Esto no es más que una primera y rápida impresión, que supongo que ampliaré y justificaré mejor en lo que escriba el viernes para el periódico. Pero allá va: “Los amantes pasajeros” me parece muy poca cosa, y como “comedia ligera” aún más insustancial, pues ni logra ser comedia ni tampoco rezumar esa espuma que suele ofrecer la ligereza. Y aunque el propio Almodóvar haya insistido en las entrevistas que es su película más gay, creo que con ello lo que oculta en realidad es que es su película más inane, más tontorrona. Ni los personajes, todos tópicos andantes en su peor versión, ni las situaciones, ni el texto consiguen sustentar ni lejanamente lo que debe de ser una comedia, sea o no sea gay. Ese supuesto simbolismo con la actualidad del país es impropio del genio de Almodóvar, sin profundidad, sin brillo, sin gracia, sin nada de nada, casi sin mala intención a pesar de que su voluntad tal vez fuera otra. El incuestionable talento de Almodóvar ni siquiera ha rozado a “Los amantes pasajeros”. Todo ese ciclón provocador que ha sido Almodóvar se queda aquí en unas cuantas ordinarieces, del tipo del caca, culo, pedo, pis pero en versión sexo oral. No quiero ponerme como termómetro, pero lo juro que no conseguí estar a menos de dos kilómetros de una sonrisa durante la proyección; tampoco escuché muchas a mi alrededor. Estoy perplejo, no puedo ni imaginarme qué es lo que ha hecho Almodóvar con la catarata de su talento.
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