Yo quiero tener la gripe A

Como decía antes de que el ordenador se tragara mi texto, yo quiero tener la gripe A. Me desespera que los chicos estén encerrados en una burbuja y sólo vean y toquen a la gente que vive bajo su mismo techo. Me da una pena tremenda toda esa gente que echa el día rastreando farmacias para comprar alcohol en gel a precio de cuarto y mitad de solomillo. Siento que la gastritis crónica se me revuelve cuando me cruzo en la calle, a cielo abierto, con hombres y mujeres tapados con mascarillas como si fueran bozales de perro. No puedo evitar dar un beso sonoro a los que te ponen la mano por temor a contagiarse, ni me resisto a esbozar una sonrisa cuando veo los carritos del supermercado llenos de comida de gente al borde del ataque de pánico…
En Argentina la gripe A está volviéndonos locos a todos y puestos a elegir enfermedad prefiero un virus que se cura con Tamiful que un trastorno mental con fecha y desenlace incierto. Además, una vez que padeces la enfermedad estás inmunizada de por vida y puedes pasearte por el mundo sin temor. También puedes ir de compras con la seguridad de que no habrá avalancha de consumidores compulsivos en las tiendas. Asisitr al cine a sesión de nueve un sábado o al teatro el viernes por la noche sin sufrir aglomeraciones. Cenar donde siempre quisiste y nunca te dieron mesa. Aprovecharte de las ofertas del gimnasio y, menos ligar porque ellos también tienen miedo, puedes hacer todo lo que te venga en gana porque el mundo te está esperando y la gripe porcina formara parte de tu organismo como un escudo invencible.
Lo dicho, que me pongo el abrigo y la bufanda y me voy al Hospital Muñiz a tomar copas con todos los apestaditos. Con un poco de suerte la H1N1 termina siendo un cóctel para gente como yo. Después, a vivir que son dos días y uno, seguro, sale nublado.