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Blogs Una de piratas por Oti Marchante

Al Hobbit le crecen los enanos

Oti Marchante el
Un extra, antes de maquillarlo
El mismo extra y su colega tras una sesión de maquillaje
Gandalf espera su turno en la barbería del rodaje

He salido hace un rato de ver la última de “El Hobbit” y he de confesar que estoy muy impresionado; no tanto por la película como por el pedazo de sala en la que la he visto. Una sala impresionante, aunque para llegar hasta ella he tenido que cruzarme Barcelona  como si me fuera para no volver. Lejos, muy lejos. Pero la sala era extraordinaria, con una pantalla como un campo de fútbol puesto de pie, con un patio de butacas que hay que poco menos que escalar y que queda completamente volcado sobre la pantalla (como la grada del viejo San Mamés); total que tienes delante un pantallón inmenso y estás frente a él a una altura considerable y sin nadie delante (la fila de delante está muy, muy abajo)… Y con uno de esos Tresdés brutales y que cuando sale el león de la Metro diciendo su texto hasta le puedes oler el aliento…

¿El último Hobbit?… Pues, básicamente (me las quiero dar de “cool” y por eso pongo “básicamente”, que es la palabra que hay que decir de vez en cuando para dar la impresión de que se tiene controlado el argumento posterior), consiste en un prólogo sobre el final del anterior Hobbit, con la lagartija gigante Smaug volando por el patio de butacas, unos pequeños nodos entre los personajes clave de este tramo de la historia, el amor entre el enano y la elfa inventada Tauriel, los accesos de villanía entre los héroes, el gorro de Gandalf y unas batallas kilométricas entre todos contra todos…

No creo que defraude a aquellos que han seguido las anteriores con interés, pues tiene mucho ritmo, mucha acción y mucho interior oscuro, pero, si alguien pretende encontrar en ella una guinda, creo que no es el lugar. Lo mejor, para mí, de esta película que cierra la segunda trilogía es que sugiere muy bien los lazos con la primera, de la que es precuela, y podría decirse que te entran ciertas ganas de volver a verla nada más acabar ésta. Termina la trilogía del “Hobbit” y te dan ganas de ver la de “El señor de los anillos”; y termina la de “El señor de los anillos” y te dan ganas de ver la de “El Hobbit”… Un círculo perfecto, y algo maligno.

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