Debo reconocer que a mí el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, me cae especialmente bien. Sé que decir esto no es políticamente correcto y que últimamente se ha convertido en la diana de todas las críticas de periodistas y políticos por sus declaraciones, que parecen más las de un político jubilado, por su sinceridad y un desparpajo libre de prejuicios, que las de un ministro del Gobierno de España en la plenitud de su gestión. Parece que su máxima es “ladran, luego cabalgamos”.
Yo siempre ha admirado a la gente que dice las cosas claras, sin dobleces y a la cara, y por eso me gusta que este hombre, que ya no ambiciona nada en política y que solo aspira a dejar las cuentas claras y ordenadas, para después irse a su casa a disfrutar de su jubilación, no tenga miedo a los medios de comunicación, ni a la oposición, y ni siquiera a su partido ni a su presidente, Mariano Rajoy. Él dice en voz alta lo que algunas veces nos dice a los periodistas en voz baja, y que yo nunca me he atrevido a escribir por eso de la confidencialidad de la fuente y la discreción.
Lo critican porque dijo que la Agencia Tributaria estaba llena de socialistas, y hay que tener valor para hacer semejante afirmación, pero ya nadie se acuerda que cuando llegó el PSOE limpió a todos los cargos que nombró el PP y puso a los suyos, según me cuentan. Quizás su error fue no hacer lo mismo en el minuto uno y esperar dos años, entonces nadie le hubiera podido decir nada. Al final, todos los partidos hacen lo mismo, ponen a los suyos en los cargos de confianza
Lo critican porque aseguran que ha amenazado a los medios de comunicación al denunciar la situación fiscal de algunos de ellos. Pero por su despacho han pasado responsables de estos medios pidiendo el aplazamiento de sus deudas con Hacienda.
También lo criticaron por advertir de las deudas que algunos famosos tienen con Hacienda, muchos de los cuales rechazan los recortes del Gobierno, cuando ellos mismos no pagan sus impuestos. Pues si es verdad, que paguen, porque los que no somos famosos pagamos religiosamente los nuestros.
Y ahora ha plantado cara al presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, al que le ha hecho saber que él no pone ni quita candidatos electorales, sino que solo quiere que las cuentas cuadren y que todo el mundo cumpla.
Montoro nos seguirá dando días de gloria porque cuenta con el apoyo de Mariano Rajoy, que sabe de su lealtad y de su empeño por ordenar las cuentas, y porque su carrera política está próxima a su fin y ya no aspira a nada. Cuando termine de hacer su tarea, se quitará el lápiz que durante toda la legislatura lleva enganchado a la oreja, y se irá a su casa sin más.
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