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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Tesalónica, más española de lo que imaginas

Tesalónica, más española de lo que imaginas
Francisco López-Seivane el

Acabo de pasar por Tesalónica, camino de Athos. Fui, vía Atenas, con Aegean, una compañía con la que nunca había volado antes. Profesionalidad y eficiencia. Me gustó. Por lo demás, mi paso por la capital de Macedonia ha sido fugaz, pero muy provechoso. Fue poner el pie en sus calles y sentir que me encontraba en cualquier gran ciudad española. Las terrazas ocupando las aceras, las gentes hablando animadamente, las miradas abiertas…

Terrazas ocupando las calles en Ladadica, antiguo barrio de los aceiteros, en Tesalónica/ Foto Turismo Grecia
Cena ala ire libre en la Acrópolis, con magníficas vistas de la ciudad/ Foto: Turismo de Grecia.

Es difícil sentirse extranjero en este rincón de los Balcanes, en el que recalaron muchos judíos sefardíes tras ser expulsados de España por los Reyes Católicos (¡qué inmenso error aquel!) a finales del siglo XV. La importancia de los sefardíes llegó a ser tal que muy pronto el español ladino era el idioma más hablado en la ciudad y los judíos (españoles), el grupo más numeroso de población, hasta el punto de que  los sábados no se trabajaba en el puerto, siguiendo la tradición judaica del Sabath. Hoy no quedan más de mil, pero su impronta es perfectamente visible en las calles de la nueva Tesalónica, en las que muchos de los edificios que se enseñan a los turistas son antiguas mansiones de  judíos prominentes, reconvertidas en galerías de arte. Una de las más destacadas, la Casa Bianca, era propiedad de un tal Fernández. Con eso está todo dicho.

La Casa Bianca, construida por un judío sefardí apellidado Fernández/ Foto: F. López-Seivane
Villa de Mordoh, otra mansión palaciega de los judios sefardíes/ Foto: Turismo de Grecia

En Tesalónica se fuma mucho y está de moda liar tabaco picado, pero la crisis se hace patente en lo magro de los cigarrillos que los tesalonicenses se llevan a la boca. Por lo demás, como ya he dicho, las terrazas están abarrotadas de un publico joven y dicharachero que imprime carácter a una ciudad que alberga la universidad más grande de Grecia. Pero que nadie piense que aquí acaban las gracias de esta urbe que presume de ser la capital gastronómica del país. La comida es un factor tan importante que cuando dos tesalonicenses se encuentran en la calle, la segunda pregunta que se hacen es invariablemente ¿qué tienes pensado comer hoy? (la primera, naturalmente, gentileza obliga, es ¿cómo estás?).

Jóvenes abarrotando las elegantes terrazas de la emblemática Plaza de Aristóteles/ Foto: Turismo de Grecia

De un lado, los numerosos pueblos que ocuparon la ciudad en los distintos momentos históricos (tracios, romanos, francos, bizantinos, judíos, otomanos, venecianos…) hicieron importantes aportaciones gastronómicas a la ya de por si extraordinaria cocina macedonia. Por otra parte, los excelentes productos de una tierra bendecida por los dioses, que cuenta con una de las más importantes zonas vitivinícolas de Grecia y produce el 75% del arroz y del aceite de todo el país; sin olvidar que en el golfo en el que está asentada la ciudad se pesca casi el 80% de los mejillones y mariscos que se consumen en Grecia. La variedad y calidad de sus frutas y verduras es sencillamente extraordinaria. Comer en Tesalónica es un auténtico placer, que empieza con el colorido de las ensaladas, sigue con el delicioso sabor de sus verduras y pescados ¡fresquísimos! y termina con el aditivo dulzor de sus postres. Lo más importante, a mi juicio, es que se trata de una dieta extraordinariamente saludable y auténticamente mediterránea. Dejémonos ya de presumir de dieta mediterránea en una España donde la mayoría de los platos típicos los prohibiría sin contemplaciones cualquier dietista sensato: tostón, cordero, chuletones, callos, hígado, cocido, morcilla, embutidos, cecina… La comida macedonia me ha parecido el paradigma de la auténtica dieta mediterránea, que en un nuestro país no deja de ser un soniquete publicitario y autocomplaciente que no se corresponde en absoluto con lo que los españoles comen habitualmente en sus casas o en sus restaurantes favoritos. Desde que he llegado de este viaje no he parado de buscar algún restaurante macedonio en Madrid. Por ahora, sin éxito.

