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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Descubriendo Oviedo, un sorprendente paseo por la forja de España

Descubriendo Oviedo, un sorprendente paseo por la forja de España
Francisco López-Seivane el

¡Qué agradable sorpresa recalar por fin en Oviedo, tras merodearla durante años! Los destinos apartados suelen subyugarnos más que los próximos, que anticipamos previsibles, pero la capital asturiana me ha mostrado cuán equivocados son los prejuicios muchas veces. Oviedo creció alrededor de una catedral y dentro de una muralla circular, de la que apenas quedan algunos pequeños retazos aquí y allá. Fue Alfonso II el Casto quien las construyó en el siglo IX. Aquella catedral no es la misma que ahora yergue orgullosa su espectacular torre sobre toda la ciudad, pero parte de la obra de Alfonso II, un templo prerrománico, aún constituye la parte más antigua de ésta. Conocida como la Cámara Santa, guarda el Arca Santa, por lo que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad, junto a otras tres iglesias de la misma época que se levantan en  las faldas del Naranco. La catedral de Oviedo incluye todos los estilos, desde el prerrománico al renacentista, pasando por el gótico florido. Es una auténtica joya en la que destacan el pórtico, con bajorrelieves de los reyes Fruela y Alfonso I escoltando una representación de la Transfiguración, y su altísima torre, de ochenta metros, que juega un papel estelar en la novela La Regenta, de Leopoldo Alas ‘Clarín’, ya que desde su campanario, y con ayuda de un catalejo, vigilaba la ciudad Don Fermín de Pas, el Magistral.

Imponente torre de la catedral de Oviedo, entre gótico florido y renacentista.
Extraordinario pórtico de la catedral de Oviedo, con sus tres puertas de nogal, dando entrada a cada una de las naves.
Plaza de la catedral al anochecer.

Dios y Patria, eso es lo que se desprende de una visita sosegada a los monumentos más representativos de esta ciudad real. Y es que Oviedo se asienta en un amplio valle de terreno irregular, flanqueado por el Monsacro, al sur, y la pequeña sierra del Naranco, que apenas suma seis picos, pero abriga la ciudad de los crudos vientos del norte y, como he apuntado más arriba, posee algunos de los mas significados monumentos de Asturias, declarados Patrimonio de la Humanidad: la iglesia prerrománica de Santa María del Naranco (ver foto de portada), que domina toda la ciudad desde su espléndido mirador a media ladera; muy cerca, aunque sin disfrutar de las mismas vistas, se encuentra San Miguel de Lillo, otra maravilla prerrománica, mientras al pie de la sierra, pero ya prácticamente en la ciudad, se halla la iglesia de San Julián de Prados, o Santullano, consagrada bajo la advocación de los santos –y castos, lo daba la época- Julián y Basilia, desposados de origen asirio, aunque algunos dicen que eran egipcios.

Turistas ante la iglesia prerrománica de San Miguel de Lillo/ Foto: F. López-Seivane
Vista lateral de Santullano, otra joya prerrománica de Oviedo/Foto: F. López-Seivane
Vista desde el Naranco de la antigua Ovetao romana (actual Oviedo)/ Foto: F. López-Seivane

Cerca de la catedral, que es aquí el centro de todas las cosas, puede admirarse un conjunto escultórico ajardinado en cuyas paredes se alinean representaciones, estatuas y relieves de todos los reyes de Asturias, desde Pelayo hasta su tataranieto Alfonso II. La forja de España, Dios y Patria, ya se ha dicho.  Muy cerca se halla la histórica Fuente de Foncalada, de origen romano y probablemente la construcción civil en uso más antigua de nuestro país. Partiendo de este punto, que es de donde partían los peregrinos del Camino Primitivo, las calles de Oviedo nos muestran una ciudad vibrante, limpia, moderna, aburguesada y con una excelente calidad de vida. Eso se nota en la cantidad de comercios, bares y confiterías, por no hablar de los numerosos restaurantes y sidrerías, siempre abarrotados de público, que uno se encuentra a su paso, aunque ninguno como La Paloma, en la calle de la Independencia, un bar de larga barra doble, que está siempre rebosante de parroquianos a quienes no les importa pasarse las horas de pie entre empujones con tal de tomarse allí su popular vermú de solera. Son afamadas también en Oviedo las pastelerías, y muy especialmente la de Camilo de Blas, que Woody Allen usó como escenario en ‘Vicky, Cristina, Barcelona’. Conserva muy bien el estilo ‘retro’, pero mucho me temo que sus afamados ‘carbayones’ han contribuido notablemente a subir el nivel de glucosa de los ovetenses durante el último siglo. No menos reconocidos son los ‘moscovitas’ de Rialto.

