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La, La…, Light, fallos y lo que no falla

Oti Marchante el

Todo el mundo conoce ya los dos fallos de los Oscar en su dos sentidos, el de sentencia y el de error. Pero, llegados a este día de los fallos, lo que no suele fallar es el artículo del genial Juan Manuel de Prada en el que, haciendo su repaso de la actualidad cinematográfica, sobre “La La Land”, sobre “Moonlight”, sobre “Fences”, “La llegada”…, en fin, sobre lo que hay, aprovecha para subrayar el ovejismo y el pichaflojismo que le rodea, porque son celebradas estas películas que él detesta y que vienen a corroborar su idea de que vive entre corderos y sexualmente lánguidos. Ello, aunque divertido y provocador, sugiere algunas imágenes realmente perturbadoras, pues uno no puede dejar de imaginarse que, entre todo ese mundo blandito y morcillón que él advierte, emerge una figura poderosa, la de una especie de bálano diamantino y descomunal que poco menos lleva inscritas sus iniciales, JMP, y que es el gran inseminador de lo que tiene y no tiene que gustar. Más gracioso que útil o real (en lo cinematográfico), su artículo “Blanditas y ovejunas”, en el que arremete contra todas esas películas y contra los débiles que las consumen y disfrutan, contiene algún que otro hallazgo, como ese que dice a propósito de “Moonlight”, la premiada con el Oscar a Mejor Película, que si en vez de estar protagonizada por negros, drogadictos y homosexuales estuviese protagonizada por tíos de Albacete no iríamos a verla ni aunque regalasen en la entrada una caja de miguelitos de La Roda. Igual lleva razón Prada, y esa misma historia vista en un paisano de Iniesta pierde buena parte de su pegada. Tampoco es fácil imaginarse a un albaceteño, o murciano, o de Soria…, en el papel de Rick en “Casablanca” o en cualquiera de los de John Wayne para John Ford.

En fin, ya es público que a Prada no le gusta el arte llorón e inane, y que tiene una idea exacta de la erección que ha de producir una película, lo que no está tan claro son los gustos de los de la Academia de Hollywood, que cada año ofrece una oportunidad al mundo de discrepar con ellos. Personalmente, este año estoy moderadamente orgulloso de mi relación estética con la Academia, pues discrepo sin rasgado de vestiduras de todos los Oscar principales, menos de dos, el de las actrices principal y secundaria, Emma Stone y Viola Davis. También discrepo de Prada, claro, pero eso tampoco tiene la menor importancia.

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