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Blogs Una de piratas por Oti Marchante

Los frescos de los Goya

Oti Marchante el

Me han gustado más los premios que la gala, aunque reconozco que a mí Dani Rovira me hace mucha gracia, a pesar de ser “sevillano” (un sevillano nacido en Málaga) y que tiene boca de hacha, en el sentido de que al que no lo llama “hijo de tal” lo llama “hijo de cual”. Su arrancada en torno al número tres fue realmente fabulosa, y no me refiero a las líneas del guión, sino a su “in crescendo” y a su interpretación. Y me pareció genial, y obviamente fuera del guión, el pronto que le dio a Rovira al ver a Agustín Almodóvar y felicitarlo por “Psicosis” (lo clavó). Pero me gustaron más los premios; o sea, que el mejor director novel, Raúl Arévalo, ganara también el premio gordo, el de mejor película, con “Tarde para la ira”, me pareció un hallazgo de los votantes académicos, y que el mejor director veterano, “Jota” Bayona, lo ganara casi todo con su película, “Un monstruo viene a verme”, salvo el de mejor película. Es un clarísimo ejemplo de que, a veces, en las contradicciones está la verdad. También me sorprendió, pero gratamente, que Emma Suárez ganara el premio gordo de interpretación femenina, porque creo que ella es lo mejor de “Julieta”, y ganara también el premio menos gordo de la interpretación como secundaria, porque también es lo mejor de “La próxima piel”. Ganó como actor Roberto Álamo por “Que Dios nos perdone”, y no ganó Luis Callejo por “Tarde para la ira”, aunque yo reconozco que confundo ambos personajes y ambos actores en estas dos películas, que también confundo un poco, igual es a causa de Antonio de la Torre.

Igual no tengo razón, pero noté en el tono general de “los del cine” una mayor voluntad por no presentarse a las elecciones generales, y por situarse, aunque sólo fuera de boquilla, en esos mismos peldaños en los que nos movemos los demás. Estuvieron, en general, elegantes, y no me refiero solo a su indumentaria. Para mi gusto, persisten en la tendencia de decir muchas veces la palabra “cultura”,o sea, que no está mal que la digan y que, en cierto modo, se sientan parte de ella, pero es que tanto, tanto, le da a uno la impresión de que tuvieran la patente. Pero, sí, creí notar una cierta moderación general que podía confundirse con la modestia. Y me gustó eso.

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