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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Oporto, con los ojos de una joven Erasmus

Oporto, con los ojos de una joven Erasmus
Francisco López-Seivane el

¿Cómo ven y viven los jóvenes estudiantes de Erasmus las viejas ciudades europeas? Olivia Pinkney es una estudiante británica de 21 años, a punto de graduarse en filología inglesa. Aspira a ser escritora y no le falta talento ni preparación. Además está naturalmente dotada para la pintura. La he invitado a contar en mi blog su reciente viaje a Oporto como muestra de apoyo y estímulo a su incipiente carrera literaria. La he pedido que lo haga con absoluta libertad, mostrándonos la ciudad desde su punto de vista personal. Este es su relato, traducido libremente del inglés. F.L-S.

Nada más bajar del avión en Oporto y sentir la primera bocanada de aire fresco con olor a mar, caí en la cuenta del escaso oxígeno que se respira en Madrid. Pero permítanme que me presente: soy una estudiante de Erasmus inglesa que vive en España, algo que aprovecho para viajar tanto como me permite el bolsillo. La idea que se tiene de Portugal en Inglaterra es semejante a la que se tiene de España: sol, playa y diversión. Un país tiene la Costa del Sol y el otro, el AlgarveYo  procuro evitar todo lo que puedo a los turistas ingleses, ya que tienden a arruinar las culturas de los países que visitan con su constante demanda de fish and chips. Prefiero mil veces el restaurante Fish Fix, por ejemplo, que he descubierto en la Ribeira, donde además de degustar un excelente pescado fresco, pude disfrutar de unas vistas espléndidas del río. También me gustó Os Lusíadas, otro restaurante, de aspecto decadente, que me impresionó con su puesta en escena y su gran especialidad: el bacalao a la sal, hecho al fuego. Afortunadamente no me he topado con ningún turista inglés estos días en Oporto. Todas las personas que he conocido han nacido y crecido allí y ninguna parecía tener motivo alguno para querer irse a otra parte.

Esta es, para mi, la imagen de Oporto: la Ribeira cons sus fachadas apretadas y multicolores/ Dibujo: Oivia Pinkney

Cualquier ‘tripeiro’ (así se conoce en Portugal a los portuenses) te dirá que Oporto es la ciudad mas genuinamente portuguesa del país, ya que su casco antiguo permanece intacto, a salvo de las masas de turistas que han transformado ya en parques temáticos otras ciudades lusitanas, como Lisboa. La Ribeira, su barrio más antiguo y característico, junto al río, me pareció tan apacible e impasible, tan ajeno a los escasos turistas que lo transitaban, que por un momento tuve la impresión de estar redescubriendo el viejo puerto del siglo III AC, uno de los más antiguos de Europa occidental, que llegó a ser tan importante que terminaría dando nombre a todo el país. Aún hoy, paseando ociosamente por sus empinadas calles adoquinadas, todavía pude sentir en cada rincón y en cada esquina la impronta de su rica historia.

Oporto está enclavada sobre una colina a orillas del Duero, un río que se dice que brilla como el oro cuando el sol se refleja en el limo arrastrado por la lluvia. Pero, a decir verdad, todo el viejo Porto desprende ese tono dorado y ascético que a veces he visto también en las ruinas de algunas ciudades romanas. Algunos edificios abandonados cerca del río le dan a la Ribeira cierto encanto de romántica decadencia, mientras otros, en proceso de renovación, se afanan en mantener su aspecto tradicional.

El viejo Porto está salpicado de iglesias, entre las que destaca su majestuosa catedral, enclavada en lo más alto. Todas católicas, naturalmente, con su imponente aspecto y sus valiosas imágenes, cuadros y artísticas eucaristías de oro puro. Me llamó la atención por su originalidad la Iglesia de los Carmelitas, y no solamente por la atractiva mezcla de estilos de su fachada, sino por tener las paredes laterales alicatadas con azulejos pintados a mano que, juntos, forman increíbles dibujos. Estos mismos azulejos los he encontrado también en el interior de la Casa da Música, un ejemplo notable de arquitectura de vanguardia de la nueva Oporto, y en muchos otros edificos, como la Estación de ferrocarril. Son auténticas obras de arte que cuentan sin palabras la historia de la ciudad.