Deliciosa y colorida ensalada griega/ Foto: F. López-Seivane
Las aceitunas constituyen un elemento fundamental en la dieta griega desde tiempo inmemorial/ Foto: F. López-Seivane

Hablar de Macedonia nos obliga a hablar también de Aristóteles, a quien se considera el abuelo de la filosofía occidental (de la oriental ya hablaremos otro día). Hay que recordar que Europa fue tierra de bárbaros desde la caída del imperio romano. Por darles sólo un dato: nada se supo de Aristóteles en nuestro continente hasta que Adelardo de Bath lo tradujo ¡del árabe! ya bien entrado el siglo XII. La gran sabiduría europea provenía hasta entonces de clérigos como San Isidoro de Sevilla, cuya estatua, por cierto, preside la escalinata central de la Biblioteca Nacional de Madrid, y quien en el siglo VII escribió un tratado sosteniendo que la tierra era plana.

Estatua de Aristóteles, maestro de Alejandro, en la plaza del mismo nombre/ Foto: F. López-Seivane

O de Galerio, el emperador romano de Oriente, que estableció su capital aquí a principios del siglo IV y dejó para la posteridad un arco y un Mausoleo, que terminaría siendo iglesia, primero, y mezquita, más tarde, bajo el imperio otomano.

Restos del Arco de Galerio y Mausoleo, al fondo. Tesalónica fue capital del Imperio Romano de Oriente durante cuatro años/ Foto: F. López-Seivane

Otro tema que suscita Macedonia, y sobre el que habrá que volver, es Alejandro, quien no sólo conquistó Persia y Asia Central hasta más allá del Indo, sino que se molestó en recopilar cuantos pergaminos y manuscritos pudo encontrar en sus correrías, poniéndolos a disposición de los sabios griegos en su magnífica Biblioteca de Alejandría. Conocer la sabiduría de la India y otros países de oriente es lo que realmente estimuló e inspiró el pensamiento griego.

Poderosa imagen ecuestre de Alejandro con el Monte Olimpo al fondo/ Foto: Turismo de Grecia
Apacible imagen del Paseo Marítimo de Tesalónica/ Foto: F. López-Seivane

En fin, que Tesalónica da para mucho. Desde el propio nombre, que no es otro que el de la hermanastra de Alejandro, en cuyo honor se erigió la ciudad. No hay nada como caminar despacio por el kilométrico Paseo Marítimo que bordea sin tregua las aguas mansas del golfo, para que la larga historia de Macedonia, que alumbró y conquistó gran parte el mundo conocido le salga a uno al paso en cada estatua y en cada monumento.

Espectacular vista de los ‘paraguas’ del paseo Marítimo con el telón de fondo del Monte Olimpo nevado/ Foto: Turismo de Grecia

Termino esta crónica asomado al balcón de mi habitación en el hotel Mediterranean Palace. Desde ella contemplo el mar y el primer edificio de cemento armado que levantaron en la ciudad los judíos españoles. Me gusta este hotel y la exquisita amabilidad de todos sus empleados, que me hicieron sentirme como en casa. Ya pueden contar conmigo la próxima vez que me acerque a Tesalónica. Que será a no mucho tardar, lo presiento.

Fachada del hotel Mediterranean Palace, con el primer edificio de cemento armado que construyeron los sefardíes en Tesalónica al fondo.
Elegante y acogedor lobby del hotel Mediterranean Palace.

 Portada: La Torre Blanca y el magnífico Paseo Marítimo de Tesalónica

Mis fotos han sido tomadas con una cámara Fujifilm serie X T10

Más información sobre Tesalónica en: www.visitgreece.gr

Para dimes y diretes:  seivane@seivane.net

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Francisco López-Seivane el

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