En los últimos dÃas he sabido de dos episodios de insultos en las redes sociales , al escritor y columnista de este periódico, Juan Manuel de Prada y a la exministra MarÃa Antonia Trujillo. Como lo califica el propio Prada, “un vómito de vituperios”, de los que podrÃan merecer incluso “una denuncia en los tribunales”. Prada se queja, además, “del silencio taimado de los que en otro tiempo me daban palmaditas en la espalda”.
¿Y no se deberá ese silencio a que la mayorÃa de la gente no se ha enterado de esos insultos? Esto último me parece lo más relevante de esta historia, que la degradación de las redes sociales está limitando enormemente las posibilidades de su influencia. Porque no nos preocupamos de saber qué pasa en ellas. Porque ni siquiera nos enteramos.
Y cuando nos enteramos, de las descalificaciones e insultos a unos y a otros, lo sabemos por otros medios.
Yo me enteré del vómito de vituperios a Prada, encabezados, como relata él mismo, por el de “el gordo ese”, por su artÃculo en XL Semanal de este domingo (“El gordo ese”). Y supe de las descalificaciones a MarÃa Antonia Trujillo por ABC papel del lunes. En este último caso, porque Trujillo lanzó a las redes la pregunta “¿Para qué asuntos importantes sirve el catalán?”.
Las redes sociales, Twitter, sobre todo, iban a suponer la democratización de la comunicación, el periodismo hecho por todos, y, por el momento, se están quedando más bien en las descalificaciones e insultos para casi todos. La noticia no es lo que influyen, sino lo que insultan.