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Blogs Una de piratas por Oti Marchante

Contra el viernes, un Dreyer inesperado

Oti Marchante el


  Dreyer nos mira


Voy a hacerle una larga cambiada al día de hoy. Una larga cambiada que espero que esté a la altura de aquellas de Antonio Bienvenida, dicho sea en mi honor.Pero, antes, dejemos que derrote en tablas el torillo de la actualidad, y pasemos de puntillas por las pelis de estreno y las críticas publicadas hoy en el ABC:


Spiderman 3:


Retrato de una obsesión:


Hotel Tívoli:


Mi hijo:


¿Quién dice que es fácil?:


Cutremusicales de antes contra los rollos conceptuales de ahora, según Toni García:


La largacambiada:


Por cortesía del CCCB, o Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, he tenido ocasión de ver una obra de Dreyer, ‘Dos seres’ (Tva manniskor), hecha en 1945, inédita al menos por aquí. Es una pieza insólita, breve (unos setentaycinco minutos) y de una intensidad agónica que cuenta en primerísimo plano y mediante una aparente levedad asuntos de un peso casi insoportable. Dos personajes en un único espacio es todo el armamento que usa Dreyer para urdir una intriga policíaca, sentimental, científica y extremadamente humana. Pocas veces he podido ver tanta maestría y sencillez en el modo de conducir una trama tan compleja y profunda. La esencia de ella es una disputa por la autoría de un avance científico entre dos notables investigadores, pero toda esa única y gran secuencia se desarrolla entre uno de esos científicos y su esposa; de su conversación nos vamos enterando de que este hombre le hizo públicamente amenazas de muerte al otro colega, de que éste se ha suicidado, de que no es exactamente un suicidio sino un asesinato, de que él había ido a su domicilio justo antes de que ocurriera, de que existe una carte, y una relación desconocida y sorprendente… Los nudos se van urdiendo entre los personajes y a través del pescuezo o del ánimo del espectador, está hecha con una delicadeza y unos ritmos y respiraciones sublimes (acerca del gusto del plano, el encuadre y la luz, no diría nada nuevo y que no se sepa ya de toda la obra, sin excepción, de Dreyer), y se aboca hacia un romanticismo desesperado, intempestivo, fuera de toda época y lugar. Y cuando aquello se acaba, uno tiene la sensación de que nunca había visto algo tan preciso, compacto y hermoso en un recipiente tan chico. Por supuesto que entrar en todos los recovecos morales e intelectuales que se sugieren en esa sencilla trama es entrar en otra dimensión.


Volvamos a la nuestra, que es ésta de un viernes 4 de mayo de 2007.


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