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Blogs El talón de América por Carmen de Carlos

La confesión de Lugo

Carmen de Carlos el

Asunción. Carmen de Carlos
Hacer una entrevista es algo parecido a un parto. Tiene un tiempo previo de preparación propia y de aceptación de la pareja. Superado esos primeros pasos, el periodista se encuentra muchas veces frente a una persona que le recibe de mala gana. Lo hace más por obligación que por el placer de comunicar su visión del mundo, sus proyectos, planes de Gobierno o desafíos.
En el caso del presidente de Paraguay, hasta el último minuto pensé que iba a suspender la cita que teníamos, a las siete y media de la mañana, en el Palacio de Gobierno. Me equivoqué.
Fernando Armindo Lugo no había hablado con la prensa desde la semana anterior, cuando saltó el escándalo de la denuncia de paternidad de una joven con la que concibió un hijo cuando era obispo. Paraguay estaba pendiente del jefe del Estado y la noticia, a medida que pasaban los días, crecía como una bola de fuego con nuevos y escabrosos detalles de la relación.
Así se supo que la madre del niño comenzó a verse con Lugo cuando tenía 16 años, que el pequeño, Guillermo Armindo Carrillo, debe su segundo nombre al de su padre y el primero al del abuelo paterno. También se conocieron otros detalles de la demanda, entre ellos, que la madre acusaba a Lugo de haberle dado una bofetada.
El silencio del ex obispo frente a la avalancha de información destacada en las portadas de los periódicos, en las radios y en la televisión, equivalía a una confesión. Su juicio y condena se sucedía en los medios de comunicación. En este contexto y con Paraguay esperando que su Presidente dijera algo, me recibió y lo hizo con buena cara y predisposición.
Empecé la entrevista como si todo lo que he contado no hubiera sucedido nunca. Arranqué recordando que el lunes se cumple primer aniversario de las elecciones en las que Lugo terminó con sesenta años de hegemonía colorada. Le pregunté por Obama, la Cumbre de las Américas, Cuba y otros temas de política internacional y nacional. Tenía poco más de veinte minutos. No se bien por qué, supongo que será el oficio, pero sabes perfectamente cuando se van a cumplir. Si lo olvidas, en este tipo de entrevistas, un asesor siempre te lo hará recordar con gestos dramáticos que a ti te resultarán cómicos.
El tiempo corría pero ¿Cómo preguntarle por el tema del niño sin que me echara? Lo estuve pensando un par de días antes. Analicé los posibles escenarios y llegue a una conclusión: Podía empezar con rodeos o arriesgarme e ir directa al tema. Tenía claro que las cuestiones delicadas hay que dejarlas siempre para el final, cuando el personaje está más relajado y tú tienes el texto garantizado.
Decidí ser frontal con una salvedad. Precedí la pregunta de una descripción de la prensa del día en la que se daba buena cuenta de lo relatado. Lo hice como diciéndole: no tengo más remedio que preguntarle. Ojalá no fuera así pero está en todas las portadas… Utilice un tono conciliador y suave que, para mi, es el que mejor resultados da pero pregunté: ¿Es usted el padre de Guillermo Armindo Carrillo? Su respuesta estaba dentro de lo previsible: Dijo que esa cuestión la iba aclarar en dos horas e hizo amago de dar por zanjada la entrevista.
Había imaginado ese escenario anteriormente y, siempre con tono de, te quiero comprender, te escucho, te miro de frente, le puse el ejemplo de Alejandro Toledo en Perú, el de Alan García y hasta el de Carlos Menem (hay más en este barrio) y le pregunté si pensaba que su silencio o la noticia, independientemente de si era cierta o no ya que en ese momento no lo había confirmado, le podía costar la Presidencia. Después seguí con la cuestión del celibato y las otras que están publicadas en ABC. Todas valían tanto si Lugo confesaba más tarde su paternidad como si la negaba.
Cuento estos detalles porque ayer Susana Oviedo y Antonio Pecci, dos excelentes periodistas paraguayos, en una charla informal me recomendaron que lo hiciera. Según ellos, estás anécdotas sirven para ayudar en el trabajo de jóvenes colegas o estudiantes además de divertir. Espero que estén en lo cierto porque , después de tantas palabras, esto ha sido, como decía al principio, como un parto.

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