La ecléctica Iglesia de los Carmelitas, con sus laterales alicatados de azulejos pintados/ Foto: Olivia Pinkney

Salón forrado de azulejos en la vanguardista Casa da Música/ Foto: Olivia Pinkney

El vestíbulo central de la estación también está decorado con hermosos azulejos pintados: Foto: Olivia Pinkney

Como también lo son algunos de sus más extraordinarios edificos civiles. El más representativo quizá sea el Palacio de la Bolsa, cuyo sorprendente interior hace olvidar pronto la grandiosidad de su fachada, sobre todo cuando se llega al Salón Árabe, donde las intricadas pinturas y los elaborados techos me dejaron un buen rato con la boca abierta, y me llevaron a pensar en todo lo que los portugueses descubrieron en su exploración por los mares de Oriente.

El Salón Árabe del palacio de la Bolsa me dejo con la boca abierta/ Fotos: Olivia Pinkney

Como universitaria, me complació comprobar que Oporto es una ciudad orgullosa de su Universidad y de sus librerías, algo en lo que coincido totalmente con J.K.Rowling, la creadora de Harry Potter, que vivió un tiempo aquí. Yo me sentí tan fascinada como ella al descubrir la Livraria Lello, que ella frecuentaba, con su impresionante y artística escalinata de maderas nobles, que Rowling terminaría replicando para rodar algunas escenas de Harry Potter. He de confesar que experimenté una especie de déjà vu al sentirme transportada a las escenas que tantas veces había visto de niña en sus películas. Cobran 3 euros por entrar, pero te los devuelven si compras un libro. Vale la pena pagarlos para ver en detalle la librería más hermosa de Europa y, quizá, una de las más bellas del mundo. Tampoco hay que perderse el modernista Majestic Cafe, que lleva a evocar de inmediato la belle epoque a cualquiera que atraviese sus puertas en la animada y peatonal Rua Santa Catarina.

Vista del techo y la vidriera cenital de la increíble Livraria Lello/ Foto: Olivia Pinkney

Entrada del Majestic Cafe en la bulliciosa Rua Santa Catarina.

El curso del Duero separa Porto de Vila Nova de Gaia, la pequeña ciudad que surgió en la otra orilla del río, donde las casas y bodegas se alinean escalonadamente, colina arriba, unas encima de otras, como un anfiteatro romano, permanentemente asomado al pintoresco escenario de la Ribeira, donde descansa impertérrito el milenario puerto de los bacalhadeiros despidiendo las aguas que van al mar. Es la mejor vista del viejo Porto. Los numeroso templos católicos asoman sus torrres y agujas sobre las viejas casas. Desde los espléndidos miradores de Vila Nova de Gaia, el carácter único de Oporto se muestra en todo su esplendor, con la ropa tendida en las ventanas, como banderas multicolores flameando al viento. Aproveché mi estancia allí para visitar las bodegas Calem, la impresionante exposición del más genuino vino de Oporto, en unas instalaciones que combinan asombrosamente la tradición y la vanguardia. Esta visita me llevó a rememorar a los típicos gentlemen ingleses, que no concebían tomar una copa de Oporto sin fumarse un cigarro puro. La costumbre, afortunadamente, ya está cayendo en desuso, igual que los propios gentlemen.

El muelle de los Bacalhadeiros, visto desde Vila Nova de Gaia.

Oporto y su Ribeira desde Vila Nova de Gaia.

En pocos lugares he visto una simbiosis tan extraordinaria entre lo viejo y lo nuevo, Oporto vive firmemente enraizada en sus tradiciones, orgullosa de su pasado, pero muy abierta al futuro.  Sus habitantes, los portuenses, son gente discreta y conservadora, de esos que nunca te contarán un chiste verde, pero se reirán con ganas si lo cuentas tu. Amistosos y serviciales, han hecho que mi breve estancia en la ciudad haya sido una experiencia inolvidable, regada en ocasiones con esos fantásticos vinos que la han dado fama en el mundo. Gracias, Oporto.  Até logo!

¡Adiós, Oporto! Me ha encantado conocerte….

Ah, y si quieren saber dónde me he alojado, he de decirles que en el Hotel Teatro, en pleno centro, a un paso de todo. Hubo memomentos en que tenía la impresión de encontrarme en el backstage de un auténtico teatro, ya que la decoración es tan genuina y perfecta que me confundía todo el tiempo. Se lo recomiendo, si quieren experimentar esa mezcla picante, entre clásica y vanguardista, que es la esencia de Oporto. by Olivia Pinkney

 

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