Es difícil saber cómo era la costa oriental asturiana en el período Jurásico, pero lo cierto es que por allí merodeaban los mayores saurios de los que se tiene noticia. La prueba está en las huellas de pisadas que encontró en 1969 un joven estudiante de geológicas, llamado José Carlos García-Ramos, mientras pescaba en compañía de su padre en un roquedal próximo a la playa de La Griega, en el concejo de Colunga.
José Carlos García-Ramos es hoy el director del MUJA (Museo Jurásico de Asturias) y, en cierto modo, el artífice del mismo, tras muchos años de brega para convencer a las autoridades del Principado de la importancia de su hallazgo y del interés que despertaría un museo de esas características, no sólo en la comunidad científica, sino entre el público en general. Sus ideas resultaron ser proféticas y el MUJA es hoy el museo más visitado de Asturias.
El MUJA está situado en lo alto de una boscosa ladera que cae, de un lado, a la playa de La Griega, una de las más bellas de Asturias; y del otro, al famoso pueblo de Lastres, quizá el más pintoresco del Principado, que conforma una estampa bellísima cuando se contempla desde el mirador de la ermita de San Roque.
Se da la circunstancia de que las huellas del colosal brachiosaurus halladas por el profesor García-Ramos en La Griega, las mayores jamás encontradas en parte alguna, llevaban allí, como mínimo, sesenta y seis millones de años, mes arriba, mes abajo, cubiertas por sedimentos que las mareas fueron acumulado y que el propio mar, muy bravo en esas costas, se encargó de ir limpiando con el tiempo. La forma y el contorno de las mismas no dejaba lugar a dudas, pero el tamaño era tan colosal que el propio descubridor estuvo dudando durante muchos años, en los que no dejó de seguir investigando trabajos científicos de todo el mundo para cerciorarse de la importancia de su hallazgo. Y, de paso, saber que no se tenían noticias de un saurio de ese tamaño en ningún lugar del planeta.
El hallazgo de esas huellas marcó un antes y un después en la paleontología asturiana, que redobló su esfuerzo de búsqueda de huellas y fósiles jurásicos entre Gijón y Ribadesella. Hubo muchos hallazgos de todo tipo, que ahora se exhiben en las salas del MUJA, pero nada comparable a las huellas de Colunga, de las que aún no ha aparecido el cuerpo del delito. Es decir, no se ha encontrado en el ancho mundo ningún fósil de branchiosaurus de ese tamaño, aunque, según el profesor García-Ramos, “las propias huellas constituyen una fuente inacabable de información. Por ejemplo, podemos saber la velocidad a que podía moverse el saurio, su tamaño y peso, el grupo al que pertenecía, etc. Las huellas encontradas en Colunga nos dicen que se trataba de un ejemplar que podía tener hasta quince metros de envergadura y pesar como ocho elefantes juntos. Es posible que algún día, en algún lugar del mundo, se encuentren restos fósiles que confirmen estos datos. De momento, no hay nada que se acerque”
El profesor tuvo la amabilidad de guiarme por las salas del museo, todas interesantísimas y muchas sorprendentes, aunque quizá lo más llamativo para los visitantes sea una cópula en la cúpula: o sea, los esqueletos de dos saurios gigantescos acoplados en pleno apareamiento. Pero hay infinidad de hallazgos fantásticos y se pasa una mañana extraordinaria recorriendo las modernas instalaciones antes de salir a un pequeño Parque Jurásico, donde reproducciones de saurios de todo tipo y tamaño parecen contemplar con agrado lo que debió de ser su hogar cuando la tierra formaba una sola masa, empezaba a abrirse la brecha del Atlántico y Europa no era más que un rosario de islas que sobrevolaban las primeras aves.
Pensando en el lugar donde se encontraron las huellas, al borde mismo del mar, no pude por menos que preguntar al profesor qué pintaban esos enormes dinosaurios en un sitio así.: “Los saurópodos entraban en zonas enfangadas para defenderse del ataque de los carnívoros, ya que éstos sólo tenían dos patas y quedaban fácilmente presos en el fango, mientras los cuadrúpedos herbívoros podían salir con facilidad con su tracción de cuatro patas. Se sabe que estos saurios podía nadar y se adentraban a menudo en lagos y en el mar”.
Confieso que se me hizo muy corta la entrevista con el profesor García-Ramos, toda una autoridad en la materia, pero se llegó la hora de comer y me esperaba Eutimio en Lastres, cuyo afamado restaurante data casi del Jurásico también. Si van a visitar el museo, lo que les recomiendo vivamente, especialmente si tienen hijos, no dejen de pasarse a comer por Casa Eutimio, que queda muy cerca y goza de merecida fama en toda la región. Me agradecerán el consejo.
Para dimes y diretes: seivane@seivane.net
Las imágenes que ilustran el reportaje han sido tomadas con un cámara Fujifilm serie X-T10
España