Lucia Magi define muy bien hoy en El País el berlusconismo. Consiste en la cultura en que las curvas valen más que el currículo. El problema de la tesis anterior es que Magi la circunscribe a Italia. Cuando el berlusconismo está muy generalizado y afecta a otros países tanto como a Italia.
No hay más que repasar el tipo de interés por Rubi, la prostituta más famosa de la casa de putas de Berlusconi, en todos los medios de comunicación del mundo. O las entrevistas que ya ha concedido. O su nuevo papel de estrella mediática. O el dinero que le han pagado por sus apariciones estelares quienes dicen no ser como Berlusconi. Las chicas como Rubi triunfan en todos los países, no sólo en Italia y no sólo de la mano de Berlusconi.
En cambio, las chicas como la árbitro británica Sian Massey tienen problemas, sobre todo cuando ascienden a primera división, y no por las curvas sino por lo que saben de fútbol. La ridiculización por parte de los periodistas, por ejemplo. Como esos dos de SkySports, hijos de la cultura del berlusconismo, que se convirtieron en personajes del habitual chiste de que las mujeres no entienden el fuera de juego cuando creían que el micrófono estaba cerrado. Seguramente les parece más natural y normal ver a Rubi exhibiendo encantos que a Sian Massey arbitrando partidos. Es la cultura del berlusconismo, en Italia, en España o en Inglaterra.
Postdata: una versión española de la cultura del berlusconimo. La de Salvador Sostres: “Silvio está hecho un machote y funciona. ¡Buga-buga!”
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