como dulce de leche y buena parte de estos los vemos en la liga española. Aunque en el pasado Mundial no diera la talla, no son cualquier cosa. Nunca lo fueron con un balón entre los pies. Aquí, como en Brasil, se respira fútbol hasta debajo del agua. El que olvide esto cuando les tenga enfrente en el campo, puede despedirse de la victoria. Eso es exactamente lo que le sucedió a España y a Vicente del Bosque. La flamante campeona del mundo y Premio Príncipe de Asturias, concedido esa misma mañana, no tuvo respeto por la historia y por sus títulos.
Claudio Mauri lo dice con otras palabras hoy en La Nación: España debe aprender que un campeón del mundo lo debe ser a tiempo completo. Se lo impone la púrpura que supo conseguir en Sudáfrica. La motivación que tuvo Argentina para enfrentar al campeón fue mayor que la que éste pudo sentir por visitar a uno de los países que es referencia del fútbol internacional.
La Roja estuvo más cerca del rosa que del bermellón. Aunque los argentinos, merecidos ganadores, le sacaron los colores saben que hubo algo más. Listos como son, también advirtieron, “la llamativa pasividad de los defensores españoles” y el “ritmo de entrenamiento” (Enrique Gastaña en Clarín) de buena parte del encuentro. El final, ya se sabe, los mejores titulares chuparon banquillo y los suplentes un lastimoso fracaso.
Política
