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Blogs Una de piratas por Oti Marchante

Temperaturas en Iwo Jima

Oti Marchante el


  


‘Cartas desde Iwo Jima’ es una película grande en cuerpo y en alma. Pero sobre todo es una película que te llena de incógnitas. Todos sabéis que a mí sí me gustó ‘Banderas de nuestros padres’ y que soy incapaz de calificar a tan grande película en virtud de mi temperatura, o la que me produce. Ésta segunda es insólitamente diferente a la primera, y no sólo en circunstancias, sino en pura esencia. Habla directamente de otra cosa, de otra guerra. Habla del honor, del orgullo de servir y morir por la patria, de las pocas diferencias que hay entre lo que aconseja la madre de un japonés y la de un americano… Habla de comportarse correctamente, porque eso es lo correcto, así de simple.


En realidad, son sentimientos que también podría haber buscado Clint Eastwood en su mirada americana a Iwo Jima, pero no, ése es el modo de verlo desde la otra trinchera. Si recordáis, en ‘Banderas de nuestros padres’ desenmascara la idea del héroe, la utilización canalla de la guerra y de los hombres, la manipulación de los sentimientos colectivos, el desengaño, el desamparo, el hombre olvidado que deambula por las cunetas… En ‘Cartas…’ tiene mayor conmiseración hacia sus personajes (algunos, el general japonés está tramado con enorme inteligencia y complejidad…)


La mayor incógnita de todos modos es la siguiente: ¿por qué  los americanos han preferido el modo con el que Clint Eastwood mira hacia ‘ellos’ antes que el modo en que mira hacia ‘nosotros’? Creo que si pudiéramos responder a esta pregunta sin pensamientos cortos (esos del tipo, los americanos son tal o son cual) creo que llegaríamos a algunos de los pasadizo que conducen al cine verdadero, ésos que prefieren el chispazo glorioso, elevado, estimable aunque sea ‘allí’ o en ‘ellos’, antes que el chispazo villano o despreciable ‘aquí’ o en ‘nosotros’. También es cierto que lo ‘alto’, lo noble, llega más y te produce otro calor en el cuerpo. Pero me creo en el deber de defender el otro retrato, el del olor a orín de la estatua, aunque no llegue ni llene.


Pero, lo crucial es el enigma: ¿por qué habrá decidido repartir así las cartas Clint Eastwood?


En fin, somos pequeños y hay gente y películas que no nos lo ocultan.


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