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Blogs Una de piratas por Oti Marchante

El gazapo de Laura

Oti Marchante el


 


Bueno, creo que les debo algunas explicaciones a los habitantes de este blog. Hace un par de días escurrí la especie de que ‘Laura’ tenía un pequeño pero indeleble fallo en el guión. A partir de ahí, mi fama de gran escaqueador y pequeño charlatán dejaba traslucir otra más de mis fanfarronadas; eso, y pequeños desvaríos epilépticos en mis entradas y salidas de madre y de blog. En fin, podría alimentar todas esas famas mías con hacerme el despistado y no hablar de ‘lo’ de ‘Laura’. Seré honesto; navideñamente honesto. Hay algo en ‘Laura’ que me chocó desde la primera vez que vi esa película inmensa de Preminger y que ya no puedo ver sin que me chirríe. Ea, voy a ello:


Waldo Lydecker (Clifton Webb) está enamorado enfermizamente de Laura Hunt (Gene Tierney), pero ésta lo ha ido escabullendo con tal pintor o con cual vividor. Le dice que se va a casar con Shelby Carpenter (Vincent Price) y Waldo, celoso, le revela todas las tropelías del personaje (bla, bla, bla)… Como consecuencia, ella duda de que sea una buena idea ese matrimonio, llama por teléfono a Waldo y le dice que se irá a su casa de campo ese mismo día a meditar sobre su vida y que, por lo tanto, no podrá cenar con él (noche del viernes)… Con lo cual, Waldo Lydecker, un prodigio de astucia, de razonamiento, de cinismo, de cultura y de sentido de la oportunidad coge una escopeta y se va a la casa de ella (donde ha de saber forzosamente que no está) y le descerraja dos perdigonadas a quien abre la puerta, que naturalmente no es ella… No parece lógico.



  1. Si Waldo sabe que ella duda seriamente en casarse con Carpenter, ¿por qué decide matarla en ese momento?
  2. Si Waldo sabe que se ha ido a su casa de campo, ¿por qué se va a donde no está con ese pedazo de escopeta?


Dicho lo cual, ese pequeño puñado de arenilla en las ruedas de esta película no le quita lo esencial. Y en cuanto a lo que tan acertadamente se ha dicho sobre sus ‘puntos de vista’, me gustaría añadir que, si bien mantener el punto de vista es una virtud en un director, el cambiarlo no tiene porqué ser un defecto (en ocasiones, la variación de ese punto de vista es el elemento sustancial de la narración, como es el caso extremo de ‘Rashomon’). Preminger arranca la película valientemente con la voz en off del asesino, que nos contará su versión camuflado de inocente, hasta que la aparición del detective lo suplanta como punto de vista. Es decir: empezamos viendo a Dana Andrews a través del personaje de Clifton Webb, y acabamos viendo a Clifton Webb desde la perspectiva de Andrews…


Aunque, lo más importante de ‘Laura’ son los dos diálogos: el del detective y el cuadro, y la fascinación que surge entre ambos, y el de Clifton Web con el espectador, brillante y espumante, con frases que destilan talento: ‘¿ha subarrendado usted el apartamento?’, le pregunta al detective obsesionado que se pasa allí las horas muertas….


Naturalmente, y para terminar, ese gazapillo ya no sé, después de saltarlo todas las veces que he visto la peli, si está ahí o se me ha caído a mí del bolsillo con el salto.


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