La histórica Fuente de Foncalada, construida por los romanos, toda una referencia en Oviedo/ Foto: F. López-Seivane
La célebre pastelería Camilo de Blas, que inmortalizó Woody Allen en sus películas/ Foto: F. López-Seivane

Muy cerca, en la calle del Doctor Casal, en pleno Camino de Santiago, se levanta un llamativo templo -¡será por iglesias!- al que muchos consideran una segunda catedral, aunque no pasa de basílica. Se trata de la iglesia de San Juan el Real, construida hace poco más de un siglo en un estilo ecléctico en el que destacan los elementos barrocos y los numerosos columbarios, esos pequeños nichos para depositar las cenizas de los finados, que en nuestros días han hecho fortuna al popularizarse también aquí la vieja y denostada costumbre hindú y romana de incinerar los cadáveres. En algún lugar hay que honrar sus restos, por mínimos que sean. Está iglesia ya alcanzó notoriedad a principios del siglo pasado cuando Franco se casó en ella en 1923, y también porque aún conserva en su fachada el impacto de un obús de la Guerra Civil que no llegó a estallar. Hoy día es la iglesia favorita de las clases acomodadas.

La iglesia de san Juan del Real, en pleno centro de Oviedo, es la favorita de la burguesía/ Foto: F. López-Seivane

Ya anticipo que, aparte los mencionados, no hay grandes monumentos en Oviedo, salvo la vieja universidad o algunas instituciones religiosas, como el convento de ‘las pelayas’, junto a la catedral, y algunas esculturas adornando plazas y rotondas. Sin embargo abundan las casonas, palacios e iglesias, por lo que recomendaría al amable lector darse un garbeo por la Plaza de la Constitución, enmarcada por el Ayuntamiento y la iglesia de San Isidoro. No es que le falten a esta ciudad edificios históricos con empaque, sino que la mayoría quedan eclipsados por los mencionados templos o el archifamoso Teatro Campoamor, que con su primera representación de Los Hugonotes en 1892, inauguró la temporada de ópera más antigua de Espala, si se exceptúa la del Liceo de Barcelona. A propuesta del escritor, y a la sazón concejal, Leopoldo Alas, ‘Clarín’, el teatro fue bautizado con el nombre del insigne escritor asturiano Ramón de Campoamor. Lamentablemente, Clarín no pudo asistir a la inauguración, pero compensó su ausencia enviando mil pesetas para distribuir entre los pobres. El Teatro, actualizado con importantes y acertadas reformas, sigue manteniendo sus temporadas de ópera y acoge todos los años la solemne entrega de los premios Princesa de Asturias, con la asistencia de los Reyes, que c0nvierten Oviedo en la capital del mundo cultural y mediático durante unos días, repartiéndose el foco de atención entre el mencionado Teatro Campoamor y el Hotel de La Reconquista, donde se alojan todos los premiados e invitados de prestigio y tienen lugar las recepciones regias.

Interior del emblemático Hotel de la Reconquista, escenario de las recepciones del premio Princesa de Asturias.
Fachada del Teatro Campoamor iluminada
Plaza de la Constitución, con el Ayuntamiento y la iglesia de San Isidoro.

Sólo me queda añadir que Oviedo es una ciudad extraordinariamente acogedora, fácil de explorar a pie, llena de rinconadas preciosas en sus barrios más antiguos, alrededor de la catedral y, sobre todo, cuenta con  una espectacular oferta gastronómica. Voy a destacar dos locales: Raitan (el antiguo), de Miguelo el Encanatdor, un actor de reparto que simultanea los rodajes con la dirección de este restaurante, en el que se inventó, hace tres generaciones, el famosos cachopo asturiano. Y La Pomarada, una popular sidrería/marisquería de la calle Gascona, donde se cuentan tantos bares y restaurantes como edificios. Pero, como digo, hay centenares de restaurantes de grandísimo nivel, que no decepcionarán a nadie. Más que buscar monumentos catalogados o restaurantes de moda, lo interesante en Oviedo es descubrirlos paseando sin prisa por sus calles y callejas históricas, un placer que le deparará muchas sorpresas agradables.

Rinconada creca de la catedral/ Foto: F. López-Seivane
Restaurante Raitan, muy cerca de la rinconada anterior, un clásico de Oviedo/Foto: F. López-Seivane
Uno de los deliciosos y cuidados rincones que adornan el casco histórico de Oviedo.

Aunque en la capital de Asturias hay numerosos y excelentes hoteles, mi recomendación es el Hotel de La Reconquista, un antiguo orfanato reconvertido en hotel de lujo, toda una institución donde podrán disfrutar de excelentes instalaciones y servicio y, sobre todo, podrán contarlo con orgullo a su vuelta. Y no es tan caro como imaginan

Para dimes y diretes: seivane@seivane.net

Las imágenes que ilustran este reportaje han sido tomadas con una cámara Fujifilm serie X T10

Pueden seguir aquí mis ‘Crónicas de un nómada’ en Radio 5 (RNE)

 

 

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