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Blogs Una de piratas por Oti Marchante

Defectos secundarios

Oti Marchante el
 Beso a tornillo vuelto en “Un amor entre dos mundos”

Utilizo en mi beneficio el título de la película de Soderebergh (Efectos secundarios) para, con una leve errata, aludir a uno de los grandes vicios de nuestro tiempo: poner lo superfluo delante de lo sustancial. Y ahora sólo me faltaría acotar qué es lo superfluo y qué lo sustancial, pero no tengo valor para ello. Sólo diré que estoy completamente en acuerdo y también en desacuerdo con todo lo que se ha escrito sobre los estrenos de este fin de semana (todo lo que se ha escrito en esas hojas que se compran a euro y medio), y es evidente que “Tesis sobre un homicidio” tiene un mal final abierto, impropio de una película que te ha mantenido alerta durante hora y media; y que es cierto que hay dos estilos y géneros distintos en “Efectos secundarios” y que Soderbergh no se maneja igual en ambos; y también será cierto que el romanticismo empalidecido (al menos el heterosexual) no tiene ningún prestigio en los ambientes llenos de culturalización (¿!)… Pero…, no se puede discutir tampoco que “Tesis de un homicidio” es un entretenido duelo en el que Ricardo Darín tiene esa cercanía suya como si se estuviera tomando un whisky contigo (crítica precisamente de Oti de “Tesis sobre un homicidio”), ni que “Efectos secundarios” sea el lienzo perfecto para que Soderbergh cuelgue toda la turbiedad de su mirada y lo haga mediante un brillante ejercicio de clima y complejidad (insisto con la crítica de “Efectos secundarios”), ni que el ejercicio de cerrar los ojos mientras se ve “Un amor entre dos mundos” se hace muy, muy complicado, porque es visualmente apabullante y creativa, y porque combina con esa notable gracia argentina lo sublime con lo trivial y lo poético con lo chorra… (por si alguien quiere echarle un vistazo a la crítica, Oti again, de “Un amor entre dos mundos”.

En fin, no sé muy bien que digo con todo esto, pero de lo que yo hubiera querido hablar más es de la actriz contraplano de Darín en “Tesis bla, bla, bla”, Calu Rivero, de la que ofrecía datos visuales en el post anterior sin que nadie de la tripulación arqueara una ceja.

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